Origen Y Justificación Del Estado Y Sus Doctrinas
melissavindel6 de Agosto de 2014
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Algunas teorías sobre el origen del estado
Como hemos planteado en la introducción desde nuestro punto de vista existen dos grandes teorías para explicar la organización social y su “evolución” en todos los aspectos ya sean estos infraestructurales (economía), estructurales (política) y superestructurales (ideología y cultura).
La primera de estas dos grandes teorías es la de armonía social, entendida en el sentido de que existe una tendencia interna dentro de cada sociedad que la conduce a reproducirse a si misma dentro de un esquema de colaboración entre sus integrantes, corrigiendo, al tiempo, aquellos elementos que pueden tender al desequilibrio o adaptando según sus necesidades, aquellos aspectos novedosos para la misma.
Origen del estado
Si bien puede considerarse que el deseo de mandar es innato, el ser humano ha civilizado el instinto de dominación, transformándolo en la autoridad. Y ha creado el Estado para legitimarla.
Las sociedades humanas, desde que se tiene noticia, se han organizado políticamente. Tal organización puede llamarse Estado, en tanto y en cuanto corresponde a la agregación de personas y territorio en torno a una autoridad, no siendo, sin embargo, acertado entender la noción de estado como única y permanente a través de la historia.
De una manera general, entonces, puede definírsele como la organización en la que confluyen tres elementos, la autoridad, la población y el territorio. Pero, esta noción ambigua obliga a dejar constancia de que si bien el Estado ha existido desde la antigüedad, sólo puede ser definido con precisión teniendo en cuenta el momento histórico.
Del estado de la Antigüedad no es predicable la noción de legitimidad, por cuanto surgía del hecho de que un determinado jefe (rey, tirano, príncipe) se apoderase de cierto territorio, muchas veces mal determinado, sin importar el sentimiento de vinculación de la población, generalmente invocando una investidura divina y contando con la lealtad de jefes y jefezuelos regionales. Así fueron los imperios de la antigüedad, el egipcio y el persa, entre ellos.
La civilización griega aportó una nueva noción de estado. Dado que la forma de organización política que la caracterizó correspondía a la ciudad, la polis, se acordaba a la población una participación vinculante, más allá del sentimiento religioso y sin poderes señoriales intermedios. Además, estando cada ciudad dotada de un pequeño territorio, su defensa concernía a todos los ciudadanos, que se ocupaban de lo que hoy se llama el interés nacional.
En el régimen feudal prevalecieron los vínculos de orden personal, desapareciendo tanto la delimitación estricta del territorio como la noción de interés general. El poder central era legítimo pero débil y los jefes locales fuertes, al punto que éstos ejercían atributos propios del príncipe, como administrar justicia, recaudar impuestos, acuñar moneda y reclutar ejércitos.
Y, finalmente, el estado moderno incorpora a la legitimidad, heredada del feudal, la noción de soberanía, un concepto revolucionario, tal como señala Jacques Huntzinger,5 quien atribuye el paso histórico de una sociedad desagregada y desmigajada, pero cimentada en la religión, a una sociedad de estados organizados e independientes unos de otros.
Pero, este estado moderno, surgido de la aspiración de los reyes a desembarazarse de los lazos feudales y de la jerarquía eclesiástica, el estado – nación, la unión de un poder central, un territorio y una población alrededor del concepto revolucionario de la soberanía, habría de conocer dos formas, dos definiciones diferentes, la primera, el estado principesco y la segunda, el estado democrático.
El estado principesco, se caracterizó por el poder personal ejercido uniformemente sobre un territorio estrictamente delimitado. El príncipe era el soberano, con atribuciones internas y externas. Dentro de su territorio, cobraba impuestos y producía leyes de carácter general.
Aplicadas coercitivamente, mediante el monopolio de la fuerza pública. Internacionalmente, representaba y obligaba a su Estado.
Y el estado democrático, surgido de las revoluciones inglesa, norteamericana y francesa, trasladó la soberanía del príncipe a la nación. Sus poderes fueron asumidos por organismos surgidos de consultas a la población, mediante reglas de juego previa y claramente definidos. Y al igual que en las polis griegas, el sentimiento patriótico se desarrolló y con él los de pertenencia, civismo e interés nacional.
Sea que se practique la democracia o sólo se adhiera verbalmente a ella, el proceso histórico descrito ha llevado a la extensión del estado - nación como forma política. Los principios desarrollados en Europa y Norteamérica se propagaron con la descolonización producida durante el siglo XX y así, tal como afirma Huntzinger, se “ha llegado a universalizar el modelo de estado – nación de tal modo que el planeta, ahora, se encuentra poblado de estados.
Justificación del estado
El problema de la justificación del estado implica el examen racional de porque manda el que manda y porque obedece quien obedece, a fin de determinar porque los seres humanos deben dedicar una parte de su actividad y sujetar su conducta a la acción del poder en el Estado. En relación con este problema se encuentran las cuestiones de la finalidad de la organización política y la legitimidad de la autoridad como encarnación del poder en el estado. Estas cuestiones están todas implícitas en el problema de la justificación del poder, tema dominante en la Teoría del Estado, por la cuestión de la necesidad de fundamentar racionalmente el poder político, porque este se nutre y existe en función de su justificación. Es claro que resulta indispensable para este poder tanto en lo espacial como en lo personal sus caracteres de dominante e irresistible y el aspecto teleológico, si se quiere, que es su finalidad respecto de la realización del orden social, acreditar las razones de la dominación que ejerce y de la obediencia que imperativamente exige. En la forma política moderna dicha respuesta se expresa en términos jurídicos el elemento modal de la estructura es la dominación legal, en virtud de lo cual el poder se transforma en un poder jurídico, cuya existencia se justifica como intermediario y ejecutor e intérprete de la idea de derecho que tiene una comunidad determinada en un momento dado de su vida, conforme al modelo ideológico imperante de dicha comunidad o el sistema de creencias y valores que en este ordenamiento influya.
El problema de la justificación del Estado. A lo largo de los últimos siglos han debatido los filósofos del Derecho y de la Política sobre cuál puede considerarse el origen y la justificación del Estado. Ahora bien, tal como se enfoca la cuestión hay que decir que más bien se indaga sobre el origen y la legitimidad del poder en cualquier sociedad política, que específicamente en el Estado.
En todo caso, se han dado múltiples respuestas, que el norteamericano John Williams burgués (1844-1931), pionero de la ciencia política de su país, agrupó en tres: la teológica, la pactista y la histórica, conciliables entre sí porque destacan dimensiones distintas, desde las filosóficas especulativas hasta las estrictamente sociológicas.
De acuerdo con la justificación teológica, el Estado es, en última instancia, obra de Dios, bien por haberlo creado directamente (entiéndase, la sociedad política), bien por haber impreso en la naturaleza humana la necesidad de vivir en sociedad, haciendo pues legítimo el poder del Estado y en consecuencia de sus gobernantes. Sin embargo, no se debe olvidar que, como señalara Jelinek, han sido muchos y contradictorios en sus ideas quienes han esgrimido el argumento teológico en su favor (para justificar unos el absolutismo regio o la revolución puritana, otros el “derecho divino de los reyes” de Jacobo I de Inglaterra o la doctrina “democrática” de la Escuela Española de Derecho Natural, etc.).
Para la justificación pactista, el Estado es fruto de un pacto entre los hombres, en virtud del cual la autoridad política y el deber de obediencia a los gobernantes se convierte en legítimo. El problema está en que según qué autores, el pacto social tiene unas causas y unas consecuencias radicalmente diferentes, como sucede, por ejemplo, entre las doctrinas pactistas de hobbies, Locke y Rousseau. la justificación histórica se limitaría a reconocer un hecho acaecido en un momento determinado sin entrar en especulaciones sobre su legitimidad o no: el Estado existe y es una realidad política multisecular e irreemplazable en la actualidad. Como todos los argumentos de naturaleza estrictamente sociológica, la justificación histórica del Estado adolece de un sentido moral, exigible por la dignidad innata del ser humano, que dé legitimidad al poder del Estado. ¿Por qué ha de ser legítimo un poder cuya única justificación es que de hecho ha existido cierto tiempo?
Otros tipos de justificación que se han dado son: la naturalista (no sería la causa del Estado la Divinidad sino la misma Naturaleza, en la que prevalece la desigualdad “con la consecuencia obligada de que los fuertes se impongan y los débiles hayan de someterse… las fuerzas sociales exigen que los hombres, convencidos de que no pueden resistirlas, se resignen a sus imperativos. El Estado es poder, es dominación; la fuerza se justifica por sí misma… y al modo como no es posible vivir sin los agentes naturales, tampoco es posible la vida humana sin esa organización de predominio de los poderosos”14), las teorías jurídicas (el Estado se
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