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LIMITACIÓN E IMPERFECCIÓN DE LA PALABRA

formarSíntesis13 de Mayo de 2014

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LIMITACIÓN E IMPERFECCIÓN DE LA PALABRA

En varias ocasiones Goethe manifestó su inconformidad en relación con el valor de la palabra. Consideraba que ésta era un instrumento imperfecto en manos del hombre. De nada sirve al ser humano el alcanzar la contemplación de los misterios si no puede expresarlos después, si no puede comunicarlos a los demás.

Nos fundamentaremos en varios momentos del Fausto para analizar el presente aspecto, al mismo tiempo que identificaremos y analizaremos las diferencias y semejanzas con algunos enfoques de que aparecen en varios cuentos de El Aleph de Jorge Luis Borges.

La palabra al servicio del saber positivo

Los largos años de vida dedicados por Fausto al estudio de las ciencias, llegaron a demostrarle la inutilidad de un saber positivo que se mueve con un tráfico inútil de palabras. El hombre termina por sentirse realmente desvalido ante este problema, porque cuando desea establecer un acercamiento con los otros seres humanos no le es posible. Se ve obligado a recurrir a la palabra y ésta resulta inapropiada, limitada, estéril.

El problema de la transmisión del conocimiento es lo que preocupa al científico. Por eso en el primer monólogo de la tragedia, el personaje se siente desilusionado y escéptico en lo que se refiere a su contacto de años con la ciencia.

Y si bien no lo dice expresamente, se puede leer entre líneas la profunda desazón que se apodera de él cuando comprende que su verdadero mensaje no ha llegado realmente a nadie. Sólo ha conseguido, en sus largas temporadas como maestro, formar alumnos engreídos y arrogantes como es el caso de Wagner. Discípulos incapaces de llegar al máximo conocimiento, el de la propia ignorancia, y que se acercan a él para pedirle la fórmula del conocimiento definitivo y total. Estos estudiantes han recibido un mensaje parcial y han caído en el viejo pecado de considerarse semejantes a los misterios que analizan, por el sólo hecho de haberse asomado a ellos.

Todo lo dicho implica la idea del fracaso de este anciano doctor y conlleva la noción de una palabra avara, de una palabra que pretendió encerrar un concepto, pero que jamás lo consiguió dada la naturaleza escurridiza del mismo.

Precisamente, en medio de este escepticismo, el doctor Fausto decide abandonar el estudio de las ciencias y se entrega a la magia. La nueva experiencia lo conducirá también a la desazón, pero de una forma distinta.

El sentido de la palabra en la magia

Si continuamos en el terreno interpretativo del Fausto podremos constatar que cuando Fausto abre el libro de Nostradamus y ve el signo del macrocosmos, todo aparece muy claro ante él.

Entregado de lleno al problema del conocimiento, y después de haber vivido la angustia de un saber inoperante, cree hallar, en una manifestación ajena a la ciencia, todo aquello que la misma ciencia le había negado. Nuevamente la palabra cumple un papel primordial, porque mediante ella el hombre puede conjurar las fuerzas de la naturaleza. En términos mágicos, nombrar al objeto significa entrar en posesión de él.

A nivel de un saber teórico, nombrar al objeto implica tan sólo comenzar a plantearse el problema, intentar un acercamiento paulatino al mismo. En la magia, la palabra permite crear el objeto.

Pero todo resulta igualmente efímero, porque si bien, mediante la palabra como expresión mágica, Fausto puede llegar a la contemplación directa de todos los misterios, puede sentirse actor en el drama del universo, esto sucede tan sólo por escasos momentos. El personaje comprenderá que no consigue retener todo aquello que la magia le ha permitido contemplar cara a cara.

Y es así que ese inmenso espectáculo resulta un efímero momento, un espejismo que el anciano doctor quisiera conservar en lo más profundo de su ser.

La palabra lo ha llevado ante el universo infinito,

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