La Abuela
Magdalenatop22 de Agosto de 2012
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La Vuelta de Pedro urdemales
Vuelve este popular personaje de la tradición folclórica hispana.
Pedro, un pillo que trata de sacar provecho de toda circunstancia.
Sin embargo, como explica el autor, la opinión más importante sobre
Pedro «es la que se forme después de conocer las aventuras y
desventuras de este tipo sufrido, de este huasito que, según dicen
que dice, viene del campo, pero no de las chacras...
Floridor Pérez nació en Yates, «Chiloé continental», en 1937. Ha
sido profesor de escuela y universidad por muchos años y ha escrito
libros para niños y adultos. En el difícil género de la poesía infantil ha
publicado Ci el ograf ía de Chi l e y pronto aparecerá Naveganci as.
También ha escrito Cuentos de si empre para ni ños de hoy,
Mi t os y l eyendas de Chi l e y biografías de Manuel Rojas,
Francisco Coloane, Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Desde 1988
dirige el Taller de Poesía de la Fundación Pablo Neruda y desde
1989 escribe la revista Tareas Escolares Zig Zag.
Pedro Urdemales un huaso del campo, pero no de las
chacras
Cuando yo era niño, conocí a Pedro Urdemales en mi Libro de Lectura,
donde era el cartero del otro mundo. A la salida de la escuela me volvía
lentamente a casa, deteniéndome en cada esquina, sin perder la esperanza
de verlo entrar al pueblo montado al revés en un burro, mirando
hacia atrás...
¡Urde - males...! Con ese apellido le resulta bien difícil negar su fama de
pillo. Sin embargo, él asegura que no engaña a nadie. ¡Otra cosa muy
distinta es que no se deje engañar!
Y yo diría que junto con algunas diabluras suele darles un merecido
escarmiento a los avaros, que quisieran tener una ollita que caliente sin
fuego, o un árbol que en vez de frutos dé dinero, o un sombrerito que
pague sus gastos...
Pedro Urdemales les dice «no, señores: si quieren gastar menos, economicen
combustible, gánense el dinero con el sudor de su frente y
paguen sus deudas».
Pero la opinión más importante es la que cada uno se forme después de
conocer las aventuras y desventuras de este roto sufrido y divertido, de
este huasito que, según dicen que dice, viene del campo, pero no de las
chacras...
Floridor Pérez
Una verdad del porte de un cerro
Un pueblino de esos que creen saberlo todo, se encontró con
Pedro Urdemales en un pol voriento camino rural.
Al verlo de chupalla, pantalón arremangado y ojotas, se le
ocurrió burlarse de ese huasito.
A poco de entablar conversación, le dijo: —¿Y qué tal es para
calcular, amigo?
—Me defiendo no más, señor —respondió Pedro, con
humildad.
—Bueno pues, dígame entonces, ¿de cuántas camionadas cal cula
usted
que
podría
llevarme
a
la
ciudad
aquel
cerro?
Y
le mostraba el cerro más al to del lugar, en cuya cumbre una
enorme cruz parecía abrazar al valle.
Pedro se acomodó la chupalla con ai re pensati vo:
—Eso depende del tamaño de su camión, caballero. Si su
camión es de la mitad del cerro, va a necesitar dos
camionadas. Pero si se consigue un camión del porte del
cerro, ¡de una camionada se lo lleva!
La apuesta con un campeón
Una helada mañana de invierno, camino de la ciudad, Pedro
Urdemales encontró un gorrión casi escarchado, que ni podía
caminar, mucho menos volar.
Compadecido, lo recogió y se lo echó al bolsillo.
Entrando a la ciudad pasó por el estadio, donde se entretuvo
mirando a un atleta que se entrenaba en el lanzamiento de la bala.
Pedro parecía tan interesado, oye el deportista pensó jugarle una
broma y lo llamó a la pista.
—Pareces un huaso forzudo —le dijo a modo de saludo— y si me
ganas a lanzar la bala, te invitaré a una parrillada en el restaurante
del frente...
De una cancha vecina había caído una desteñida pelota de tenis, y
el lanzador la tomó, simulando que pesaba como las balas de fierro
con que se estaba entrenando. Luego, tomando impulso, la lanzó
con tal fuerza, que fue a caer debajo de las galerías de la cancha de
fútbol.
—¡Lejazos la tiró! -comentó Pedro agachándose a recoger algo-,
Allá en el campo sólo lanzo peñascazos -explicó-, de modo que
lanzaré esta piedra.
Y mientras el atleta aprobaba sin preocuparse de lo que lanzara,
Urdemales cambió la piedra por el gorrión que llevaba en el bolsillo.
—¡Allá va! —exclamó Pedro lanzando el pajarillo que, repuestas
sus energías y recobrada su libertad, voló, voló v voló en línea
recta.
El atleta no salía de su asombro, mientras eso que creía una piedra
cruzaba sobre la pista, las galerías y hasta las blancas murallas del
Estadio Municipal.
Por un momento temió que el peñascazo fuera a caer justo en los
ventanales del restaurante del frente, donde ahora debería ir a
pagar su apuesta a Pedro Urdemales, que ya lo esperaba con un
hambre olímpica.
Las tres flores
El fundo Las tres flores era la admiración de todos en la comarca. A
los agricultores se les hacía agua la boca ver sus rubios trigales, y a
los huasos jóvenes, las rubias trenzas de las tres hermosas hijas de
su propietario: Rosa, Margarita y Jazmín.
Sea porque el padre no se consolara de su temprana viudez, sea
que pensara que en la zona no había amistades dignas de él, lo
cierto es que rara vez salía de su propiedad. ¿Y las niñas? : Apenas
podía vérselas algunas veces, tras un velo de polvo levantado por
su caballo cochero trotando rumbo a la ciudad! Si las niñas se
animaban a pedir permiso para paseos o Fiestas la respuesta del
padre era siempre: ¡no!
Era difícil creer, entonces, que Pedro Urdemales pudiera
presentarse con las tres señoritas en la inauguración de las
próximas ramadas de Fiestas Patrias. Pero así lo había asegurado
él en unas carreras a la chilena. Y las apuestas no se hicieron
esperar.
La más sonada fue la de un conocido agricultor, que le prometió un
caballo ensillado si llegaba con las tres niñas... Pero si no lo
conseguía, debería cosecharle a echona, sin ayuda y gratis, una
cuadra de trigo.
Como víspera de fiesta, en las casas del fundo Las tres flores ese
17 de septiembre se almorzó cazuela de pava y empanadas de
horno. Hasta una jarra de vino de su propia mesa mandó el patrón a
la cocina, pero aunque todo estaba sabroso y todos gozaban la
comida y la bebida, Pedro Urdemales andaba desabrido. ¿Cómo
haría para ganar la apuesta?
La inauguración oficial de las ramadas sería a las siete de la tarde,
y a las cinco, metido ya en su pantalón de mezclilla y su camisa a
cuadros, Pedro recibió la orden de acompañar al patrón a la loma.
Dos leñadores habían descubierto allí un derrumbe en un canal de
riego, y era urgente remediarlo. Como para ese caso de nada
servían las hachas de los leñadores, el patrón le dijo a Pedro:
—Te veo demasiado elegante para esto: te puedes ir a esas ramadas,
pero
antes
mándame
a
Ruperto
con
las
tres
palas
grandes.
«¡Las
tres...!»,
pensó
feliz
Pedro
y
voló
cuesta
abajo.
Ya
en
la
casa,
se
plantó
frente
a
las
tres
hermanas:
—
El
patrón
se
ha
arrepentido
de
negarles
permiso,
señoritas,
y
me
manda
que las lleve a las tres a la inauguración de las ramadas. Y
como a las bellas niñas, con toda razón, les costaba creer lo que
oían, les dijo:
—Asómense a esa puerta y lo verán.
Acto seguido se paró en medio del patio y, haciendo bocina con las
manos, gritó hacia la loma:
—:Patróooon...! ¿Me dijo que lleve las treeees...?
Y el patrón, impaciente, respondió:
-—¡Síiii... las treces .. y prontooo...!
—Ya ven —les dijo Pedro-, y a él no le gusta repetir las órdenes.
Y eso sí lo sabían muy bien sus hijas.
Y mientras Ruperto subía la loma cargando las tres palas, por la
puerta del fondo Pedro subía su preciosa carga al coche. Y no paró
el trote hasta ver las banderas de las ramadas ondeando al viento.
Los cerdos empantanados
Aburrido de su fama de hombre poco serio, Pedro Urdemales se decidió
a
buscar
trabajo,
y
lo
encontró
en
una
granja.
...