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Ensayo Sobre La Humanidad

thejols4 de Marzo de 2014

702 Palabras (3 Páginas)347 Visitas

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Fernando Meirelles pedía disculpas a los asistentes del preestreno barcelonés de A ciegas por las imágenes tan duras que iban a presenciar. Para quien no conociera el Ensayo sobre la ceguera de Saramago, sin duda le sorprendería la crudeza de algunas escenas, sobre todo las que tienen lugar durante la improvisada cuarentena para ciegos. Pero los que alguna vez leyeron la novela del Nobel portugués seguramente recordarán la sensación de angustia que provocaban algunos pasajes, hasta el punto de resultar incómoda su simple lectura. La adaptación no obvia los momentos más duros del relato, pero sí elude algunos escabrosos detalles que hubieran hecho del filme una auténtica pesadilla.

La recreación de un mundo sumido en el caos tras caer todos sus habitantes en una inexplicable ceguera blanca es meritoriamente realista. De bien seguro que Saramago se quedó corto al suponer la degradación a la que puede sucumbir un ser humano en estado de emergencia, sin orden ni control. Aún así, el relato representa una visión muy pesimista, aunque seguramente real, sobre el género humano. Robos, saqueos, chantajes, violaciones, asesinatos. Todas las miserias que afloran en las situaciones límite quedan reflejadas en el filme y, aún así, pese a su extrema dureza, se quedan cortas en comparación con el libro.

Reflejar en apenas dos horas toda la sordidez de Ensayo sobre la ceguera no era tarea fácil. Puestos a recortar situaciones, Meirelles decidió eliminar aquellas susceptibles de provocar rechazo en el espectador, como por ejemplo la de personas defecando en mitad de la calle o fornicando como animales en celo. Detalles superfluos e incómodos que no restan mérito a una adaptación absolutamente fidedigna del relato original.

Cuentan que a Saramago se le soltaron las lágrimas cuando visionó la película por primera vez. Y no es para menos. Pocas veces la adaptación de un best seller consigue una recreación tan fiel en su traslado a la pantalla. De principio a fin se mantienen las escenas que plantea la novela, con un principio de impacto y un desarrollo casi terrorífico. Es quizá en el desenlace donde el cariz reflexivo de la novela queda un poco más desdibujado, debido en parte a la escasez de una voz en off reveladora.

“Somos ciegos que pueden ver, pero no ven” reflexionaba el narrador entre las páginas de la novela. La sensación de impotencia de la protagonista, la única vidente entre ciegos, y, sobre todo, sus pensamientos en torno a la venda que cubre los ojos de todo ciudadano occidental a duras penas quedan reflejados en el filme. Era la previsible dificultad con la que iba a encontrarse cualquiera que osara trasladar a imágenes una obra de tanto impacto visual pero tan complicada.

Algunos momentos que en la novela quedan minuciosamente descritos rozan el ridículo cuando se reducen a unos cuantos segundos de metraje, como por ejemplo la entrada en fila india de los ciegos al recinto en el que serán recluidos. De nuevo, la máxima de que una imagen vale más que mil palabras se incumple en aquellos casos en los que el poder de la letra escrita y de la imaginación pueden más que la explicitud.

Aunque A ciegas falle, como no podía ser de otra forma, a la hora de reflejar el trasfondo filosófico de la novela, su contenido no se aleja en ningún momento del espíritu de Ensayo sobre la ceguera. La descripción de una humanidad en plena decadencia no queda alterada en su traslado a la pantalla, gracias también a la aportación de una Julianne Moore apoteósica. La escena que protagoniza a la salida de un supermercado, aferrándose a sus bolsas repletas de comida frente a ciegos hambrientos, es la más evocadora del filme.

No sucede lo mismo con Gael García Bernal, con una interpretación de chiflado que es quizá la que más se aleja de su personaje de papel, algo que en cambio sí consigue el viejo que lo acompaña y que ya era ciego

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