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Plan De Iguala


Enviado por   •  12 de Julio de 2013  •  3.537 Palabras (15 Páginas)  •  237 Visitas

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Capítulo I.- Los esclavos de Yucatán.

La historia comienza, cuando el periodista John Kenneth Turner se encuentra con cuatro reclusos mexicanos exiliados en la prisión de Los Ángeles por conspirar contra el gobierno de Díaz. Ellos le platican sobre la situación en México, donde aun se podían ver esclavos. Él quiere verlo con sus propios ojos, así que emprende un viaje.

Narra las primeras experiencias que tuvo en México, específicamente en la península de Yucatán. Llegó ahí pretendiendo ser un inversionista adinerado para adentrarse en negocio henequenero, tras oír estos increíbles rumores de que aun existía esclavitud en América.

La manera en que los "magnates del henequén", (planta cultivada durante siglos en la región), hacían trabajar en las grandes haciendas a indios mayas y yaquis mandados desde el norte del país por el mismo el gobierno, desterrándolos y arrebatándolos de sus familias. Eran forzados a trabajar jornadas excesivas e inclusive podían ser comprados y vendidos. Era el trabajo de estos esclavos los que hacían de Merida, Yucatán una de las ciudades más bellas y ricas del país, pero a un costo inhumano.

Los hacendados exhibían su complicidad con el gobierno, mas nunca se atrevieron a llamarle esclavitud. Estaban concientes de que la esclavitud está prohibida en la constitución mexicana pero parecían creer que al nombrar a su sistema "servicio forzoso por deuda".

En este capitulo relata varias escenas de la vida común de los esclavistas yucatecos y las torturas que, casi con gusto, infringían en sus trabajadores; al mismo tiempo que compara este tipo de esclavitud disfrazada con la que en algún tiempo hubo en su país. Lamentablemente los antiguos esclavos salían ganando.

Capítulo II. El exterminio de los yaquis.

Los yaquis eran "indios" mandados del norte, conocidos por ser los más fuertes, resistentes y confiables. A los norteamericanos del norte, dueños de los ferrocarriles, les molestaba que fueran exiliados para llevárselos a trabajar a Yucatán, pues los consideraban excelentes trabajadores. Ellos no los llamaban indios en el concepto norteamericano, pues éstos no son empleados.

Explica la situación de estos yaquis, a partir de un decreto del propio presidente para mandarlos a Yucatán. Este decreto se valía del supuesto de que los yaquis eran conflictivos, a tal grado que para poderlos exterminar se ordenaba que a cualquier yaqui se le debería atrapar y mandarlo a Yucatán al sur del país para que sirvieran como esclavos en las haciendas henequeneras, donde morían a los seis meses por los malos tratos y el clima diferente.

Este decreto también decía que las tierras de los yaquis debían ser confiscadas; aunque era de esperar que fueran los presidentes municipales, gobernadores de los estados y amigos de Díaz, quienes se quedaran con las tierras.

Capítulo III. En la ruta del exilio.

Acompaña en su largo viaje por tren a los indios yaquis desterrados a Yucatán para observar el "ultimo capitulo de la vida de la nación yaqui". Ahí es testigo de la forma en que familias enteras son desmembradas cruelmente, así como las confusiones que se daban al reclutar yaquis. Se llevaban a cualquier persona, aunque sólo estuviera pasando por ahí, no se hacían distinciones de otros grupos étnicos.

Muchos de ellos ya eran trabajadores de familias a las que llevaban décadas ayudando en el campo, y a pesar de las suplicas que los patrones hacían por poder mantener aunque fuera a uno de ellos, hasta seguirlos era inútil. Las personas morían en el camino de semanas y eran enterrados entre ellos mismos, muchos niños quedaban huérfanos durante la travesía.

Después de ser vendidos y comprados como muebles, pasaban a manos de sus amos, mal alimentados y enfermos muchos de ellos. Lo primero que vio al llegar fue como un yaqui era apaleado en una hacienda por la sola falta de no cumplir con la cantidad de trabajo del día.

Al llegar a su destino los hacendados casaban a las mujeres con extraños para crear nuevas familias que produjeran más mano de obra, familias nuevas que podían ser vendidas después en mil pesos por persona. Las mujeres yaquis no podían evitar llorar ante la idea de regresar con sus familias al lugar de donde fueron arrancadas.

Capítulo IV. Los esclavos contratados de Valle Nacional.

Uno de los lugares más temidos del México de principios del siglo XX era la región tabacalera de Valle Nacional en el estado sureño de Oaxaca. Los esclavos que trabajaban en las haciendas tabacaleras eran gente era traída desde todos los puntos de la república ya fuera por medio de contratos falsos, por arresto policiaco o bien por secuestro descarado.

Se enteró de otra forma de capturar esclavos, o peones. Para Valle Nacional había varios enganchadores que trabajaban para los dueños de estas haciendas, ellos estaban encargados de convencer a gente pobre de otras partes de la republica, prometiéndoles una gran paga y buena alimentación

Al principio muchos de ellos llegan pensando que son trabajadores libres, pero en cuanto se les ocurre pedir que los dejen salir es cuando se dan cuenta de que son en realidad prisioneros. Los convencen de que tienen una deuda pendiente que solamente pueden pagar con trabajo.

Las condiciones de trabajo, iguales para hombres, mujeres y niños, hacían que cualquier trabajador sólo aguantara de tres a cinco meses. Después de eso, cuando el agotamiento, el hambre y las palizas minaban su salud, los patrones se deshacían de ellos arrojándolos a los pantanos, donde eran devorados por los cocodrilos sin importar que estuvieran muertos o agonizantes.

Capítulo V. En el valle de la muerte.

Una vez más bajo el disfraz de un probable inversionista o comprador, Kenneth visita la región del Valle Nacional, en Oaxaca, haciéndose amigo de jefes y policías que jamás sospecharan que sus supuestos millones de dólares eran pura farsa.

Logró observar la vida de los esclavos en las haciendas tabacaleras, y confirmó los rumores de algo que al principio no hubiera podido creer. Valle Nacional era mucho peor que Yucatán. Llevar a alguien a la cárcel era la vía más fácil de hacer que terminaran trabajando en el esa zona de tabacaleras también conocida como "tierra caliente".

El jefe político de Pachuca, por ejemplo, tenía un convenio donde recibía dinero por cada trabajador que les mandara. Los conseguía aprehendiéndolos en las calles, ya sea por delitos reales o imaginarios, hasta que forman un acuadrilla y se les envía hasta ahí. No importaba tampoco la edad, pues se podían conseguir

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