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El mundo actual, plagado de un presente sin consecuencias, requiere un cambio.

Ese cambio, se percibe casi como un anhelo y podemos ver como cada día surgen más

“cosas espirituales” que atraen a un sinnúmero de gente que vive en el vacío del no ser.

La pregunta sobre qué es el hombre y el cuestionamiento particular que se hace cada

individuo al plantear “¿Quién soy yo?” aluden directamente al fenómeno de la

conciencia y son un punto de arranque sobre este tema. Es posible adelantar que hay

dos maneras de conocer el fenómeno humano: vivirlo desde fuera o experimentarlo

desde dentro.

Al examinar el fenómeno humano, es necesario un acercamiento externo pero sobre el

sentido de la vida, su principio y fin, debe hacerse un abordaje interno y analizar

entonces la conciencia, aclarando que ambos procedimientos no son excluyentes y que

se requiere adoptar una visión holística del fenómeno humano que, aludiendo a esta

doble metodología, permita dimensionar al hombre como ser integral y complejo.

Castañeda, citando a Lonergan (1984), manifiesta que el ser humano es capaz de

plantearse cuatro clases de preguntas; la revisión de ellas constituyen el primer paso

para un análisis de la conciencia humana; se exponen entonces cuatro niveles de

conciencia del sujeto:

1. El de la experiencia y la percepción, que inquiere: “¿dónde?”, “¿cuándo?”,

“¿cuánto?” y “¿cómo?”;

2. El que trata de entender las cosas preguntando “¿qué?” y “¿por qué?” para

captar la idea de lo percibido;

3. El que se interesa acerca de la verdad, de lo que ha entendido, evaluando la

falta de verdad o falsedad de los juicios sobre los sucesos y

4. El que a partir de un juicio de valor plantea la pregunta “¿para qué?”

Estos niveles están sumamente vinculados y cada cual asume al anterior.

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