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Ph De Jugo De Toronja

jhonramirez11 de Septiembre de 2011

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EL HOMBRE MEDIOCRE

Han pasado ya más de 80 años desde cuando José Ingenieros, el pensador argentino, desde la dirección de la revista de Filosofía, hiciera conocer sus múltiples ensayos reveladores de una pasión por la ciencia con una ética social acentuada. Positivista quizás hasta el exceso, este siquiatra y sociólogo marcó profundamente el rumbo de la sociedad argentina mostrando penetración y agudeza en severos escritos invitando a su nación a reaccionar contra la decadencia abandonando el encallamiento mediocrático que conduce a la postración de los pueblos.

La mediocridad es para Ingenieros la condición abominable. Su ensayo sobre El Hombre Mediocre debiera ser lectura obligada para los jóvenes colombianos de hoy y acaso para las gentes de edad intermedia a fin de instarlas a custodiar valores e ideales en guarda de la dignidad: El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y está perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad. Así como el inferior hereda el alma de la especie , el mediocre adquiere el alma de la sociedad . Su característica es imitar a cuantos le rodean: pensar con cabeza ajena y ser incapaz de formarse ideales propios .

La característica que acompaña típicamente la mediocridad es la indiferencia. Por estos días, en nombre del pragmatismo, profesionales y empresarios pretenden evitar el neomaquinismo con una moral transigente donde todo nos resbala . Frente a la crisis nacional y a las responsabilidades políticas que de ella derivan, tórnanse elusivos tratando de pasar agachados. Cruzar el mundo a hurtadillas, temerosos de que alguien pueda reprocharles esa osadía de exisitir en vano, como contrabandistas de la vida .

En su demoledora arremetida contra la mediocridad, por contraposición, Ingenieros exaltó la dignidad como la virtud por excelencia: El que aspira a parecer renuncia a ser. En pocos hombres súmase el ingenio y la virtud en un total de dignidad: forman una aristocracia natural, siempre exigua frente al número infinito de espíritus omisos.

Credo supremo de todo idealismo, la dignidad es unívoca, intangible e intransmutable. En síntesis de todas las virtudes que acercan al hombre y borran la sombra: donde ella falta no existe el sentimiento del honor. Y así como los pueblos sin dignidad son rebaños, los individuos sin ella son esclavos .

La envidia como pasión de los mediocres mereció su más severa condena: Es la más innoble de las torpes lacras que afean a los caracteres vulgares. El que envidia se rebaja sin saberlo, se confiesa subalterno; esta pasión es el estigma sicológico de una humillante inferioridad, sentida, reconocida.

No basta ser inferior para envidiar, pues todo hombre lo es de alguien en algún sentido; es necesario sufrir del bien ajeno, de la dicha ajena, de cualquiera culminación ajena. En ese sufrimiento está el núcleo moral de la envidia: muerde el corazón como un ácido, lo carcome como una polilla, lo corroe como la herrumbre al metal .

En el plano político José Ingenieros se declaró partidario de la que denominó aristocracia del mérito interpelando por igual a los apologistas de la democracia y de la monarquía.

El mérito estorba en las cortes lo mismo que en las tabernas, solía decir, mientras profería descalificaciones cercanas al insulto en relación con los partidos políticos argentinos, los que en su momento vivían fases decadentes comparables a las de nuestras agrupaciones tradicionales en el presente: Adventicias jaurías de mediocres, vinculadas por la traílla de comunes apetitos, osan llamarse partidos. Rumian un credo, fingen un ideal, atalayan fantasmas consulares y reclutan una hueste de lacayos.

Eso basta para disputar a codo limpio el acaparamiento de las prebendas gubernamentales.

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