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La Nausea

trafix22 de Noviembre de 2013

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HOJA SIN FECHA

Lo mejor sería escribir los acontecimientos cotidianamente. Llevar un diario

para comprenderlos. No dejar escapar los matices, los hechos menudos, aunque

parezcan fruslerías, y sobre todo clasificarlos. Es preciso decir cómo veo esta

mesa, la calle, la gente, mi paquete de tabaco, ya que es esto lo que ha cambiado.

Es preciso determinar exactamente el alcance y la naturaleza de este cambio.

Por ejemplo, ésta es una caja de cartón que contiene la botella de tinta. Habría

que tratar de decir cómo la veía antes y cómo la1 ahora. ¡Bueno! Es un

paralelepípedo rectángulo; se recorta sobre... es estúpido, no hay nada que decir.

Pienso qué éste es el peligro de llevar un diario: se exagera todo, uno está al

acecho, forzando continuamente la verdad. Por otra parte, es cierto que de un

momento a otro —y precisamente a propósito de esta caja o de otro objeto

cualquiera—, puedo recuperar la impresión de ante ayer. Debo estar siempre

preparado, o se me escurrirá una vez más entre los dedos. No 2 nada, sino

anotar con cuidado y prolijo detalle todo lo que se produce.

Naturalmente, ya no puedo escribir nada claro sobre las cuestiones del

miércoles y de anteayer; estoy demasiado lejos; lo único que puedo decir es que

en ninguno de los dos casos hubo nada de lo que de ordinario se llama un

acontecimiento. El sábado los chicos jugaban a las tagüitas y yo quise tirar, como

ellos, un guijarro al agua. En ese momento me detuve, dejé caer el guijarro y me

fui. Debí de parecer chiflado, probablemente, pues los chicos se rieron a mis

espaldas.

Esto en cuanto a lo exterior. Lo que sucedió en mí no ha dejado huellas. Había

algo que vi y que me disgustó, pero ya no sé si miraba el mar o la piedrecita. La

piedra era chata, seca de un lado, húmeda y fangosa del otro. Yo la tenía por los

bordes, con los dedos muy separados para no ensuciarme.

Anteayer fue mucho más complicado. Y hubo además esa serie de

coincidencias y de quid pro quo que no me explico. Pero no me entretendré

poniendo todo esto por escrito. En fin; lo cierto es que tuve miedo o algo por el

estilo. Si por lo menos supiera de qué tuve miedo, ya sería un gran paso.

Lo curioso es que no estoy nada dispuesto a creerme loco; hasta veo con

evidencia que no lo estoy: todos los cambios conciernen a los objetos. Por lo

1 Espacio en blanco.

2 Hay una palabra tachada (quizá “forzar” o “forjar”); otra, agregada encima, es ilegible.

2 Jean Paul Sartre

La Náusea

menos quisiera estar seguro de esto.

Las diez y media3

Acaso después de todo, fue una ligera crisis de locura. Ya no quedan rastros.

Hoy los extraños sentimientos de la otra semana me parecen muy ridículos: ya

no me convencen. Esta noche estoy muy a mis anchas, burguesamente, en el

mundo. Éste es mi cuarto, orientado hacia el noreste. Abajo la calle des Mutilés y

el depósito de la nueva estación. Desde mi ventana veo, en la esquina del bulevar

Victor-Noir, la luz roja y blanca del Rendez-vous des Cheminots. Acaba de llegar el

tren de París. La gente sale de la antigua estación y se desparrama por las calles.

Oigo pasos y voces. Muchas personas esperan el último tranvía. Han de formar

un grupito triste alrededor del pico de gas, justo debajo de mi ventana. Bueno,

todavía tienen que esperar unos minutos: el tranvía no pasará antes de las diez y

cuarenta y cinco. Con tal de que esta noche no lleguen viajantes de comercio;

tengo tantas ganas de dormir y tanto sueño atrasado. Una buena noche, una sola,

barrerá con todas estas

...

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