La despedida. Caminaba a paso lento en las calles solitarias y frías de Lake Placid

La despedida

Caminaba a paso lento en las calles solitarias y frías de Lake Placid, había bajado del vagón apenas pude, había cerrado mis ojos plácidamente por 1 hora, tuve que empujar al guardia para salir, brinque tan rápido como pude, manche mi traje y me di un par de raspones en las manos. No me importo.
Escuche la música lejana, y seguí caminando en dirección a ella, un par de luces multicolores se escapaban de las ventanas iluminando lo poco que tenían alrededor.
Empuje la puerta con mi brazo y todos los que estaban allí ni siquiera notaron mi presencia, era de esperarse, a nadie le importaba un pobre diablo entrando a un baile de graduación. Me senté en una mesa de la esquina abandonada y trate de recordar el motivo por el que estaba aquí, lo único razón válida que pude encontrar fue la promesa que le hice. Y me pareció más que suficiente.
Me hubiera encantado sacarla a bailar, me hubiera encantado ver como se ponía roja de la vergüenza y como se pondría a poner un pie en la pista, siempre se lamentaba de no saber bailar.
Me hubiera encantado poner sus pies sobre los míos y dirigir la danza de su canción favorita, Crazy de Aerosmith, siempre me rogaba que la llevara a un concierto de ellos, en total los había visto 6 veces y tenía ganas de más. Antes me sacaba de quicio todo eso, pero ahora daría mi vida para que ella volviera y me diera un simple abrazo.
Veía el cariño en los ojos de los padres mientras bailaban al compás con sus hijas, me dolía, me dolía hasta el alma, no pude ver más porque ya había salido por la puerta.
Me tire al pasto de rodillas y las lágrimas ya se encontraban allí antes de que se les permitiera salir, sentí como siempre que alguien me observaba, ya no me importaba, ya no me importaba vivir, no me importaba nada. El podría quitarme la vida, y lo único que haría sería hacerme un enorme favor.
La habían asesinado hace 10 meses, en esos 10 meses siempre estuve tratando de saber quién fue, quien fue el bastardo que me la arrebato, y porque. Había hecho cosas ilegales, por saber quién fue y podría admitir que había enloquecido en el proceso, pero ya no importaba.
El disfrutaba mi miseria, lo sabía, sentía como se burlaba de cada intento fallido por saber su identidad, él siempre estaba un paso más adelante, y se sabía mover sigilosamente detrás de mí creyendo que no sentía su presencia. Trate de rendirme, más de una vez, pero caí en la cuenta de que sería un acto de cobardía. Decidí poner la frente en alto y seguir.
Había algo que yo sabía, algo que él nunca podría entender, algo que siempre me haría ponerme de pie y quitarme el polvo, algo que me ayudaría seguir luchando.
Que el amor que un padre le tiene a su hija, es interminable.

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