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La novela La ciudad y los perros (1), del peruano Mario Vargas Llosa


Enviado por   •  7 de Julio de 2014  •  Resúmenes  •  2.792 Palabras (12 Páginas)  •  284 Visitas

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La novela La ciudad y los perros (1), del peruano Mario Vargas Llosa (1936-hoy) comienza con una escena en la que se dan tres aspectos que desconciertan al lector:

El narrador no explica de entrada lo que está pasando, y el lector tiene que adivinarlo, a expensas de equivocarse.

El autor adopta un tiempo narrativo en el que alterna el presente con el pasado de manera espontánea, y el lector tendrá que asimilar esta técnica inusual que no le es familiar en su experiencia diaria.

El autor inicia la novela con un diálogo directo entre varios personajes que, el lector podría asumir, son los principales de la novela, aunque no necesariamente, y que hablan en un lenguaje de sobrentendidos, que el lector corriente deberá pasar por alto, y de especialismos, que el lector universal desconoce (“especialismos” por ser parte de un lenguaje especializado del recinto militar donde se desarrolla la obra o por usar palabras locales del español peruano).

La obra se complica aún más. Los pasajes que siguen no son secuenciales, no tienen que ver uno con el otro, y el lector debe armarse de paciencia y entender que de alguna manera estos pasajes se enlazarán y tendrán coherencia una vez completado el texto.

La pregunta a hacerse es: ¿de dónde saca Vargas Llosa esta manera de escribir? Se trata de su primera novela que comenzó en 1958 (2), cuando tenía 22 años, y que hace pública en 1962, al ganar el Premio Biblioteca Breve de ese año.

Son insondables las maneras en que un intelectual se prepara para producir su obra literaria. Personas como los escritores dominicanos Bruno Rosario Candelier, crítico literario, o Marcio Veloz Maggiolo, autor multifacético, pasan por experiencias que lo van formando hasta que logran un reconocimiento que los destaca de los demás. Nos enteramos de ellos cuando ya tienen ese reconocimiento y lo aceptamos por lo que son. Pero no sabemos exactamente qué causó ese producto terminado. En el caso de Vargas Llosa, puede especularse que tuvo una formación literaria sólida: una academia militar, la Leoncio Prado, que aparece en la novela, donde, según el mismo autor lo manifiesta, leyó y escribió «como no lo había hecho nunca antes» (3); inicio de una carrera como periodista a los 17 años (1952); representación de su primera obra teatral en 1953; en ese mismo año, ingreso a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde estudia Derecho y Literatura (ya el argentino Julio Cortázar (1914-1984) había publicado Bestiario en 1951 y los narradores buscaban romper con lo tradicional, lo cual tuvo que conocer Vargas Llosa en sus estudios); participación en grupos políticos de izquierda, luego de centro izquierda; matrimonio prematuro en 1955; líos de familia por casarse con una tía política que le llevaba diez años de edad; primer reconocimiento literario con la premiación de un cuento que tenía por premio un viaje a París; viaje a Europa; bachiller en Humanidades en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, tesis titulada Bases para una interpretación de Rubén Darío; en fin, siguen más experiencias, todas que lo perfilan como un individuo complejo con tendencias a ser literato. Hasta llegar a la publicación en 1963 de este texto que sorprende al mundo por lo atrevido de su planteamiento y lo inusitado de su manejo. Pero, ¿fue el autor realmente atrevido e inusitado?

La respuesta es: el autor siguió las pautas de lo que se pretendía que fuera la narrativa en esos momentos. Lo hacían los escritores más avanzados; lo hicieron los escritores dominicanos de la llamada generación del 60 (Marcio Veloz Maggiolo, René del Risco Bermúdez, Jeannette Miller, otros) cuando se juntaron en los círculos literarios que formaron después del ajusticiamiento del dictador Rafael Trujillo. En la realización de una obra literaria (o de cualquier tipo de obra), el autor es influenciado por su tiempo e influye en su tiempo en un rejuego que conlleva talento, conocimientos e iniciativa de su parte, y, evidentemente Vargas Llosa cuenta con estas tres cualidades.

Mario Vargas Llosa no es quien introduce en la novelística latinoamericana todos los elementos que distintos autores europeos y americanos produjeron a partir del rompimiento con la narrativa tradicional que hizo Gustave Flaubert con Madame Bovary en 1856. De ese momento del siglo XIX, al momento del siglo XX en que Vargas Llosa decide escribir su novela pasan cien años, en los que ha habido experimentos, cambios inusitados, revelaciones; aparecen autores como James Joyce (1882-1941), Kafka (1883-1924) y otros que revolucionan la literatura universal y, especialmente, la narrativa.

Mesa principalNovelas para construir como experiencia propia

En América Latina, el tipo de manejo literario que adopta Vargas Llosa lo había hecho ya el mejicano Carlos Fuentes en 1958, en su primera novela, La región más transparente. Pero otros más lo habían hecho también, especialmente en narrativa corta, específicamente, Cortázar, con Bestiario, donde aparece “Casa tomada”, uno de los cuentos que inicia la interpretación de lo que ocurre como tarea del lector.

En esas universidades a las que Vargas Llosa asistió y en esos libros que leyó (Vargas Llosa habla explícitamente de las novelas de William Faulkner, 1897-1962) se comenzaba a imponer un nuevo tratamiento a la novela, donde el énfasis no estaba en contar una historia para que el lector la siguiera como si fuera la vida misma vista a través de otros, sino en lograr que el lector se la apropiara y la construyera como una experiencia propia, obligándolo a armarla y a interpretarla por su cuenta. Este rejuego técnico llega a su cumbre con la novela Rayuela (1963), de Cortázar, publicada en el mismo año de La ciudad y los perros, donde los capítulos pueden leerse en orden distinto y sigue siendo la misma historia, pero vista de diferentes maneras.

Esta forma de manejar la novela será la marca que la identificará durante mediados y fin del siglo XX, hasta que, reaccionando al requerimiento postmoderno de dar absoluta libertad en la comprensión del mundo, se admitirá, en última instancia, que cualquier manera, tradicional o moderna, de trabajar una novela es válida si el producto tiene valor literario. Es asombroso cómo Vargas Llosa, un joven de apenas 22 años que se inicia en la narrativa larga y, por lo tano, tiene poca experiencia en forjarla, adopta adecuadamente, genialmente, todas estas nuevas técnicas e, inclusive, inventa las propias, que luego son tomadas por otros.

En el desarrollo de su texto, además de estas técnicas Vargas Llosa también utilizó

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