Felipe Franco
k18danielaInforme8 de Noviembre de 2012
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ATAQUES QUE NO SE CONTROLAN
Felipe Franco estudia para sus exámenes finales de la universidad, Felipe estudia filosofía pero se le dificulta concentrarse, en una semana a consumido 12 cajas de cigarrillo.
Felipe tiene 28 años, su rostro es pálido y triste, cada vez que lo miro a los ojos veo en él un hombre débil, triste, desesperado y angustiado.
No sale mucho de su casa y las pocas veces que sale, sale a comprar cigarros o a estudiar, sin embargo, en los últimos meses no ha ido muy de seguido a clases. Es adicto al cigarrillo, aunque él dice que son ataques que le dan, no importa la hora ni el lugar, solamente dirige su mano al bolsillo del pantalón, saca la caja y coge un cigarrillo.
Todo esto, es para él un placer, un impulso que puede con él; Felipe fuma para olvidar sus problemas y sus tristezas.
Cuando esta solo y no tiene nada que hacer, la tristeza llega y es ahí donde el placer que le genera su mente le pide cigarros; a veces, es lo único que hace durante todo el día, siempre se deja llevar por el deseo o como él dice, por los ataques.
-Estos ataques son como espíritus o es el mismo diablo que se mete en mi mente, a veces pienso que no soy yo, es otra persona- dice Felipe.
Antes de llegar a la adicción del cigarrillo, Felipe tenía una vida perfecta. Vivía con su familia, tenia amigos y era alegre pero luego empezaron las fiestas, alcohol y cigarrillo. A los 19 años empezó a fumar con un cigarrillo al día, hoy fuma dos cajas de cigarrillo en el día.
En las mañanas Felipe se levanta triste, cansado; lee un libro, se toma un café y a las 8:00 am ya esta fumando. Cuando se arregla, trata de no verse mucho al espejo, pues le desagrada su aspecto físico.
Antes se vestía a la moda pero ya nada de esto le gusta, así que a la hora de vestirse, viste prendas oscuras.
Felipe piensa que en él ya no hay nada que hacer; dice que el cigarrillo lo domina, por lo tanto no lo puede controlar.
Durante el día se siente cansado físicamente, débil; tiene miedo de sufrir un infarto y morir.
Muchas personas lo juzgan, lo señalan y se ríen. Muchas personas le dicen que si quisiera y tuviera voluntad de recuperarse se internaría, buscaría ayuda. Él solo se ríe de las murmuraciones y solo dice “voluntad hay, lo que no hay son fuerzas”.
Con una aparente sonrisa en su boca y sus ojos demacrados dice que ni la familia, ni los amigos, ni mucho menos los médicos podrían ayudarle a dejar el cigarrillo.
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