La Princesa Rusa
dyanara13 de Diciembre de 2011
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MEMORIAS
DE UNA
PRINCESA
RUSA
Primera parte
Lo que sigue es un resumen del diario que llevaba, de manera circunstancial y
detallada, la distinguida persona de cuya historia íntima trata. Aunque se verifica
cotidianamente, es curioso que -por necesario que parezca ocultar nuestros defectos y
debilidades a la vista de otros- a menudo se descubre que un relato completo de
nuestras acciones y nuestra conducta -escrito por la propia mano, inmutable e
innegable- permanece en forma de diario íntimo: en un registro de hechos, fantasías y
emociones que siempre tendríamos que haber estado ansiosos, y lo estábamos, por
enterrar en el olvido. Hay alguna camaradería en la mera comunión de la pluma y el
papel? ¿Se alivian en cierta medida los pensamientos egoístas y acciones secretas
confiándolas al papel bajo la forma de un diario? Un diario que, naturalmente, será
destruido -¡siempre será destruido!-, cela va sans dire. ¿No ocurre que un algo secreto,
afín al orgullo y la satisfacción, brota en el individuo en el mismo devilment, e inspira
la sensación de que es una pena que no quede constancia de tanta astucia, de una
gratificación bien ganada, aunque sólo sea para nuestro uso futuro... y que luego será
entregado a las llamas? ¿Cuántos conocimientos debe el mundo a los diarios íntimos, y
cuántos de éstos estaban destinados a ver la luz? Esa sería una cuestión interesante
para analizar, aunque no es la que nos ocupa de momento. Baste decir que la
distinguida e influyente persona, de cuyas copiosas notas privadas he entresacado
audazmente lo que sigue, ya no existe, y que su diario íntimo, con otros documentos y
efectos familiares, quedó bajo la custodia del bibliotecario de uno de los Depósitos del
Patrimonio Ruso del gobierno de ***, cuyos raros manuscritos y papeles
meticulosamente reunidos he sido autorizado a estudiar.
El período en que ocurrieron los acontecimientos de que me ocupo fue el posterior al
final del reinado de Catalina B, mientras su hijo Pablo, tras suceder a la disoluta
soberana, permitía que su corte, ya contaminada por el descarado libertinaje de su
madre, se revolcara en los vicios sin restricciones que ella había inculcado, y que
continuara --siguiendo su propio ejemplo y estímulo- la inmoralidad desenfrenada de
sus nobles; concretamente, los años 1796 y 1797.
Si el lector desea conocer sintetizadas en pocas palabras las costumbres de.la corte
rusa durante el reinado de Catalina II, puede leer el siguiente párrafo de un historiador
imparcial:
< No creemos que la historia de ningún otro pueblo presente, en los tiempos
modernos, una imagen de inmoralidad más completa y más odio sa que la del pueblo
ruso bajo el reinado de la notoria Catalina. Ni las abominaciones de un Tiberio, ni las
depravaciones de un Heliogábalo, ni las impuras tradiciones de la degenerada y
degradada Roma, sobrecogen con mayor asombro».
< San Petersburgo se había convertido en una segunda Babilonia... sí, diez mil veces
peor que Babilonia en los desenfrenados excesos en que sus habitantes de todas clases
-corte, nobleza y pueblo- se sumieron y se entregaron», escribe otro comentarista,
«instigados por el fatal ejemplo de la tan lisonjeada pero desvergonzada zarina.
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