La Oración
Enviado por erica925 • 11 de Julio de 2014 • 3.079 Palabras (13 Páginas) • 191 Visitas
TEMA 39. LA ORACIÓN1
1. QUÉ ES LA ORACIÓN
En castellano se cuenta con dos vocablos para designar la relación consciente y coloquial
del hombre con Dios: plegaria y oración. La palabra “plegaria” proviene del verbo latino
precor, que significa rogar, acudir a alguien solicitando un beneficio. El término “oración”
proviene del substantivo latino oratio, que significa habla, discurso, lenguaje.
Las definiciones que se dan de la oración, suelen reflejar estas diferencias de matiz que
acabamos de encontrar al aludir a la terminología. Por ejemplo, San Juan Damasceno, la
considera como «la elevación del alma a Dios y la petición de bienes convenientes»2;
mientras que para San Juan Clímaco se trata más bien de una «conversación familiar y unión
del hombre con Dios»3.
La oración es absolutamente necesaria para la vida espiritual. Es como la respiración que
permite que la vida del espíritu se desarrolle. En la oración se actualiza la fe en la presencia
de Dios y de su amor. Se fomenta la esperanza que lleva a orientar la vida hacia Él y a confiar
en su providencia. Y se agranda el corazón al responder con el propio amor al Amor divino.
En la oración, el alma, conducida por el Espíritu Santo desde lo más hondo de sí misma
(cfr. Catecismo, 2562), se une a Cristo, maestro, modelo y camino de toda oración cristiana
(cfr. Catecismo, 2599 ss.), y con Cristo, por Cristo y en Cristo, se dirige a Dios Padre,
1 La Iglesia profesa su Fe en el Símbolo de los Apostóles (Primera parte de estos guiones). Celebra el
Misterio, es decir, la realidad de Dios y de su amor a la que nos abre la fe, en la Liturgia
sacramental (Segunda parte). Como fruto de esa celebración del Misterio los fieles reciben una vida
nueva que les lleva a vivir de acuerdo con la condición de hijos de Dios (Tercera parte). Esa
comunicación al hombre de la vida divina reclama ser recibida y vivida en actitud de relación
personal con Dios: esta relación se expresa, desarrolla y potencia en la oración (Cuarta parte).
2 SAN JUAN DAMASCENO, De fide orthodoxa, III, 24; PG 94,1090.
3 SAN JUAN CLÍMACO, Scala paradisi, grado 28; PG 88, 1129.
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participando de la riqueza del vivir trinitario (cfr. Catecismo, 2559-2564). De ahí la
importancia que en la vida de oración tiene la Liturgia y, en su centro, la Eucaristía.
2. CONTENIDOS DE LA ORACIÓN
Los contenidos de la oración, como los de todo diálogo de amor, pueden ser múltiples y
variados. Cabe, sin embargo, destacar algunos especialmente significativos:
Petición.
Es frecuente la referencia a la oración impetratoria a lo largo de toda la Sagrada Escritura;
también en labios de Jesús, que no sólo acude a ella, sino que invita a pedir, encareciendo el
valor y la importancia de una plegaria sencilla y confiada. La tradición cristiana ha reiterado
esa invitación, poniéndola en práctica de muchas maneras: petición de perdón, petición por
la propia salvación y por la de los demás, petición por la Iglesia y por el apostolado, petición
por las más variadas necesidades, etc.
De hecho, la oración de petición forma parte de la experiencia religiosa universal. El
reconocimiento, aunque en ocasiones difuso, de la realidad de Dios (o más genéricamente de
un ser superior), provoca la tendencia a dirigirse a Él, solicitando su protección y su ayuda.
Ciertamente la oración no se agota en la plegaria, pero la petición es manifestación decisiva
de la oración en cuanto reconocimiento y expresión de la condición creada del ser humano y
de su dependencia absoluta de un Dios cuyo amor la fe nos da conocer de manera plena (cfr.
Catecismo, 2629.2635).
Acción de gracias.
El reconocimiento de los bienes recibidos y, a través de ellos, de la magnificencia y
misericordia divinas, impulsa a dirigir el espíritu hacia Dios para proclamar y agradecerle
sus beneficios. La actitud de acción de gracias llena desde el principio hasta el fin la Sagrada
Escritura y la historia de la espiritualidad. Una y otra ponen de manifiesto que, cuando esa
actitud arraiga en el alma, da lugar a un proceso que lleva a reconocer como don divino la
totalidad de lo que acontece, no sólo aquellas realidades que la experiencia inmediata
acredita como gratificantes, sino también de aquellas otras que pueden parecer negativas o
adversas.
Consciente de que el acontecer está situado bajo el designio amoroso de Dios, el creyente
sabe que todo redunda en bien de quienes –cada hombre– son objeto del amor divino (cfr.
Rm 8, 28). «Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al
día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado. —Porque no tienes lo que
necesitas o porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también
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