La trama del libro El Capitán Garfio

El Capitán Garfio se había cansado de perseguir a Peter Pan, el odio que sentía por él había desaparecido hacía mucho tiempo ya, se había aburrido, quería aventuras, quería volver a sentir aquel deseo pirata; necesitaba salir de Nunca Jamás.

Sus hombres simplemente obedecieron las instrucciones, y en poco más de dos lunas ya estaban fueran de ahí. Lo que el Capitán Garfio no sabía, es que se dirigía a la mayor de las aventuras. El amor.

Ella se llamaba Gretel, era la hija pequeña de un matrimonio pobre, tenía un hermano mayor, con el cual había vivido una de las aventuras más disparatadas y terroríficas de su vida. Había estado apunto de ser cocinada por una bruja que vivía en una casa de golosinas. Por suerte terminaron con ella, y de la casa solo quedaban los cimientos. Su hermano había decidido hacerse comerciante, y viajaba de un lugar a otro, ella tenía una casita en la costa. Habían pasado ya años de todo aquello, y necesitaba un descanso.

Los gritos comenzaron de madrugada, risas de hombres y madres intentando proteger a sus hijos. Su pequeño pueblo costero estaba siendo saqueado por piratas. Gretel cogió la pistola que su hermano le había regalado, y se escabulló por su jardín trasero. A un par de callejones de distancia, escuchó los gritos de una mujer, y corrió hacia ellos ara encontrarse a un pirata presionando el filo de su garfio contra el cuello de la mujer sollozante. Gretel no dudo ni un segundo en apretar el gatillo, pero la bala falló, aunque si impactó justo al lado de la cabeza del pirata.

Al girarse Gretel contuvo el aliento, era el pirata más apuesto que había visto en su vida, aunque tampoco había visto muchos. Pelo lacio y negro como el carbón, un rostro perfectamente pulido y los ojos más verdes que jamás habían traspasado su mirada. ¿Cómo podía algo tan bello ser tan malo?

Garfio se giró, descubriendo a una muchacha de largo cabello dorado, un rostro dulce y unos labios que invitaban a probarlos. Y sus ojos, tan azules como el mar que amaba. Y ella había intentado asesinarle. Aún así, no dudó en secuestrarla, o quizá por eso mismo lo hizo, pero lo que era seguro, es que no quería matarla. Y no sabía porqué.

La llevó a su barco a rastras, con una sonrisa traviesa pintada en los labios. Ese era su botín, y le parecía más valioso que cualquier cofre lleno de oro. Aunque el oro estaba bien. Las semanas iban pasando, y Gretel, aunque al principio se mostró reacia, y sus palabras eran duras y crueles con todo aquel que se le acercaba, poco a poco fue enamorándose de la vida en el mar, y de todas las aventuras que vivía, pero sabía que aquello iba a terminar, y más pronto que tarde.

La noche en la que Garfio le enseñó a navegar se dieron su primer beso, bajo las estrellas y con el rumor de las olas como banda sonora. Los meses fueron pasando, y con

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