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Enviado por   •  17 de Junio de 2013  •  1.365 Palabras (6 Páginas)  •  189 Visitas

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Venezuela como país energetico

somos sin duda un país energético y ya eso se ha repetido tantas veces que suena a perogrullada. En el mundo se nos conoce como país con grandes recursos energéticos, como el petróleo y el gas, aparte de otras riquezas minerales, vegetales y acuíferas. El conocimiento desarrollado por la Revolución Bolivariana ha hecho conscientes a todos los venezolanos de que poseemos las mayores reservas del mundo conocidas hasta el presente y también unas enormes reservas de gas, en un mundo cada vez más necesitado de energía. Cosa que se mantuvo oculta durante un par de décadas en gobiernos anteriores al actual de Hugo Chávez.

Pero no es solamente por eso que somos un país energético, sino que existen otras razones también para atizar el carácter de potencia energética que ahora mantenemos. Y quiero hablar precisamente de esas otras razones que nos dan el pomposo título de potencia energética.

Venezuela es un país en revolución. Once años de cambios que son revolucionarios. Quien lo dude carece de olfato histórico para saber captar cuándo otro bloque social ascendente llega al poder, no una nueva generación, sino un bloque social.

Comienza entonces un desplazamiento, aunque sea por etapas, del bloque social dominante hasta entonces, y comienza una transformación desde el aparato del Estado para generar un sistema que represente el interés de la nueva mayoría de la población. A eso, en cualquier texto clásico, se lo llama “revolución”. La nota más destacada y novedosa de esta Revolución Bolivaria es su carácter pacífico democrático y electoral. ¡Un verdadero milagro hasta el momento!

En las revoluciones del pasado, constatamos que al lado de una o varias clases sociales en ascenso, se daba un desplazamiento del poder de las aristocracias, oligarquías o burguesías dominantes. A su vez eso significaba una revolución “energética” en aquellos escenarios políticos, a los que se les creía débiles por el desorden y dispersión de valores que aparentaban. Pero cuando el Estado revolucionario francés, por ejemplo, fue atacado e invadido por otras potencias europeas, se tensaron las fuerzas revolucionarias francesas, y la energía brotó como para construir un gran ejército que repelió las agresiones exteriores. ¡Brotó la energía revolucionaria! Y la revolución hizo más poderosa a Francia, a pesar de la violencia despiadada ejercida contra las clases aristocráticas, siempre dispuestas a hacer la contrarevolución. Hablamos del poder energético que liberaba un pueblo en revolución asediado por las monarquías circundantes.

Por otro lado, toda revolución auténtica viene acompañada de su pareja inevitable que es la contrarevolución. Podría afirmarse, basados en la experiencia histórica y en un simple ejercicio de razonamiento social, que si una revolución social consiste en el proceso de substitución de una clase social por otra en el ejercicio del poder político, entonces la contrarevolución es inseparable acompañante de todo proceso revolucionario, y a veces logra desbaratar el proceso revolucionario que combate. En otro sentido se ha dicho que “la contrarevolución es el látigo de la revolución” (Lenin). Pero desde la contrarevolución, lo inverso también es válido.

Lo dicho puede ilustrarse con varios ejemplos, como el caso del ascenso nazi en la Alemania de 1933, que podríamos llamar también revolución triunfante de la ultraderecha, porque creemos que eso es lo que fue, aunque dentro de sus límites, y a pesar de que ella misma fue primeramente contrarevolución en marcha contra el avance de las fuerzas comunistas y socialistas en la Alemania de aquellos tiempos.

También en la España de 1936 la contrarevolución, tras una cruenta guerra civil, acabó triunfando sobre el intento de construir una república izquierdista o popular, que venía a substituir a la monarquía tradicional. En los casos de la Indonesia de Sukarno (el baño de sangre contra los comunistas), el Chile de Allende (la vía democrática hacia la revolución socialista totalmente frustrada) y la ofensiva de los fascismos sudamericanos del cono sur, como así mismo lo ocurrido en Centroamérica durante la década de los 70 dan cuenta de cómo la contrarevolución se muestra potente y contiene una fuerza altamente represiva orientada a la destrucción física del “enemigo” político.

No cabe duda de que jugar a la contrarevolución siempre es más fácil, y recurrente

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