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Monologo Sobre El Parto


Enviado por   •  14 de Agosto de 2014  •  873 Palabras (4 Páginas)  •  299 Visitas

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EL PARTO

Fui al ginecólogo el día de mi última cita, aún lo recuerdo: 9 de abril, a las 9 de la mañana… él muy serio, hizo el tacto de rigor y me dijo que ya comenzaba el trabajo de parto con una dilatación de 2 y que seguramente durante la madrugada yo tendría en brazos a mi hijo.

Regresé a casa. Y pasaron el 9, 10, 11 y llegada la mañana del 12 de abril, como que comencé a pensar que algo extraño pasaba. El crío seguía moviéndose, lo que indicaba que no había prisa. Después de dejar un recado por si me extrañaban, me fui a ver qué sucedía con el hijo éste que aún no quería nacer.

En urgencias me dijeron que ya no podía regresar a casa. Tenía 4 de dilatación. Y seguí teniendo 4 de dilatación durante el resto de la mañana. Como la cosa no iba para ningún lado, el ginecólogo de turno decidió echarme una manita poniéndome una pastilla que disolviera el tapón del cuello uterino. Y nada. Otra pastilla. Y nada.

Ya después de algunas horas, entró en acción la enfermera con un suero dilatador porque no se veía que el bebé tuviera muchas intenciones de salir por su propio pie.

Y a partir de ese momento comenzó la carrera… sentí que algo ahí comenzaba a revolverse sin darme un descanso, dolores interminables que me aturdían iban y venían sin previo aviso… a todo el que pasaba le pedía que me pusiera anestesia hasta que un médico me explicó muy sereno que no, que ya era demasiado tarde para que me hiciera efecto porque estaba a nada de dar a luz.

La barriga convulsa me impedía mirar en qué estado se encontraba mi parte pero yo la imaginaba como volcán en erupción, vomitando fuego y teniendo a godzilla atravesado y sin poder salir por ese orificio tan pequeño para su tamaño

De repente, coronó. Qué cosa más espantosa. No sé si es procedimiento normal o es que el chamaco se quedó varado en la entrada pero me dieron un tajo en el perineo, así en carnita viva, y para permitir la salida del producto con mayor facilidad. En realidad ese corte no me supo a ni a melón comparado con el irme abriendo como res en canal.

Los gritos de “me muero, me muero” llegaron hasta la sala donde seguramente a las nuevas parturientas se les acabó el romántico alborozo por la próxima llegada de la cigüeña porque llegó, a toda prisa, uno de los médicos a callarme diciendo que guardara silencio le estaba alborotando el gallinero. Pero a mí, mi ginecólogo me dijo que si me dolía gritara y pues yo sólo seguí instrucciones.

Por fin, sentí cómo salía. Centímetro a centímetro casi pude medir el tamaño de mi hijo: Como 2 kilómetros.

Ya afuera, vi un bultito azulado que gritaba casi como yo lo había hecho antes de conocerlo.

Apenas iba a enternecerme por la llegada en ese humanito cuando abruptamente el asistente metió

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