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El Resumen De La Iliada

karol1995jk2 de Agosto de 2011

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RESUMEN DE LA ILIADA

La Ilíada es sobre la Cólera de Aquiles a causa de la afrenta a su honor por el hubrístico Agamemnón... pero, también es sobre muchas otras cosas, tanto humanas como divinas: es una obra que, a pesar de haber sido ya establecida en un texto permanente, se encuentra, paradójicamente, en un estado de flujo continuo, pues ningunas dos lecturas jamás son iguales.

CANTO I

Se pide desde el principio a la musa que mande el canto de las desgracias alcanzadas por la ira de Aquiles (1-7). Llega a la asamblea de los argivos, Crises, sacerdote de Apolo para rescatar a su hija, hecha cautiva hacía poco en la guerra y por honor entregada a Agamenón (8-21). Apolo mandó sobre el ejército una terrible epidemia por haber sido rechazado ignominiosamente su sacerdote (22-52). Aquiles hace una asamblea, para aplacar al dios, en la que el adivino Calcas pregona que ellos debían liberar a su hija Briseida de tan terrible disputa y no rehusa entregarle su hija ciertamente a Crises, pero le arrebata a Aquiles a Briseida a quien había sido concedida como premio a su valor. Se apodera de Briseida aunque Néstor se opone (130-311 y 318-347). Enardecido por esta ofensa, decide el firme joven separarse de la guerra con los mirmidones, sus soldados. Su madre Tetis reafirma su propósito y promete venganza al suplicante (348-427). Mientras tanto el ejército ofrece sacrificios expiatorios y son ofrecidos a Apolo (312-317). Entonces se hace retirar a Crises a su casa junto con las víctimas propiciatorias, por quienes es expiado el crimen siendo sacrificadas (428-487), puesto que se había presentado Tetis en el Olimpo ocultamente, favoreció con la victoria a los troyanos, mientras los aqueos no dieran una satisfacción a Aquiles (488-533). Hera, enemiga de los troyanos ataca estas determinaciones clandestinas y riñe con Zeus en la cena (534-567). Por esta causa se entristece toda la asamblea de los dioses, a quienes Hefesto hace volver finalmente a la tranquilidad y alegría (568-611).

CANTO XIII

Pasando el muro los troyanos, por diversas partes, matan a los aqueos, cuando Poseidón conmovido por la calamidad en su interior por Zeus, se acerca a los que defendían las naves (1-42). Oculto bajo forma humana para animar a los que se detenían, exhorta primero a los dos Áyax y después a los demás capitanes (43-124). Así los Áyax y otros, rechazan a Héctor de la matanza de las naves en plena fila de combate (125-205); al poco, Idomeneo, movido por Poseidón a combatir, habiéndose unido con Merión, socorre por la izquierda a los afligidos aqueos (206-329). Después se traba un feroz combate en el que Zeus favorece a los troyanos y Poseidón a los aqueos. Sobresale entre éstos, el valor de Idomeneo (330-662). Éste, da muerte a Otrioneo, Asio y Alcátoo y asimismo, en compañía de Merión, Antíloco y Menelao lucha con superioridad contra Eneas, Deífobo, Héleno y Paris (363-672). También detiene a Héctor quien hacía poco se hallaba en el centro del lugar y de tal modo lo apremian los Áyax y otros grupos, que ya se retiran los troyanos: pero fortalecido Héctor por el consejo de Polidamante, conduce repentinamente contra el enemigo a los que había reunido (673-808). Áyax da comienzo a un nuevo combate y se pelea por ambas partes con grandes clamores (809-837).

CANTO II

Zeus-quien habría de vengar la injuria inferida a Aquiles-, le envió un sueño a Agamenón para incitarlo a realizar la batalla con la esperanza de la victoria (1-40). Al amanecer, Agamenón manifestó lo comunicado en el sueño y su propia decisión a los jefes de los argivos; reunió al poco una asamblea de todos (41-100). Le agradaba para probar la fe del pueblo, del que desconfiaba, fingir la determinación de retornar a la patria: habiendo oído esto la multitud comenzó enseguida, cansada ya por la guerra, a sublevarse y a preparar la navegación (101-154). Odiseo reprimió la rendición de común acuerdo y por consejo de Atenea se valió de súplicas, amenazas y oprobios para que volvieran de este modo a la asamblea (155-210). A Tersites, aquel hombre torpe y malhablado que no cesaba de urgir la retirada, lo castigó con mayor severidad para escarmiento de los demás (211-277). Así cohibido el populacho se doblegó por fin a dejarse persuadir por los excelentes discursos de Odiseo y de Néstor quienes renovaron las antiguas promesas y se valieron de estas ostentaciones para que los aqueos tuvieran confianza en el combate; el mismo Agamenón ordenó el combate y llenó del ardor de la pelea el ánimo de todos (287-393). Ya se anima el ejército; los primeros, sacrificadas ya las mayores víctimas, se sientan al convite delante de Agamenón; los demás toman sus alimentos por diversas partes y of recen sacrificios, y cada pueblo, instruido por sus jefes marcha a la batalla (394-484). Se inserta en este lugar el cuidadoso catálogo de las naves, pueblos, jefes, que habían seguido a Agamenón a la guerra de Troya (485-785). También los troyanos, descubrieron lo que tramaban los aqueos, marchan al campo bajo el mando de Héctor junto con sus aliados, de los que se añade una breve reseña (786-877).

CANTO XIV

Néstor, atemorizado por el clamorío del combate, sale de su tienda en la que aún se curaba Macaón, para explorar los hechos en el lugar en que se realizaban (1-26). Agamenón, Odiseo y Diomedes, doliéndose aún por las heridas, le salen al encuentro cambiándose de lugar por la misma causa; el primero de los cuales angustiado por el éxito de la guerra y viendo ahora abierta la muralla, reflexiona sobre la huida (27-81). Odiseo reprueba esta determinación, y así Diomedes persuade a todos a que vuelvan a la batalla y que con su presencia ayuden a todos, dándoles certidumbre y consejos; al mismo tiempo Poseidón conforta a Agamenón que ya se iba y da fortaleza al ejército (82-152). Mientras tanto Hera, para elevar la moral de los aqueos, se arregla en su persona y se prepara delante de Zeus en el monte lda para atraerlo con todos los halagos de una esposa; para lo cual se coloca el cíngulo de Afrodita y hace venir desde Lemnos al dios Sueño, quien lo entretiene en el estado de descanso (153-351). Poseidón había puesto asechanzas en este tiempo, mediante el consejo de Sueño, la suerte de los aqueos que les devolvió auxiliándolos prontamente (352-401). Héctor, herido por el golpe de la piedra que le había lanzado Áyax, estaba sin alientos y fue transportado y curado por sus soldados (402-439). Combatiendo los aqueos a los troyanos, elevados ya sus fuerzas y espíritu de combate, los alejan de las naves, persiguiéndolos en primer término Áyax el menor (440-522).

CANTO III

Al primer encuentro del combate, Paris o Alejandro provoca con suma fiereza a cada uno de los aqueos para el combate; pero en cuanto ve a Menelao saltando de su carro, huye atemorizado (1-37). Poco después él mismo, impulsado por los gritos de Héctor se ofrece en singular desafío con Menelao, comenzando lo más importante de la batalla; aceptada la condición pide Menelao que vaya por medio una promesa, consagrándola ante la presencia de Príamo (38-110). Así pues los ejércitos dejan las armas y se preparan sacrificios de ambas partes, mientras tanto Helena llama desde la torre a Príamo y a los ancianos de Troya, a los jefes argivos que están en el campo inferior (l l l-244). Siendo llamado, se presenta Príamo en compañía de Antenor y se hace un pacto según el antiguo rito y bajo estas condiciones, de que si uno de los dos venciese al otro, obtendría a Helena y sus riquezas; pero los troyanos inferiores a los aqueos pagarían una fuerte multa (245-301). Después de la partida de Príamo, toman las armas Menelao y Paris y marchan al espacio convenido para la pelea; pero Paris, superado, es sutraído por Hera ocultamente y se lo lleva incólume a su propia morada (302-382). Al mismo lugar lleva a Helena, quien resistiendo primero al nuevo marido le echa en cara su cobardía; sin embargo poco después se reconcilia con él (383-448). De esta manera, en vano busca Menelao al adversario que estaba gozando de la protección de la diosa, mientras Agamenón busca públicamente el precio de la victoria que se había pactado (449-461).

CANTO XV

Despertando de su letargo Zeus, ve a Poseidón dando ayuda a los troyanos contra los aqueos (1-11). Enseguida, reprende ásperamente a Hera y manda llamar del Olimpo a Iris y Apolo; se sirve de ellos como de sus ministros para restituir sus fuerzas a los troyanos y simultáneamente predice toda la serie de designios hasta la destrucción de la ciudad (12-77). Habiendo regresado Hera a la morada de los dioses, Ares sabe por ella lo referente a la muerte de su hijo Ascálafo y se apresta para la venganza; Atenea reprime su cólera (78-142). Apolo e Iris se presentan ante Zeus y por mandato de éste obliga a Poseidón bajo amenazas a que abandone la guerra. Éste a pesar de estar lleno de temor aún se atreve a resistirse (143-219). Apolo alienta a Héctor, ya sanado y retirado del combate por esa causa, y renueva la suerte de los troyanos (220-280). Héctor acomete a los fortísimos aqueos que dejando de combatir se retiraban a las naves; mata a una parte de ellos; a otros los hace huir, yendo delante el dios, quien agitando su égida estremeció de temor a los aqueos y fortaleció a los troyanos, pues derribando el muro, preparó el camino para destruir al ejército (281-389). Por esta terrible desgracia que le comunicó Eurípilo, Patroclo regresó ante Aquiles y lo exhortó para que los ayudara en ese último trance (390-404). Mientras tanto los aqueos combaten terriblemente ante sus naves cayendo muchos de ambas partes (405-590). Finalmente ellos se retiran sin dispersarse entre las

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