Resumen Alma de la toga
Juan Pablo Jurado GarciaEnsayo12 de Julio de 2017
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Resumen Alma de la toga
Eugenio Jurado Bernal
Uniciencia
2016
Sin derecho no hay vida posible por más que, como se ha dicho recientemente, hayan sido muchos los filósofos que han prescindido, en su filosofía, del valor derecho.
El derecho como medio de alcanzar justicia y en cuanto fuese expresión de la razón. Tener razón y expresarla de acuerdo con el derecho, para obtener justicia; Ver a los tres valores:razón,derecho,justicia, caminando juntos por el campo único de manera que quien tenga razón la vea reconocida por el derecho y amparada por la justicia.
El derecho ha de ser sencillo, claro, fácil, porque sus normas no están dirigidos a iniciados sino a todos los ciudadanos. Él quiso hacer del derecho, de la ley, un fenómeno de sencillez para que pudiera llegar fácilmente al hombre de la calle, que es quien lo ha de vivir en todo momento de su existencia, ya que desde el nacimiento, y aun antes hasta la muerte, y después de ello, se transita jurídicamente, aunque, como pasa con el aire que respiramos, no percibimos la atmósfera jurídica que nos envuelve.
El derecho ha de ser sencillo porque el ciudadano tiene, sino la obligación, la carga, la necesidad de conocerlo; y se la deben preceptos y no conceptos abstrusos.
Es la exposición natural humano. De quien está defendiendo una causa que es justa y la defiende con parcialidad correcta. Él sabe hablar y también sabe escuchar, porque sólo así, escuchando y sabiendo escuchar, se puede llegar a dialogar.
El proceso prácticamente sentenciado antes de la vista de segunda instancia con una confirmación, se ha conseguido la revocación por medio de los argumentos expuestos oralmente. Ve en la oralidad la forma natural de publicidad, contemplando la sala de justicia como un cuadrilátero , en cuyo frente está el tribunal; a un lado, el demanda o acusador; al otro el demandado o el representante del acusado; y en el cuarto frente al tribunal se pregunta; y la respuesta solo puede ser: el pueblo.
Los grandes dramas familiares, ni suelen ser confiados a quien no fundó familia ni, ni en caso de serlo, llegan a ser totalmente penetrados por el “Célibe” y el capítulo lo termina con estas palabras: de modo que, a juicio de este señor ,¿hay que creer en la mujer? Y este señor le responde con fervor desbordante “!Hay que creer!, porque el desventurado que no cree en la mujer ¿a dónde irá a buscar el reposo del alma?.
La toga, no forma sino sustancia; como la peluca del juez español. Así la toga del legislador, la universitaria, la jurídica, encuentra su origen en la toga romana.
La toga tiene su alma, su espíritu, que es el espíritu de la justicia; por ello, esa alma igualmente donde la toga no se utiliza como atuendo judicial. La toga es un símbolo como lo son las palabras y éstas, en sus expresiones judiciales, ofrecen mayor tracendencia:Esa alma, ese espíritu, obliga, determina un comportamiento, una actuación. La toga, física o espiritual, atuendo o fantasía, obliga a una conducta, porque otorga carácter.
Pero la función social del abogado, las tribulaciones de su conciencia, sus múltiples heterogéneas obligaciones, la coordinación de sus deberes, a veces antagónicos… todo eso es para el principiante un incógnita, y nadie se cuida de despejársela. No trabajéis solo por el indispensable mantenimiento, ni por las riquezas. Sin ordenarlos, ello sería necio, trabajad primordialmente por hacer el bien, por los avaros sobre los demás, por el orgullo de trascendental. Mal trabajo es el que se ejerce sin lucro; pero el que se arrastra sin fe es mil veces más angustioso, porque tiene todos los caracteres de esclavitud.
Junio de 1919 Ángel Osorio
“En España todo el mundo es abogado, mientras no pruebe lo contrario. “Así queda expresado el teorema, que pío Baroja, por boca de uno de sus personajes, condensa en estos otros términos. Numerosos conductores de tranvías son abogados. La abogacía no es una consagración académico sino, sino una concreción profesional. Nuestro título universitario no es de abogado”, sino de “licenciado en derecho, que autoriza para ejercer la profesión de abogado”. Basta, pues, leer para saber quién no decide que su vida a dar consejos jurídicos y pedir justicia en los tribunales, será todo lo licenciado que quiera, pero abogado,no.La formación del hombre viene después. En las aulas quedó polarizado todo lo bueno que a por su hogar.
Mas dejemos esto de lado y supongamos que la fácil de derecho se redime y contribuye eficazmente a la constitución técnica de alumnos; aun así, el problema seguiría siendo el mismo; porque la formación cultural es absolutamente distinta de la profesional y un eximio y puede ser, iba a decir, suele ser un abogado detestable.
¿por qué? pues por la razón sencilla de que en las profesiones la ciencia no es más que un ingrediente junto a él operan la conciencia, el hábito, la educación, el engranaje de la vida, el ojo clínico, mil y mil elementos que englobados, integran un hombre , el cual, precisamente su oficio, se distingue de los demás.
Un catedrático sabrá admirablemente las pandectas y la instituta y el fuero real, y será un juras-consulto insigne; pero si no sabe atisbarlas, toda su ciencia resultará inútil para abogar.
El reunir en una misma mente la elevada serenidad del patriara y la astucia del aldeano; el cultivar aun los secarrales legislativos y el vergel frondosa de la literatura ya que en nuestra misión se expresa por medio del arte. En el abogado la rectitud de la conciencia es mil veces más importante que el tesoro de los conocimientos. Primero es ser bueno; luego, ser firme; después, ser prudente; la instrucción viene en cuarto lugar; la pericia en el último.
El médico aporta a la cabecera del enfermo caudales de previsión de experiencia y cautela de paciencia y abnegación. Igual ocurre con los Abogados. No se hacen con el título de licenciado, sino con las disposiciones psicológicas, adquiridos a costa de trozos sangrantes de la vida.
Abogado es, en conclusión, el que ejerce por manantemente (tampoco de modo esporádico) la abogacía. Los demás serán licenciados en derecho, muy estimables, muy respetables, muy considerables, pero licenciados en derecho nada más.
El hombre, cualquiera que sea su oficio, debe fijar principalmente en sí. La fuerza que en sí mismo no halle no la encontraría en parte alguna. Cuidado no tengas el atrevimiento de juzgar sin leer lo que dicen los autores y consultar la jurisprudencia y escuchar el parecer de tu docto amigo Fulano y del insigne maestro mengano. La palabra cordial no induce a perder el sentido propio apuro recabar los ajenos.
Por último hemos de afrontar constantemente el peso de la injusticia. Injusticia hoy en resultado de un concierto donde pudo más la fuerza, que la equidad; injusticia mañana en un fallo torpe; injusticia otro día en el cliente desagradecido o insensato; injusticia a toda hora en la crítica apasionada o ciega; injusticia posible siempre en lo que, congracia su castidad llamaba don Francisco Silvera.” El majestuoso y respetable azar de la justicia humana. En cuanto estas injusticias nos preocupan, perdemos la brújula para lo porvenir o caeremos rendidos por una sensación de aseo. No es esto soberbia, pues las decisiones de un hombre procedente no se forman por generación espontánea, si no como fruto de un considerado respeto a opiniones, conveniencias y estímulos del exterior.
El día en que la voluntad desmaya o el pensamiento titubea, no podemos excusarnos diciendo:” Me atuve al juicio de A: me desconcertó la increpación de X, me dije seducir por el halago es sólo nuestra; nuestros han de ser también de modo exclusivo la resolución y la actuación. No se diga que operan el alma de cada cual; de modo que no querrá al insistir en que actúa en alma aislada para librarse de la ira no hay antídoto más eficaz que el desdén. Saber despreciar es el complemento de la fuerza interna. Desprecio por los venales y los incluibles, para lo hipócrita y los necios, para los asesinos alevosos y los perros ladradores. Contra el abogado contra el verdadero abogado se concitan los intereses lastimados, el amor propio herido la envidia implacable.
Un literato ha dicho que el derecho ha dicho que el derecho es como una mujer casquivana que se va detrás de cualquier hombre que haga sonar espuelas. Si se refiere al derecho positivo de cada día, la imputación es de triste certeza. Detrás de una violencia triunfante o si quiere amenazante, cambia el estado legal.
El derecho no establece la realidad sino la que sirve, y por esto camina mansamente tras ella, consiguiendo rara vez marchar a su paso.
Postulado: que lo que al abogado importa no es saber el derecho, sino conocer la vida. El derecho positivo está en los libros.
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