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Mama Seras Abuela


Enviado por   •  26 de Junio de 2015  •  647 Palabras (3 Páginas)  •  240 Visitas

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carta

Sería una adolescente más, a quien le pasan cosas parecidas a otras adolescentes, pero es mi hija. Y hoy escribo en singular, aquello que, matices más o menos, le pasa a toda madre de una hija que será adolescente pero, también, mamá por primera vez.

Así las cosas, los sentimientos se me alborotan y pugnan por ventilarse porque no caben en mi pecho. Y los 40 y tantos años de una zozobran y la vida agita con fuerza. Muy a su estilo, todo lo femenino. La dulzura, alternada con los "levantate que tenés que ir a la escuela", con los "comé, comé que ahora te va a hacer mejor que nunca que comas ... por vos y por el que viene en camino". Y las desesperaciones y ... y ... y... Mientras tanto los brazos se entretejen, regazo tibio para esperar el fruto del fruto que alberga el vientre de mi hija.

Y la imaginación se enciende, soñando despierta: ¿cómo será? Como alguna vez soñé, esperando a esta madre que ahora va a ser ella. Meses más. Días más o menos. Desde las horas que ya lleva ese corazoncito latiendo, las ilusiones se multiplican. Y no creo que le de alergia a este texto tamaña cantidad de y ... porque ahora estoy en tiempo de suma, no de resta.

Porque las ilusiones se multiplican pensando a todo vapor: ¿tendrá los ojos de ella? ¿Y mío, tendrá algo? Ojitos parecidos a los que después de parirla me miraron a mí, a nadie más que a mí, y apenas nacida tranquila de encontrarme con su mirada se durmieron buscando la paz de un sueño distinto al de la panza de mamá, porque ya estaba fuera de mí. El del sueño acunado por los brazos de su mamá y del regazo de papá y abuelos que la esperaban ansiosos y festejaron su llegada, como si ellos mismos hubieran llegado a la Luna. ¿Tendrá esa sonrisa tan única como la de ella y la de su hermano? Marcas de fábrica familiar, las únicas capaces de hacerme tocar el Cielo con las manos.

Ahora ya no es mi panza la que alimenta lunas, es la de ella. Su carita arrebolada tiene intacta aquella dulzura, que la adolescencia le hizo trastabillar a fuerzas de los enojos propios de la edad.

Quien viene en camino, del que aún es muy temprano para saber su sexo ¿tendrá la voz con coraje de su mamá, mi hija? La misma que a mí me hizo temblar de miedo y emoción, cuando me dijo: "Má, tenemos que hablar". Cuando suspiró hondo, con todo el aire del Universo. Miró a su amor, me miró a mí y me dijo, de la mano de él: vamos a tener un hijo...

Es mi hija la que está embarazada, la que me deja dándome permiso para hamacarme en su espera; compartiéndola, lado a lado. Esa espera que nos une, como mujeres. Más allá de la unión indestructible, de un lazo que no muere ni siquiera con la muerte: el de madre e hija.

Me dijo un pajarito que dentro del vientre de mi hija hay unas sutiles pataditas que ya se dejan

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