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Monstruos Nocturnos


Enviado por   •  11 de Abril de 2013  •  643 Palabras (3 Páginas)  •  430 Visitas

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Cuando vi que Almeida venía galopando hacia mi casa ya supuse de qué se trataba.

Se bajó del caballo velozmente, y con las riendas en la mano se sacó el sombrero al saludar:

- Buen día… traigo malas noticias.

- No me diga que apareció otra vaca muerta - le dije.

- Sí, apareció otra.

De enfadado que estaba ni quise ir a verla, no tenía sentido. Le dije a Almeida que llevara a otro peón y que la enterraran en donde estaba. Entré a la casa y fui hasta la habitación donde guardo mi escopeta. Mientras la limpiaba planeé la estrategia que iba a usar para detener al depredador que estaba diezmando mi ganado.

Supuestamente, los peones, turnándose, habían recorrido el campo durante varias noches, sin ver al depredador; pero yo desconfiaba, no creía que lo hubieran hecho, porque me había enterado que ellos creían que el responsable era un hombre lobo, un hombre lobo que vivía entre ellos, pues decían que era Gabino, un peón de pocas palabras que trabajaba desde hacía unas semanas en el establecimiento. Para mí eso era una tontería, cosa de gente medio ignorante y supersticiosa; cosa de peones.

Decidido a ocuparme personalmente del asunto, cuando cayó la noche y la luna llena se levantó desde los cerros iluminando el campo, salí caminando con la doble caño entre las manos. Un rato después ya estaba lejos de la luz del rancho.

Suponía que lo que andaba matando al ganado se refugiaba en el monte, así que atravesé el campo y costeé largamente la orilla del fronda. Cada tanto escuchaba algún ruido que venía desde los árboles.

Encendía la linterna y buscaba entre las sombras. La mayoría de las veces no vi nada, o sólo descubría una rama que se seguía moviendo. Dos veces vi unos ojos brillantes: unos eran los de un pequeño zorro, y los otros los de un gato montés, que de ninguna forma podría matar a una vaca adulta.

Avanzaba con cautela, como midiendo cada paso. La luna estaba a mi derecha, iluminando el campo y proyectando mi sombra hacia el monte, y de reojo la veía desplazarse sobre los troncos y sobre las ramas. Ponía más atención al monte que tenía a mi lado, pero cada tanto echaba una mirada hacia el horizonte, y así fue que vi, recortándose en una loma, a la figura de un hombre que enseguida reconocí; era Gabino, el supuesto hombre lobo. Su figura alta y delgada era inconfundible.

Me oculté detrás de un árbol y lo espié. Avanzaba hacia el monte y como a cien metros de donde me hallaba se internó en él.

Apenas se internó en la fronda, empezaron a llegar ruidos desde allí, como si agitara las ramas o chocara contra ellas al girar o retorcerse. Después de unos minutos dejé de escucharse los ruidos.

Que

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