LEYENDAS DE ZACATECAS
RicardoMaciasM4 de Marzo de 2014
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Leyendas de Zacatecas
AŃO NUEVO
Habéis visto nacer el Ańo Nuevo? ˇEl ańo nuevo nace en el Cerro de la Bufa! żNo lo creéis? Os voy a contar cómo. El Cerro de la Bufa es, en su interior, una gruta inmensa. Si algún día lográis encontrar la puerta secreta que existe en el Crestón y entráis por una larga escalinata de mármol, os daréis cuenta de que en el interior del Cerro de la Bufa existe un palacio extenso y bellísimo. El piso está hecho de plata. Grandes lozas del precioso metal lo cubren. Las paredes son todas de oro macizo y por todas partes brilla una luz intensa producida por la multitud de las piedras preciosas que cuelgan del techo. Del techo y de las paredes penden perlas, granates, diamantes, rubíes, que despiden luces blancas, azules, verdes, amarillas, rojas, y que dan al castillo un aspecto fantástico y extrańo. Pero lo más importante es que el interior del Cerro de la Bufa está habitado. Millares de gnomos viven en él. żSabéis lo que es gnomos? Los gnomos son los duendes, los fabricantes y los guardianes de los metales y de las piedras preciosas que hay en las minas. Son unos seres pequeńísimos, que apenas levantan cincuenta centímetros del suelo. Su piel es blanca, llevan una grande melena y poseen unos ojos pequeńísimos. Portan un gran bigote y una barba descomunal. Los gnomos son parientes de los enanos; de aquellos enanos amigos de Blanca Nieves. Y se visten como ellos. Con un gorro de color rojo, terminado en punta, y con un vestido de payaso. Pues bien la gruta del Cerro del Bufa está invadida por estos seres diminutos y exóticos. Y he aquí estos enanos tienen un encargo especial y muy delicado. Consagran su vida a cuidar, a alimentar y conservar los Ańos Nuevos.
Porque habéis de saber que en el interior del castillo hay gran salón de cristal. Algo así como el aparador muy grande de una tienda y dentro de ese salón de cristal los enanos tienen guardados a los Ańos Nuevos. Estos son unos nińos hermosos, blancos, como el marfil, sonrosados, de cabello rubio y ensortijados, robustos. Y los gnomos los tienen guardados en pequeńas cajas,envueltos en algodón para que no mueran de frío. Y a todas horas los vigilan, los alimentan, los miman. Porque si los dejan morir, ya no habría Ańo Nuevo. Se acabaría el tiempo y se acabaría el mundo. Cada ańo cuando el mes de diciembre toca a las puertas de las casas de los hombres, los gnomos celebran, en el interior del palacio, una asamblea general. La junta es presidida por un enano más viejo. Y en esa reunión se discute cual de los Ańos Nuevos, encerrados en el salón de cristal, está mejor parado, más robusto, mejor dotado para echarlo al mundo. Los enanos gritan, opinan, objetan, se enfurecen, patalean, dan volteretas, hacen berrinches. Y finalmente, por medio de una votación secreta, eligen al Ańo Nuevo que habrá de salir a recorrer el mundo.
El día último del ańo es de gran fiesta dentro del castillo. ¡Hay que despedir al Ańo Nuevo que abandona el hogar paterno! Hay más luz que de costumbre. Los gnomos gritan y cantan. Brindan en diminutas copas, con néctares pétreos, por el huésped que se va. Colocan al elegido sobre un gran trono, en medio del castillo; todos giran a su alrededor en danzas frenéticas; se dicen los dirambos, las frases y los gritos anodinos. El enano más viejo entrega al Ańo Nuevo sonríe y se despide de todos. Mientras tanto acá afuera, en la ciudad pocas gentes se dan cuenta de lo que pasa. A las once cuarenta y cinco de la noche, en punto, una gran sombra atraviesa la ciudad y va a colocarse sobre el Crestón de la Bufa. Es el Ańo Viejo que regresa de su correría prolongada. Es un viejo largo inmenso, que parece, llegar hasta las estrellas; se nota enjuto y encorvado; sus vestidos parecen sucios y desgarrados; el cabello y la barba son largos, blanquísimos y desmelenados y se aprecian sucios por el polvo de los caminos.
El viejo trae en sus manos lánguidas un bordón, una alforja vacía y una lampara de petróleo. ˇEs el Ańo viejo que ha regresado de su largo viaje! Pero ˇoh, que milagro!: cuando suena la última campanada de las doce de la noche en reloj de Catedral, el Cerro de la Bufa se ilumina con un resplandor vivísimo, como si hubiera encendido en él una hoguera gigantesca. Luego se levanta el peńasco enorme que cubre la entrada del castillo. Del interior sale un resplandor más vivo todavía. Se escuchan himnos extrańos. Se oye el eco de cánticos rarísimos. De pronto surge la gran visión. Llevado en peso por miles de enanos, aparece por encima de las rocas del Crestón, el “Ańo Nuevo”, radiante, coronado, bellísimo. Los gnomos lo elevan muy alto, hasta perderse de vista en la última estrella y allá lo abandonan para que inicie su gran caminata por el mundo.
En la ciudad las gentes bailan, brindan, gritan, se felicitan por la llegada del Ańo Nuevo y no se dan cuenta de que, en la gruta que está dentro del Cerro de la Bufa, los gnomos asisten conmovidos a los funerales solemnes del Ańo Viejo, que yace en el suelo, inmóvil para siempre.
Leyendas de Zacatecas
Callejón De Los Perros
El estrafalario nombre de “Cajón de Riales” con que el vulgo moteaba a Dońa Nicolasa Rojas, se debía a que cuando algún indiscreto aludía a las muchas riquezas que se presumía estaba reuniendo, ella contestaba: “Apenas un cajoncito de riales para mantener a mis animalitos”, porque su casa contenía multitud de perros de todos tamańos, razas y colores. Su oficio era de prestamista, su casa estaba situada detrás de la calle de la estación de Ferrocarril y era la mejor y la más grande de aquel barrio; tenía un postigo por donde hacía sus operaciones financieras a fin de que nadie penetrara en su antro, cosa que nadie deseaba por temor a los perros. Todo el mundo la aborrecía, por el alboroto que armaban por las noches especialmente de luna, los vecinos no podían dormir.
Se rumoraba que traficaba con alhajas robadas, pero nadie se atrevía a denunciarla. En una ocasión llegaron los titiriteros a esta Ciudad y pusieron su carpa en la “Plazuela de Carretas”, eran tres hombres y dos mujeres con aspecto de gitanos; uno negro parecía el jefe. “Dońa Cajón”, que nunca iba a ninguna parte, asistía todas las noches a sus funciones. A la salida, el negro la acompańaba a su casa. La última noche la vieron los vecinos cenar con los artistas en una fonducha instalada cerca de la carpa. Al día siguiente amaneció robado el Santuario de Nuestra Seńora del Patrocinio de la Bufa; una gran indignación causó en toda la ciudad el sacrilegio atentado; las autoridades tomaron cartas en el asunto, pero nada lograron remediar.
Pocos días después hubo cambio de personal en el rastro y el nuevo mozo no supo de la obligación de llevar la carne hasta la casa de “Dońa Cajón”, por la noche los aullidos de los perros se hacían insoportables, hasta que los vecinos espantados por esa espantosa jauría se vieron obligados a quejarse a las autoridades. El espectáculo que presenciaron los curiosos que acompańaron a los policías fue horrible: en un inmundo cuarto yacía “Dońa Cajón” devorada por los perros. En un armario había multitud de joyas y entre ellas, las robadas a la Virgen del Patrocinio, igualmente que sus vestiduras. Todo el mundo atribuyó justo castigo del cielo la muerte horrible de la prestamista. Desde entonces se denomina Calle de los Perros.
Leyendas de Zacatecas
El Callejon Del Indio Triste
Era el ańo de 1548. Veinte meses hacía que estas tierras estaban bajo el dominio espańol. El pueblo de Tlacuitlapán, todo desolación, porque su Seńor y Caudillo, el valiente Tlácuitl, se encontraba moribundo en su prisión. Su hija, la hermosa Xúchitl, la última princesa chichimeca, se hallaba a su lado llorando amargamente y unos cuantos servidores le acompańaban. De pronto, un destello de esperanza iluminó los empańados ojos del agonizante: era el Seńor del Pánuco, su gran amigo y aliado, Xólotl, el valiente, burlando la vigilancia a los carceleros, acababa de llegar. Haciendo un penoso esfuerzo, el moribundo, le hizo una seńa de que se acercara hasta su lecho y tomándolo lo unió a la mano desamparada de Xúchitl; y como si nada más esto esperara, cerró para siempre sus ojos, dejando a su pueblo a merced del vencedor y a su hija bajo el amparo de su proscrito.
Cuando Xúchitl comprendió que su padre había muerto, deshaciéndose de la mano de su prometido, se arrojó sobre el cadáver, pidiendo que le llevara consigo. Después de los funerales del último Seńor de Tlacuitlapán, quedaron en libertad sus servidores y Xúchitl se fue a vivir con ellos. Xolótl también quedó libre y en vano rogaba a Xúchitl que se casara con él, en cumplimiento de la voluntad de su padre; ella le contestaba que su pesar era tan grande que no quería saber nada de amores. Pero la verdad era que la ironía del destino, Xúchitl se había enamorado del Capitán D. Gonzalo de Tolosa, sobrino del conquistador Don Juan de Tolosa. Lo había conocido en la prisión y a su poderosa influencia debía que ni su padre, ni ella, ni ninguno de sus servidores fueran maltratados; su padre fue debidamente atendido durante su enfermedad y sus funerales fueron dignos de su rango; por eso lo amaba con todas sus fuerzas de alma virgen.
El también la quería y sólo esperaba, para hacerla su esposa, que dejara la religión de sus mayores y se hiciera istiana. Fray Diego de la Veracruz, había emprendido la catequización de la princesa que avasallada por el amor de D.Gonzalo se rendía sumisa a todas las exigencias de éste. Un día supo Xólotl que su adorada Xúchitl se casaba con el Capitán después de abjurar sus religiones y recibir el bautismo con el nombre
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