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RESUMEN EL ALMA DE LA TOGA QUIÉN ES ABOGADO

Elpidio Roman MartinReseña15 de Julio de 2017

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QUIÉN ES ABOGADO

En este apartado, el autor nos hace un llamado para definir correctamente el uso del término de "abogado". Pues nos dice que ser abogado va más allá de haber recibido un título de Licenciado en Derecho. Definiendo al verdadero abogado sería siendo aquel que ejerce la profesión dando consejos jurídicos y pidiendo justicia.

En gran parte estoy de acuerdo con lo que nos ha dicho el autor, ya que, en definitiva ser abogado y ser Licenciado en Derecho no es lo mismo; pero de igual forma hay muchos abogados que a pesar de ejercer una profesión "digna", se han encargado de darle una mala reputación a ésta, y es por eso que a mi parecer personas así tampoco merecen ser llamados abogados.

En gran medida nos dice que hay que reivindicar la profesión del abogado que es la más culta porque todo abogado debe ser un conocedor de todo.


LA FUERZA INTERIOR

Atinadamente nos dice que en nosotros mismos hay una fuerza, que no hallaremos en ningún otro lugar. Es esta fuerza la que nos ayuda a enfrentar las injusticias que se nos presentan, incluso cuando nuestra dignidad se ve empañada por críticas o agresiones debemos siempre mantener nuestro orgullo en alto y hacer justicia o pedirla.

En nuestra vida va a haber muchas veces en las que podemos llegar a pensar que todo está perdido, pero, debemos encontrar esa fuerza que llevamos dentro de nosotros la que nos impulsa a seguir adelante y de no ser encontrada o como nos dice Ángel Ossorio, cuando se tengan dudas, en ese momento, se debe cambiar de oficio.

No debemos prejuzgar sin antes haber leído, para poder dar una opinión certeramente nos dice que hay que leer la doctrina, la jurisprudencia en fin preparar un buen caso porque cualquiera puede ser el caso de nuestra carrera profesional sin saberlo.


LA SENSACIÓN DE LA JUSTICIA

La Justicia no es el fruto del estudio sino una sensación, nos dice el autor de esta obra, y es totalmente cierto pues la justicia no es algo que se pueda aprender en libros, es algo que solo se aprende en la vida.

Actualmente el sentido de la justicia de muchos abogados se ha visto nublado, porque en nuestra sociedad capitalista lo que importa es el dinero, no lo que en realidad es justo, equitativo, bueno y prudente, entonces lo que hacen es tergiversar las leyes a su antojo para ganar sin importarles nada más. Y es que ganar un caso no lo es todo, debemos encontrar el equilibrio de las cosas, entre brindarle nuestra ayuda al cliente sin caer en la injusticia para con los demás.

Como nos dice en el primer capítulo cada vez hay menos abogados, porque una gran mayoría estudia para tener un título, que quizá sea para colgar en el despacho o para arrinconarlo en casa, pero no para sentir esa satisfacción de haber logrado justicia en un caso que por modesto no deja de ser importante para nuestro cliente.


LA MORAL DEL ABOGADO

El autor dice, que cuando un abogado acepta un caso, es porque está defendiendo una causa justa, y éste deberá hacer todo lo moralmente justo, para defenderlo, pero me pregunto yo, ¿quién decide lo que es moralmente correcto y lo que no? y aquí es donde entra otra parte importante que nos menciona el autor, "Abogado que sucumba al qué dirán, debe tener manchada su hoja de servicios con la nota de cobardía". Pues para lo que muchos sea correcto, puede que para otros no lo sea; y si nos dejamos llevar por lo que dicen los demás jamás llegaremos a ser quienes en un principio soñamos que seríamos.

Un abogado cimenta sus casos en la rectitud, lo justo y finalmente en lo legal y no en la lucidez o ingenioso que sea.


EL SECRETO PROFESIONAL

Puede llegar a ser hasta inverosímil, pero es totalmente verídico que día a día nosotros hacemos lo mismo, y es que en muchos casos no sabemos guardar secretos; porque se lo decimos a "una" persona de nuestra total confianza anteponiendo no se lo digas a nadie y esa persona se lo dice a otra persona de su total confianza y así sucesivamente como nos dice el autor, y puede que en nuestra vida diaria aunque este mal visto la gente lo hace pensando que no traerá muchas repercusiones, pero en muchos de los casos si los trae.

Como practicantes de la abogacía, se debe tener mucho cuidado y evitar esto, pues al revelar un secreto que le comenta su cliente puede ser totalmente atroz para el veredicto del juzgador, aquí recaemos en un punto tocado previamente en los capítulos anteriores, y es que el abogado al aceptar un caso se presume que es por una causa justa; y si al abogado se le confía algún secreto que diga que el cliente es totalmente culpable mejor deje el caso ya que con la moral que practique el abogado no el caso no le parece justo llevarlo, sin tener que revelar el secreto.

Jamás podemos revelar los secretos de ningún caso por más simple o sencillo que este sea, ya que las repercusiones que pudiera tener tal revelación pudieran ser tomadas por terceras personas para influir en el mismo y hacer que perdamos el importante caso que nos confió nuestro cliente.


LA CHICANA

Aunque, como dice el autor, hay casos en los que por un buen motivo es necesario hacer una chicanada (como lo conocemos aquí en México), queda en la conciencia y la moral de cada abogado hacerlo o no, el hacer una chicanada no siempre es algo malo, porque de cierta forma es como tergiversar la ley para beneficio de nuestro cliente, pero, el sentido de el buen desempeño de la abogacía es algo que se ha ido perdiendo, donde la chicanada puede que en ciertos casos no sea tan mal visto como en otros.

Por ejemplo, puede que nosotros estemos totalmente seguros que nuestro cliente es inocente que las pruebas y argumentos presentados son falsos y que la prueba primordial para ganar el caso nos esté llegando por decir el jueves al mediodía, pero la última sesión del juicio es el miércoles en la tarde, es aquí donde queda totalmente a discreción del abogado si hace una chicanada por una buena causa o se rige por lo ya estipulado por la ley, con posibilidades de perder el caso.


LA SENSIBILIDAD

Es totalmente acertado que la abogacía es una constante lucha de pasiones, pero está en nosotros no sucumbir a ellas, esto no quiere decir que debamos ser totalmente fríos y escépticos, sino que no podemos inclinarnos por involucrarnos mucho o no involucrarnos en lo absoluto y simplemente que sea una cuestión de ganar, por dinero, porque como nos dice el autor esto nubla nuestro buen juicio.

Y es que muchas personas esperan contactar en algún momento con su abogado, es decir, que este pueda sentir un poco de su sufrimiento, pero me parece que el abogado debería detenerse a estudiar perfectamente la situación, preocuparse por su cliente sin pasar ese límite en el que todo se vuelve personal, ampararse y hacer buen uso de lo que dicta la norma aplicable.

No es conveniente para el abogado tocar los extremos ni llegar a ser un abogado por dinero ni tampoco caer en no cobrar por la emoción del caso, debe ser ecuánime el letrado, analizar y aconsejar al cliente sobre su caso buscando la justicia.


EL DESDOBLAMIENTO PSÍQUICO

Es muy interesante el punto que toca el autor, para proceder muchísimo mejor en un caso, es de gran importancia llegar a conectarse con el cliente, para esto, es bueno dejar a un lado nuestros intereses y nuestro bienestar, y ponernos a analizar perfectamente la situación de nuestro cliente, no es cuestión de olvidarse quiénes somos, sino el renunciar a ciertas cosas que podrían interrumpir de nuestro trabajo y utilizar nuestras facultades como buenos abogados.

Sin llegar a perder amistades, dejar de cobrar, debemos entender que cada cliente trae sus problemas a nosotros para encontrar la mejor solución y jamás debemos adentrarnos en los casos más allá de lo que del propio caso podremos hacer y buscando la justicia dentro de las propias leyes.


LA INDEPENDENCIA

Está claramente establecido que la abogacía se ejerce con libertad pero este a su vez puede ser influenciado por lo que un asesor o algún allegado le sugieran, y es que cuando el autor menciona que es difícil resistirse al llanto de una mujer, o la inclusión de un miembro familiar, estoy de acuerdo total, porque sí, es verdad que la familia es primordial en nuestras vidas, y lo digo yo que amo mi familia con locura, pero cuando ejercemos la abogacía debemos trasladarnos, cuando defendemos a alguien más ya no somos solo nosotros, en nuestro mundo, sino que está en nosotros velar por los mejores intereses de nuestro cliente; claro está sin que esto vaya a opacar nuestra moral y nuestro sentido de la justicia.

Es un dilema bastante grande el aceptar un caso que aunque no nos parezca de lo más justo, pero que será muy bien remunerado "económicamente" hablando, mas debemos poner nuestras prioridades en orden. Porque no es lo mismo decirle a un abogado que tiene 4 hijos, cuya esposa no trabaja y no atiende un caso de hace más de meses que no acepte el caso, pues tiene un deber con su familia de alimentarlos a decirle a uno que atiende 4 casos al mes y no tiene hijos ni está casado; aunque a fin de cuentas queda en la conciencia de cada uno lo que debe hacer.

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