La intención estética

Entre uno y otro extremo, hay una variedad enorme de matices, todos ellos válidos, si lo que privilegian es la manera de contar. Parece ser que sería más fácil, o dicho de otra manera, parece ser una opción más común, el punto de vista puesto en la forma cuando de un relato minimalista se trata.

En cambio, el escritor de largo aliento tiene su centro más en la historia y sus detalles que en la forma propiamente dicha. Pero no quisiera plantear una falsa dicotomía: Acción es igual a poco cuidado formal vs. reflexión (por llamarlo de alguna manera) que es igual a cuidado formal. No es así, ni es una cuestión matemática (si no pensemos en Joyce, en Faulkner).

El punto de vista puesto en la forma más que en el contenido, en lo estético más que en lo anecdótico, se puede dar en cualquier género, en cualquier extensión y con cualquier preferencia estético literaria.

Por eso y nunca se dice demasiadas veces, la postura previa, la intención estética del creador es lo esencial (y no otra cosa) a la hora de producir obras, en fin, de crear.

lo más variados.

Aunque sí que existe un lector ideal. El que comprende los mecanismos internos de la lectura. El que la decodifica y vuelve a codificarla. El que, además, es capaz de emocionarse con lo que

lee, una emoción que es tanto intelectual como afectiva.

Entonces, en este juego de roles, el intercambio de los mismos se da en una dinámica en la cual ese intercambio es no sólo lo corriente sino también lo deseable.

Pero si nos centramos en la figura del escritor, que junto con el lector, es quien hace posible la completud del hecho literario, y si bien las condiciones, a mi criterio, son las señaladas más arriba, podemos considerar que no hay una sola manera (forma) de cumplirlas. Por el contrario, son variadísimas y dependen de cada uno (de las prioridades de cada uno, así como las características personales de cada uno) privilegiar unas u otras.

Es así que existen escritores de largo aliento, que crean un mundo personal, intrincado, lleno de detalles propios, que atrapan al lector y lo sumergen totalmente en ese mundo paralelo. El ejemplo más gráfico (aunque no el único) sería el de J. R. Tolkien con su saga de "El señor de los anillos''

Otros, más minimalistas, cuyos relatos serían el polo opuesto: no hay creación de un mundo, sino descripción de sentimientos o incluso de impresiones, y donde la acción se produce desde el lenguaje; y como ejemplo de este método yo elegiría a Paul Auster (aunque también en este caso, no es para nada el único), donde el lenguaje y la manera de narrar son los que crean su propio mundo, y no tanto la sucesión de hechos relatados

...