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Las Mormonas


Enviado por   •  25 de Febrero de 2015  •  3.251 Palabras (14 Páginas)  •  268 Visitas

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LAS MORMONAS

Tengo tres mujeres con casa puesta y no puedo ir a dormir donde ninguna de ellas, porque las 3 me pegan .aunque parezca mentira, tengo 3 mujeres q me aman agresivamente. Revelan su pasión por medio de arañazos, puñetes y garrotazos. Las 3 son altas, atléticas, de pelo negro y ojos también negros.

Son primas entre sí: Marta Marcela y Mirtala. Habitaban en una casa que les pertenecía proindivisión, a donde fui a parar en mala hora, con el propósito de comprarla. Estaba situada frente al mar; era de dos pisos, amplia, pintada de blanco. Tras ella había un bosque de pinos y enfrente un jardín por el que se bajaba a la playa.

Yo estaba entonces muy débil, convaleciente de una neumonía.

-¿Está la casa en venta?

Después de formular la pregunta, la tos, que no desaparecía me provocó casi un desmayo.

Las tres acudieron, solícitas, en mi ayuda. Mientras una me daba golpes en la espalda, otra me ofrecía una tableta y la tercera trajo una taza de té.

Cuando me hube repuesto contestaron:

-Efectivamente lo está – dijo una-. El precio, a primera vista, puede parecer excesivo. En verdad, no lo es. El terreno mide dos hectáreas. En fuentes, jardines y bosques hemos gastado mucho dinero.

- Antes de darle el precio – intervino otra (en aquel momento no podía diferenciarlas) quisiéramos mostrarle todo el inmueble.

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Eran las 5 de la tarde. El cielo oscuro amenazaba la lluvia.

Volví a toser.

¬-No podría verlo ahora ¬–respondí-.El tiempo tiene mal cariz. He estado muy enfermo. Les prometo volver en cuanto m haya establecido.

-Propongo-dijo la más efusiva, aunque levemente efusiva, aunque levemente efusiva-que invitemos al señor Marrero a pasar una semana con nosotras.

-No quisiera molestar-dije-.

-oh no molestaría-intervino otra-.Imagínese que esta es una casa de huéspedes. Nos pagara una pensión módica. Usted necesita reposo y este es un lugar apropiado para una convalecencia. Podríamos, además, convenir en la venta, si usted, con conocimiento de causa, aceptara el precio.

-siendo así – contesté – acepto la invitación.

Como aquellas hermosas mujeres llegaron al infortunio de abrazar la religión mormona, es algo que aún no logro entender. El abuelo había sido pastor protestante, pero simplemente porque apacentaba ovejas y protestaba constantemente por las molestias que aquellas le causaban. Había sido hombre rustico, inculto, sin religión concreta, nada más temeroso de Dios. Tuvo tres hijos, que llegaron a ser los padres de mis heroínas, todos burdos, de escasa inteligencia. Hércules, que empezó su carrera en el ring y la terminó en el Hospital Psiquiátrico.

Pedro, que inicio estudios de medicina y después de dos reprobaciones se convirtió en barbero. Y Alcides. El más tonto de todos, que se dedicó a la carrera militar y nunca paso de sargento.

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Ellas sin embargo, eran mujeres cultas y conocían a fondo la mormonería. Siempre he tenido esa religión por algo diabólico; pero he de reconocer que las tres revelaban, a través de sus grandes ojos y las despejadas frentes, un control extraordinario de sus pasiones. A ratos parecían estatuas griegas, no solo por sus duras redondeces, sino por la altives de sus rostros fríamente serenos Tres diosas de la austeridad, la fuerza y la inteligencia –me parecieron

Osé preguntarles un día como habían adquirido esa armonía anterior, ese dominio de sí mismas

– Todo – me dijo Marcela – se lo debemos a nuestra religión: el mormonismo

De esa religión solo yo conocía su aspecto protervo: que José Smith predicó y practicó inmoral poligamia; que había ahorcado en Cartago, cerca de Nawvoo, la ciudad fundada por el Illinois; y que Brigham Young, el segundo del mormonismo.

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History of the crurt of Jesús Christ of later days saint. Allí comprobará que los descendientes de Jared, los jeraditas, fueron los primeros pobladores del continente americano y que, dos siglos después, vino, desde jerusalen, Lehi que tuvo un hijo, Laman, padre de lamamitas, y otro hijo, hefi, padre de hefitas. Entre los hefitas bajo Cristo a predicar su evangelio y los convirtió en cristianos. Estos a su vez convirtieron a muchos lamamitas; pero algunos – de quienes descendieron actuales pieles rojas-no se dejaron convencer y vinieron las guerras.

Yo fervoroso católico, oía todo aquello conteniendo, a duras penas, las ganas de reírme.

– No le estamos relatando una novela –intervino Mirtala –. Nuestro relato tiene corte novelesco tanto como lo tienen las versiones religiosas que existen. El libro de oro fue visto por personas cuyos testimonios se abrieron en forma autentica.

-A don Sigmeno – tercio Marta – puede que no le interese nada de la historia que relatamos. – Oh, no, no – proteste.

Pero ellas pusieron ese día punto final a la conversación.

¿Cómo era posible – me preguntaba tres días después –que el mormonismo, esa religión que tuvo que ser proscrita por contraria a la moral en el país donde nació, Estados Unidos, sirviera de sostén y andamiaje a aquellas tres mujeres de conducta ejemplar?

En casa de ellas imperaba el orden y la pulcritud; todo estaba siempre limpio, colocado en su sitio. Las tres usaban vestidos largos y de alto escote que no lograban opacar la belleza de sus formas, pero que pregonaban su recato. Se complementaban maravillosamente. Mientras una hacía la comida, otra tocaba el piano y cortaba flores en el jardín y adornaba con ellas el vestíbulo,

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la sala, los corredores, toda la casa. Por las tardes una me servía té, otra volvía a tocar el piano y la tercera me acomodaba el cuerpo con cojines, en el butacón de cuero que me habían asignado. Durante las veladas nocturnas, una me servía chocolate, otra encendía el ventilador y otra me ponía las pantuflas. Durante la noche, entraban las tres a mi dormitorio antes de que me acostara, llamando previamente, claro está. Una arreglaba las cortinas del ventanal, otra las ropas de mi cama y otra la lámpara de mesa

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