Pavo Real
jagg2610 de Mayo de 2014
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UN PAVO REAL EN EL REINO
DE LOS PINGÜINOS
una fábula acerca de la creatividad
y la valentía
Fábula sobre los riesgos y posibilidades de ser diferente en el mundo empresarial.
Por: Bárbara "BJ" Hateley, Warren H. Schmidt
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Dedicatoria
Dedicamos este libro a todos los que anhelan volar libremente y mostrar su verdadero
color, y a todos los que tienen la sabiduría de aprender de quienes son diferentes.
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Prólogo
De vez en cuando sale a la luz un librito que trata un tema profundo de manera
sencilla y elegante. Un pavo real en el reino de los pingüinos es uno de ésos. La obrita
aporta una nueva perspectiva al muy discutido tópico de la diversidad en el lugar de
trabajo, y lo hace de manera muy simpática. Mediante una fábula, este libro nos ayuda a
ver qué puede pasar cuando tratamos de expresarnos abierta y valerosamente en un
medio creado por ejecutivos y gerentes que ven el mundo desde una perspectiva muy
diferente.
Ésta es la historia de Pedro, el pavo real, un ave vistosa, inteligente y talentosa,
que viene a vivir al Reino de los Pingüinos. Pronto se ve en problemas porque éstos han
establecido un frío clima organizacional, formal, burocrático y gobernado por un vasto
conjunto de reglas escritas y no escritas. Aunque le reconocen su talento, su estilo
diferente y poco habitual hace sentir incómodos a los pingüinos. La experiencia del pavo
real refleja la de muchas personas “distintas” en las organizaciones actuales. Aunque la
valorización de la diversidad se predica continuamente por todas las partes, la retórica no
siempre es igual a la realidad. Ser “diferente” es mucho más que una cuestión de raza o
género. La diversidad, en su verdadero sentido, involucra toda una gama de singularidad
humana – personalidad, estilo de trabajar, visión del mundo, manera de comunicarse, y
mucho más. Valorar la diversidad quiere decir apreciar y estimular el que la gente sea ella
misma, y ayudarle a desarrollar todo su potencial y utilizar su talento, sus habilidades, sus
ideas y su creatividad.
Esta encantadora fábula corporativa, basada en la experiencia de personas reales,
relata aventuras de Pedro, el pavo real, y otras aves exóticas al tratar de abrirse camino
en el Reino de los Pingüinos. Su historia es divertida e instructiva. Es un relato sobre los
peligros y las posibilidades de ser “diferente” en un mundo que valora la comodidad, la
seguridad, y la previsibilidad de la conformidad. Todos los que trabajen en una
organización: ejecutivos, personal de recursos humanos, gerentes, supervisores, y el
personal en general, deben leer este librito. ¡Contiene revelaciones importantes para
todos!
Ken Blanchard.
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UN PAVO REAL EN EL REINO DE LOS PINGÜINOS
Érase una vez, y no hace tanto de eso, que los pingüinos dominaban muchas
tierras en el Mar de las Empresas. Aunque no siempre eran sabios o estimados, siempre
tenían el mando.
La mayoría de las empresas eran parecidas: los altos ejecutivos y los gerentes
usaban el traje característico de los pingüinos; mientras que los obreros – aves de
muchos tipos – se vestían con ropas y colores de acuerdo con su trabajo y su estilo de
vida.
A las aves que aspiraban a ascender en su empresa se les incitaba a ser lo más
parecidas posible a los pingüinos: a caminar con pasos cortos, a imitar su manera de
andar, a usar el traje de pingüino y a seguir el ejemplo de sus jefes.
Los departamentos de desarrollo de los empleados ofrecían programas intensivos
de capacitación sobre el comportamiento del buen pingüino.
Las reglas y las normas eran claras desde el primer día. De manera sutil, y a veces
no tan sutilmente, los pingüinos aconsejaban: “Así hacemos las cosas aquí. El que quiera
triunfar tiene que ser como nosotros y punto”.
Las aves que estaban interesadas en moverse dentro de la ley del más fuerte se
esmeraban en poner cara de pingüino y en portarse como pingüinos. Pero incluso ellas
comprendían que nunca llegarían a los puestos claves. Se daba por sentado que todos
los pingüinos eran jefes naturales y que eran ordenados, leales y podían trabajar en
equipo; y se sabía que anteponían los intereses de la empresa a sus asuntos personales.
De las otras aves se creia que eran más volubles y menos confiables.
Por supuesto, esto nunca se decía en voz alta, ni por escrito. Porque, como en toda
empresa, los pingüinos querían dar la impresión de ser amplios y estar siempre listos a
estimular el talento, la dedicación al trabajo y los aportes de sus colaboradores. Pero en el
fondo, todos sabían que los pingüinos siempre habían sido y seguirían siendo los
mandamases.
Los mayores acostumbraban poner a los menores bajo su ala protectora y guiarlos
por el camino del éxito. Los llevaban a jugar golf y a trotar, y hablaban con ellos de fútbol
en los almuerzos de oficina. Se notaba a leguas cuáles eran los pingüinos más
importantes. Y era evidente que se sentían mejor sólo cuando estaban entre ellos.
Todo era armonía en el Reino de los Pingüinos, siempre y cuando se aceptaran
sus reglas del juego. Las demás aves de la empresa sabían como debían obrar para que
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los pingüinos se sintieran cómodos y seguros. Pero un día las cosas empezaron a
cambiar en el Reino de los Pingüinos...
A los mayores les dio por recorrer otros lugares, donde conocieron unas aves muy
interesantes que les llamaron la atención por su capacidad gerencial, su experiencia y sus
realizaciones. “Estas aves no son pingüinos – pensaron los mayores - , pero quizá
podrían convertirse en pingüinos si las llevamos a nuestro país y las entrenamos a
nuestro acomodo... Con seguridad estas aves tan notables y extraordinarias podrán
adaptarse a la forma de vida del Reino de los Pingüinos, y con su talento contribuir a que
lleguemos aun más lejos. Nuestro clima es distinto – frío y desapacible -, y como nuestra
tierra no hay otra: helada y yerma. Pero si a pesar de las circunstancias, nosotros hemos
sido capaces de salir adelante, quizá estas aves también puedan prosperar. Si son tan
inteligentes como parecen, se acomodarán a nuestro clima y a nuestras costumbres”.
Y así fue como Pedro, el pavo real, llegó al Reino de los Pingüinos...
Claramente, Pedro no tenía nada que ver con los pingüinos. En realidad era la
antítesis de la pingüinidad. Pedro era un pavo real: un ave llena de colorido, radiante y
bullanguera.
Pedro era un pavo real muy talentoso que había hecho cosas importantes en su
tierra. Sabía escribir, y manejaba bien sus presupuestos; era creativo, imaginativo,
sensato y práctico. Tenía muchos amigos y admiradores en su propia tierra, y era muy
popular y querido.
Los altos gerentes del Reino de los Pingüinos quedaron perplejos cuando
conocieron a Pedro, el pavo real. “Sí, era distinto – pensaban – pero sus logros
profesionales eran impactantes y sus posibilidades fabulosas. Sin duda tenían un gran
potencial”.
Por su parte, a Pedro le interesaban los pingüinos por las maravillas que había oído
y leído acerca de su reino: la promesa de llegar a ser alguien y de hacer fortuna, y la
satisfacción de formar parte de una empresa grande y poderosa. Se trataba de un país
rico, donde todas las aves estaban extremadamente bien pagadas. “En esta nueva tierra
mi futuro será más brillante”, pensó.
Así, los pingüinos y el pavo real llegaron a un acuerdo: él se iría a trabajar con
ellos, y juntos lograrían grandes cosas.
Al principio, todo funcionó a las mil maravillas. Los pingüinos estaban felices con su
nuevo pupilo, quien se destacaba por los destellos de colores que despedía de vez en
cuando. Y Pedro también estaba encantado con la novedad y la novelería. Los pingüinos
lo tenían deslumbrado: ¡se veían tan importantes en sus trajes negros con blanco,
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especialmente cuando se reunían para seminarios y cócteles! ¡Qué trato! ¡Qué modales!
Jamás había visto tanta ceremonia y cortesía.
Ahora bien, al principio el pavo real se cuidó de no hacer demasiada ostentación de
su colorido natural. En su país lo habían puesto sobre aviso. Le habían advertido cómo
eran las reglas y el estilo de gobierno de los pingüinos. De modo que mantenía las plumas
recogidas la mayoría del tiempo, y sólo ocasionalmente las desplegaba en toda su
extensión y vistosidad, para impresionar a los pingüinos. Quería que lo tomaran en serio y
tener éxito. Así que decidió doblegar su naturaleza de pavo real hasta que tuviera
seguridad de que los pingüinos lo aceptaran totalmente. Tenía la esperanza de que
cuando lograra los resultados esperados, sería acogido sin reservas – con todo su
esplendor y su gloria de pavo real – y entonces sí podría pavonearse a su antojo y ser él
mismo.
Porque las cosas eran muy distintas en el Reino del Aprendizaje, el sitio donde él
había
...