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«Ni Dioses Ni Reyes, sólo El Hombre» - Andrew Ryan


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2013  •  393 Palabras (2 Páginas)  •  511 Visitas

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Una vez despojado de todas ataduras, encasillamientos, miramientos y prejuicios, el mundo de los videojuegos se nos presenta como una forma de expresión ya madura, compleja, con la raigambre suficiente para mostrarnos una nueva concepción de lo creativo y abrir otras sendas para la exploración de una forma de manifestación imaginativa y visual. Ha sido en los últimos tiempos, gracias al desarrollo exponencial de la tecnología, cuando la concepción del videojuego ha podido aglutinar en sí mismo rasgos de otras artes como el cine, la literatura, la pintura, la música o la arquitectura. Ejemplo de ello lo tenemos en Metal Gear Solid, magistral saga que acoge elementos cinematográficos para enriquecer sus premisas estéticas y formales con resultados inmejorables (pese a que para algunas luminarias esto desvirtúe el concepto de juego, como si la inclusión de largas secuencias de video supusiera una prostitución del concepto, siendo incapaces de apreciar el enriquecimiento que ello supone para la obra; más si cabe cuando se hace con la maestría de Hideo Kojima, que consigue firmar —filmar— secuencias que ya quisieran para sí muchos directores de cine, incluso los más conspicuos en eso de la acción, pero de esto quizá hable en próximos escritos).

Ken Levine (Nueva York, 1966) es uno de esos directores/desarrolladores que ha contribuido, con sus dos obras maestras, al engrandecimiento y, por qué no decirlo, al ennoblecimiento de un sector que reclama su sitio como medio expresivo de alto nivel emocional. Levine no busca un mero entretenimiento del jugador, no va detrás de conseguir que alguien pase sólo un buen rato delante de la pantalla (aunque lo consigue, por supuesto), sino que aspira a algo mucho más importarte, la provocación, el hecho de conturbar las ideas que tenemos del mundo y hacer que el jugador suelte el mando un momento y piense en lo que acaba de ver y sentir. Y digo provocación en el sentido de “provocar” una reacción ante lo que se nos muestra, porque los temas que le inquietan a Levine emanan de su visión más profunda del hombre, de la sociedad y del mundo. Es a través del siempre atractivo e inquietante género distópico (tan bien tratado en la literatura) con el que nos sumerge en un paseo por los demonios más salvajes e indomables del espíritu humano y de las sociedades, tal como hicieron los grandes maestros del arte escrito.

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