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Gould


Enviado por   •  30 de Abril de 2013  •  Síntesis  •  1.194 Palabras (5 Páginas)  •  246 Visitas

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¿El Hombre? ¡UNA CASUALIDAD!

por Stephen Jay Gould.

No somos más que un glorioso accidente, sostiene el famoso paleontólogo norteamericano. Asegura que la humanidad no es sino un extraño y reducido fenómeno dentro de un planeta regido por las bacterias.

Para la inmensa mayoría, Charles Darwin estableció que los hombres estamos íntimamente emparentados con los monos, con los que compartimos un ancestro, desaparecido hace unos cuantos millones de años. La teoría de la selección natural es así traducida al idioma cotidiano con la inexacta pero impactante frase: "El hombre desciende del mono". Y aunque al principio este parentesco animal fue duro de digerir, la humanidad pronto consoló su ego golpeado ubicándose en la cumbre del proceso evolutivo.

Para el polémico paleontólogo estadounidense Stephen Jay Gould, en cambio, esta visión resulta restringida y mezquina. Él sostiene que las ideas de Darwin implicarían que nuestra especie, lejos de ser la cúspide de una tendencia natural hacia la complejidad, es tan sólo un accidente, una rama menor y fortuita del frondoso árbol de la vida, compuesto por una abrumadora mayoría de organismos unicelulares. Y, dejando de lado cualquier postura religiosa, sus planteos obligan al "rey de la creación" a bajar del trono de la soberbia evolutiva y a digerir una buena dosis de humildad.

Juegos de azar

Gould se hizo famoso predicando que la evolución no tiene un sentido predeterminado. Basándose en el análisis de las grandes extinciones (desapariciones masivas de especies) asegura que la contingencia, los accidentes cósmicos, el azar, juegan un papel central en el destino de las especies. Sin el célebre meteorito caído hace sesenta y cinco millones de años, por ejemplo, otro habría sido el camino seguido por los dinosaurios y otros habrían sido los organismos en este planeta.

La difundida idea del progreso evolutivo (según la cual las especies marchan hacia una mayor complejidad y perfección) sería tan sólo una ilusión antropocéntrica y un producto del berretín progresista que teñía el pensamiento del siglo pasado, cuando se difundió la teoría de la evolución.

De las especies existentes, la inmensa mayoría son organismos unicelulares -bacterias, algas y otros tipos de microbios-. Y ocho de cada diez organismos pluricelulares son insectos. De las cuatro mil especies de mamíferos -una minoría matemáticamente despreciable- sólo una, nosotros, es consciente de su propia existencia.

El caballo y el murciélago

El error, para Gould, consiste en observar la historia de la vida en la Tierra como una línea simple que va desde los organismos unicelulares hasta los animales y los vegetales, incluido el hombre. Sin embargo, la vida se mueve en varios planos y genera un árbol tridimensional mucho más complejo que una cadena sencilla de especies relacionadas.

Si examináramos con detenimiento la increíble cantidad de variaciones de la materia viva apreciaríamos que el desarrollo de determinados organismos -el hombre o el caballo, por ejemplo- aparentemente muy exitosos, ejemplos vivientes del progreso evolutivo, no son más que vagones en vía muerta, ramas poco vigorosas que dejaron de multiplicarse en nuevos brotes y terminaron en especies solitarias.

Desde este punto de vista, entre los mamíferos los grupos exitosos serían los roedores, los murciélagos y los antílopes: muestran una gran variedad y mucho vigor para diversificarse en nuevas especies. Pero si se considera todo el espectro de lo viviente, los mamíferos resultan, a su vez, un carril poco prolífico y de un desarrollo bastante decepcionante.

Esta percepción equivocada del proceso evolutivo se debería, según Gould, a que extendemos la tendencia "al progreso" observada dentro de un grupo o una rama en particular -la del hombre, por ejemplo-

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