El Joven Y La Rosa

El joven y la rosa

Hace muchos años, en una comunidad, vivía un joven muy humilde. A él le encantaban las flores y su preferida era la “rosa”. El joven tenía una en la ventana de su habitación y siempre la cuidaba, la regaba y se preocupaba por ella.

Al día siguiente como de costumbre fue a verla y observo algo inusual en su rosa, vio que brillaba y que esa luz lo hacía sentir feliz. Para el joven, estar feliz, no era algo que le gustaba, pero cuando vio la rosa que deslumbraba sintió algo que cambiaba dentro de él.

En la noche, cuando el joven estaba durmiendo escucho unos ruidos y fue a ver. Para sorpresa del joven vio a su “rosa” que estaba hablando y muy alegre le dijo al muchacho:

-Hola, me llamo Elia.

El joven muy atónito respondió:

- ¿Hola? …. No sabía que podías hablar.

- ¡Si! , si puedo –Dijo la rosa, esperaba con ansias decírtelo y así darte las gracias por los cuidados que me das.

- ¿Desde cuando hablas? Le pregunto el muchacho.

-Desde mis comienzos, y no te hablaba porque tenía miedo de que me botaras.

-Jamás haría eso, dijo el joven. Para mi desde que te tuve en mi casa te he cuidado muy bien porque eres una rosa muy hermosa y me haces muy feliz.

En ese momento suena el teléfono y el joven contesta. Era la posta comunicándole que su madre sufría de una terrible enfermedad.

El joven estando en el hospital le pregunta muy asustado al doctor.

-¿Qué tiene mi madre?

-Su madre sufre de cáncer terminal, pero vamos hacer lo posible para que se mejore –respondió el doctor.

El muchacho llego a su casa muy triste para contarle todo a Elia, su rosa. Elia trataba de animarlo pero el joven seguía triste.

Así pasaron las horas, días y semanas, él joven triste y su rosa acompañándolo en su dolor. En uno de esos días de tristeza recibe la llamada del doctor diciéndole que hicieron todo lo posible pero que su madre había muerto.

El joven sorprendido le dice:

-¿Mi madre? Eso no pude ser.

-Lo siento pero hicimos todo lo que pudimos pero no funciono –dijo el doctor lamentándose.

-¡No! Mi madre no, eso no es posible. Dijo el joven Sollozando.

Dejo caer el teléfono y se echó a llorar, el joven sentía que el mundo se le venía encima. Al pasar los días el joven se descuidó de su “rosa” que tanto amaba, poco a poco la pobre rosa se marchitaba.

La rosa se debilitaba

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