Libertad Y Voluntad

Cuando uno dice: “Tengo voluntad”, más comúnmente quiere decir que en sí mismo posee capacidad para decidir, iniciar y desarrollar actividades personales. A diferencia de los animales, predeterminados (“programados”), el obrar humano puede nacer de las decisiones de la voluntad, iluminadas por la inteligencia.

El objetivo de la voluntad es el bien captado por el intelecto; pero para que la voluntad se incline hacia algo, no requiere que eso sea verdaderamente bueno en realidad, sino que sea aprehendido bajo la razón de bien. Por eso, el fin de la voluntad es el bien, o lo que aparece como bien.

La voluntad es la facultad distinta del apetito sensitivo, por que ésta sólo se podrán querer cosas para satisfacer deseos orgánicos. En cambio, el objeto formal de la voluntad es el ente como bueno.

Además, cabe señalar que aunque la voluntad se dirija al bien universal no se dirige a éste en tanto que abstracto, sino en cuanto totalidad real y concreta del bien; mas como dicha totalidad de bien no se puede tener presente, se dirige al bien concreto y real que la inteligencia capta. Por eso, el horizonte volitivo del hombre es inagotable, insaturable y sólo podría ser saturado alcanzando su último fin.

La voluntad juega un papel entre las fuerzas motrices de los seres que tienen entendimiento: porque ella aplica todas las potencias del acto, pues entendemos porque queremos, imaginamos porque queremos y así las otras facultades. Cuando la voluntad llega a poseer la totalidad del bien (Dios), toda su energía concupiscible, toda se ansia, desaparece, y queda en el reposo y la quietud de la volición del bien, que recibe el nombre de felicidad

es por eso que definimos la voluntad como una facultad de naturaleza espiritual, cuyo acto es la inclinación apetitiva hacia un bien comprendido por la inteligencia.

Esto hace referencia en el hombre porque tiene voluntad que da a afirmar que es capaz de percibir los valores y hacerlos propios. De esta manera no se puede desligar los valores de las personas. Las cosas están “revestidas de valor” en medida en que merecen nuestra estiman, nos agradan, nos resultan útiles, bellas, amables, verdaderas, etc.

El objeto de la voluntad es el bien captado por el intelecto; pero para que la voluntad tienda hacia algo, no requiere que eso sea verdaderamente bueno en realidad, sino que sea aprehendido bajo la razón de bien. Por eso, el fin de la voluntad es el bien, o lo que aparece como bien.

La voluntad es una facultad distinta del apetito sensitivo, pues por ésta sólo se podrán querer cosas para satisfacer deseos orgánicos. En cambio, el objeto formal de la voluntad es el ente como bueno.

...