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María, Juana E Hilaria


Enviado por   •  15 de Diciembre de 2014  •  1.400 Palabras (6 Páginas)  •  118 Visitas

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María, Juana e Hilaria

Víctor Manuel Tovar González

María, como otras tantas mujeres de nuestro campo huasteco, se levanta todas las mañanas antes del amanecer para preparar los alimentos de su familia. Mientras su marido Chencho se va para la parcela a realizar el trabajo duro del campo, ése que las mujeres no pueden hacer, ése que a Chencho le da un estatus de varón en la comunidad, ella, cargando sobre su espalda a su hija menor, continúa con las labores del hogar. Por la tarde, después de dar de comer a los y los niños, se encarga de los animales y luego sale a la parcela a compartir las labores del campo. Por la noche, su esposo se reúne con el resto de hombres de la comunidad, toman unos tragos de “Yuco” platican, discuten y asta toman decisiones.

Este es un espacio en el que ella no puede participar porque debe continuar con las labores domésticas, le toca preparar la cena y seguir cuidando de sus hijos e hijas. Alguna vez, quiso participar y hasta se unió con otras mujeres de la comunidad para reivindicar su espacio en la toma de decisiones de la comunidad. Pero no sirvió de nada. El miedo pudo con ellas, miedo al maltrato, miedo a la humillación, miedo a equivocarse. Miedo unido a una baja autoestima que se colaba en sus entrañas como un eco repitiendo lo que los hombres les decían: ellas no saben, ellas no pueden.

María vive en la zona rural de la Huasteca, alejada de todo. No sabe leer ni escribir, se comunica en lengua Tenk, no es dueña de las tierras en las que habita, siembra y cosecha, no cuenta con los servicios básicos, ni siquiera obtiene reconocimiento por su trabajo. María no lo sabe pero lo intuye: no disfruta de buena parte de sus derechos humanos.

Esta situación refleja la realidad de quienes, como María, se ven sumidas en un mar de obligaciones, cumpliendo las tareas productivas y reproductivas, pero excluidas de los espacios políticos, relegadas en la toma de decisiones, privadas de autonomía, ajenas a su condición de ciudadanas sujetas de derechos, ante la indiferencia de la sociedad y de los estados que no apuestan por una transformación real que revierta la subordinación de las mujeres.

¿Cómo podría María valorarse en una sociedad que le dice que no vale, no puede, no sabe? ¿Cómo alcanzar su propia autonomía para ser dueña de su vida cuando todo lo que ha escuchado desde su infancia es que la palabra de los hombres es la que cuenta, porque son ellos los dueños de lo que le rodea, los que tienen educación y prestigio, los que deciden y controlan los recursos productivos?

Aunque las mujeres soportan dobles y triples cargas de trabajo, asumiendo el trabajo gratuito del hogar, así como el trabajo productivo, no cuentan con el reconocimiento de su labor, que permanece casi invisible, como una característica de la sociedad patriarcal. ¿Dónde queda entonces su ejercicio de la ciudadanía?, ¿por dónde empezar?

Juana es otra mujer Tenek , el sol la espera de madrugada. Su andar despacio se confunde entre la penumbra del amanecer y el humo de fogón donde prepara los alimentos para sus hijos. Ellos, los hijos, tempranito también van a la escuela rural. Juana se ha quedado en la comunidad, en el solar, en la parcela, como el día en que él, su esposo, como el de tantas mujeres de nuestro campo huasteco, también se fue al norte, en busca del sueño americano. Los pequeños regresarán al rato. El esposo, no se sabe cuándo, quizás nunca regrese.

Se olvida de sí misma para convertirse en manos que trabajan la tierra, en pensamientos de nostalgia, en labores del hogar, en jornada laboral. Sus brazos abarcan el horizonte, el terreno, los surcos, la semilla. Envuelven también con amor a su familia, a los suyos. Su día es un trajín de lucha, soledad, trabajo y esperanza. La dureza de la vida no hace que pierda su esencia de mujer, su intuición, su amor a la vida, su ternura.

Hilaria es otra historia, también habita en la misma comunidad Tenek, pero a la inversa de sus compañeras María y Juana, su situación es más triste, si es que se puede, su familia no posee tierra, y por tanto tiene junto con su marido que dedicarse al jornal. Al igual

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