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Ensayo Elementos de proteccion personal


Enviado por   •  19 de Agosto de 2015  •  Resúmenes  •  1.703 Palabras (7 Páginas)  •  282 Visitas

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El 'mobbing' o acoso laboral es un término anglosajón que significa asediar, acosar o acorralar y sirve para designar el acoso que una persona sufre en su lugar o puesto de trabajo.

Según la Ley 1010 de 2006, Acoso laboral es una conducta persistente demostrable, encaminada a infundir miedo, intimidación, terror y angustia, a causar perjuicio laboral, generar desmotivación en el trabajo, o inducir la renuncia del mismo.

La persona afectada recibe un maltrato psicológico a través de conductas negativas y comportamientos hostiles. Este acoso puede darse en diversas direcciones. Puede provenir de los propios compañeros, de los subalternos (en el caso de un jefe) y de los superiores, siendo este último el caso más común.

Lo que se pretende en último término es que la víctima abandone su puesto de trabajo por no poder aguantar la situación. En el caso de los superiores, es una estrategia utilizada para no tener que despedir a la persona y por tanto no pagar la indemnización correspondiente. Cuando son los compañeros los que propician este acoso se debe más a cuestiones de celos profesionales o por considerar que el afectado es una amenaza para sus propios intereses.

ROSA ALVAREZ  una  mujer de 43 años, divorciada tras dos décadas de matrimonio, cuenta que nunca antes había trabajado. Una amiga le propuso ser su mano derecha en un organismo estatal. El trabajo consistía en establecer una red de contactos con docentes y alumnos de todo el país, en una oficina con cinco empleados. Para ella fue un gran cambio pasar, de nada, a una rutina de ocho horas, pero estaba feliz: tenía trabajo. Al principio fue duro, no les daban ni media hora para almorzar. Eso, después, fue un detalle. De pronto,  todo cambio, Rosa saludaba a alguien y su jefa, a la que creía una amiga, se irritaba; quería saber de dónde los conocía y  de qué hablaban. Si Rosa aparecía bien vestida, ella hacía comentarios y terminaba diciendo, en tono de refunfuño, que tenía que ir a comprarse ropa”.

El acoso era psicológico. En las reuniones de equipo se dedicaba a hablar casi exclusivamente de lo mal que supuestamente Rosa hacia su trabajo. Una vez le pidió que realizara una lista de los estudiantes que se habían inscripto en un curso a distancia. Cuando  se lo entrego enloqueció y reclamo el hecho de que esta no lo había hecho alfabéticamente. Nunca le había pedido eso.  En otra ocasión, le pidió que hiciera unos plegables informativos sobre unos programas de estudio, pero sin darle ninguna información y los plegables los tenía que enviar por mail al día siguiente. Para Rosa fue un calvario encontrar datos y descifrar en qué consistían esos programas. Encima, Rosa llegaba tarde a las reuniones de equipo no por impuntual, sino porque su jefe cambiaba los horarios y no le avisaba. Entonces dedicaba veinte minutos a despotricar sobre la falta de consideración hacia los demás”.

La persecución no tenía tregua y Rosa se sentía cada vez peor. Empezó a tener miedo, cada vez más. Se estableció una relación de sometimiento tremenda. No podía dormir en la noche pensando en lo que le esperaba al día siguiente. Pero no podía dejar el trabajo, tenía que comer.

Su jefa había contratado a dos personas que ante estas situaciones humillantes miraban para otro lado. Parecía que el único tema era el mal desempeño de Silvia. Sin embargo, en el mismo departamento, otros la defendían y llegaron a enfrentar a esta jefa: “¿Qué te pasa con Rosa?”, la encararon un día. “Lo que más le sorprendió fue entender que sus compañeros estaban convencidos de que ella era así ella porque, según decían, en realidad, ‘le tenía celos y envidia’. Ella empezó a tratar mal a rosa cuando ella empezó a realizar las cosas bien en el trabajo y los compañeros la elogiaban y empezó a llevarse bien y a relacionarme con otras personas  del trabajo.

El contrato de Rosa vencía en diciembre. Veinte días antes, en una reunión de equipo, delante de todos, su jefa le anunció: “Tu, Rosa, olvídate de la carga horaria que tienes ahora. Y te aviso: voy a reducirte el sueldo.” Los compañeros se miraron desconcertados. La única damnificada era ella. Rosa entonces sintió que había llegado el momento de poner un límite. Y lo hizo. Habló. Dijo que había sido despreciada desde un principio y que no sabía el motivo. Pero no recibió explicaciones, sino un silencio que creyó -equivocadamente- implicaba el reconocimiento de lo que venía pasando. A lo mejor, era una señal de arrepentimiento... Se equivocó. En la última reunión del año, su jefa le avisó que ése era su último día de trabajo. “No te necesito más, le dijo delante de todos. Fue humillante”.

“Una compañera, entonces, le aconsejó acercarse al comité de convivencia laboral de la empresa y ellos la defendieron. Una mujer, a la que le agradece su ayuda, le dijo que se quedara tranquila, que la iban a reincorporar”. Y así fue. Se organizó una reunión con el director de la entidad, quien le aseguró que la reincorporaría ya que valoraba su trabajo y que, además, tenía evidencias sobre las actitudes de la mujer que la había hostigado. Al final, a su ex jefa no la sancionaron, pero quedó confinada en otro puesto. Hoy, Rosa trabaja en el mismo organismo, aunque en otro departamento. “Sus compañeros son muy buena gente, aunque, todavía, un año después, tiene que vencer el miedo de hacer las cosas mal, y con el eterno temor a ser echada. Rosa  piensa que lo que le pasó, no es casual, no le pasa a cualquiera. Al comienzo ella aceptaba las críticas y las observaciones que le hacía su jefa, se sentía culpable, sin darse cuenta de que era víctima de abuso. Y así se fue anulando poco a poco. Sentía que era una inútil, que no servía para nada. Por suerte reacciono y pudo salir adelante”.

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