Robinson Crusoe
a-z3 de Diciembre de 2013
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Robinson Crusoe
Daniel Defoe
Ilustraciones de Enrique Flores
1INTRODUCCIÓN
Aventurarse supone salir de la monotonía del día a día y flexibilizar una vida que resulta aburrida. Desde la más tierna infancia, el ser humano se aventura a investigar, a conocer lo nuevo no sin ciertos peligros. De niños, la fantasía se mezcla con las ganas de que pase algo, y nos asusta el canto de la lechuza, una sombra imaginaria que cruza el pasillo...
También es posible que, sacando fuerzas de flaqueza, acabemos de una sola estocada con todos los piratas del más inofensivo riachuelo. Y es que la sed de aventuras está pegada a nuestro corazón desde siempre y para siempre. Sólo los más serios disimulan –suponemos– esa necesidad de que las cosas no sean a todas horas como son. No es raro que esa idea haya ido fraguando en lo que hoy conocemos como novelas de aventuras, esa maraña, saco sin fondo y lugar de encuentro de espadachines, viajeros, piratas, caníbales, tuertos hombres de estado, vengadores... y esos personajes que los historiadores nunca hallaron en sus investigaciones, pero los novelistas nos los ensalzan por su aportación indudable en el curso de los acontecimientos. ¡Esos héroes envidiables! Luchadores al servicio del indefenso, como Robin Hood o los cuatro mosqueteros. Viajeros intrépidos como los protagonistas de La vuelta al mundo en 80 días. Hombres que elevan la venganza, por arte de magia literaria, a un gran valor, como El conde de Montecristo. Y tantas y tantas más que nos han llenado el corazón de saltos y de risas y de lágrimas. Y en toda esa maraña, un hombre solo ante el rigor de la naturaleza, en una isla desierta y desconocida. Robinson Crusoe, el náufrago que levantó un pequeño imperio con sus manos y su capacidad lógica. Esta novela especialísima precede y, de alguna manera, presenta a todas las aventuras que vienen después. Y en todas ellas, el héroe estará solo en los peores momentos, y su tesón y su valor le sacarán del apuro como Robinson nos enseñó.
2ARGUMENTO
Robinson Crusoe, desoyendo los consejos paternos, se embarca en busca de aventuras. Realmente, las encuentra. Desde el primer viaje, se verá envuelto en tempestades, naufragios e incluso le secuestran los piratas turcos. Logra escapar a los dos años y la suerte le lleva a Brasil, donde se convierte en hacendado de una plantación. La mala idea de conseguir esclavos más baratos será la causa de que dé con sus huesos en una isla desierta donde vivirá 28 años.
Prácticamente desde el primer día, se propondrá convertir la isla deshabitada en lugar más que habitable. Con tesón y paciencia lo consigue: levanta dos viviendas, planta cosechas, forma un ganado, hace muebles, cerámicas, herramientas, quesos, hasta un calendario... En los últimos cinco años de permanencia en la isla, se desencadenan los acontecimientos más importantes: lucha contra los caníbales, que desde el continente elegían la isla para sus festines, salva de ser devorado a Viernes, un indígena que vivirá con él desde entonces, y ayuda a recuperar su barco, que se encontraba en manos de amotinados, al mismo capitán que le devolverá a Inglaterra. Una vez allí, se las arreglará para recuperar sus bienes del Brasil, que le aportan bastante más de lo que creía. El libro termina con un trepidante viaje por tierra.
3AUTOR
Daniel Defoe nace entre 1659 y 1661 en Londres. Su padre, James Foe, un carnicero puritano –disidente de la iglesia anglicana–, quiso para su hijo la carrera de predicador; pero Defoe cambió los hábitos por los negocios. Hombre viajero, dada su calidad de comerciante, conoció varios países del Mediterráneo, mas nunca se adentró en el Atlántico, como su personaje, para llegar al Nuevo Mundo.
En 1684 contrae matrimonio con
Mary Tuffley y, al año siguiente, abandona su casa para unirse a los seguidores del duque de Monmouth, que intentó, sin éxito, destituir a su tío Jacobo II. Es la primera tentativa política de Defoe y su primer fracaso, pues hubo de esconderse, como el resto de los rebeldes. Con el advenimiento de Guillermo III, le llegó la ruina en sus negocios, lo que le obligó a ocultarse de nuevo, aunque posteriormente pagó religiosamente a sus acreedores, y aún le quedaron fuerzas para escribir el Ensayo sobre proyectos en el que se adelanta a su época en diversas ideas sociales y económicas. Después compuso, en defensa de Guillermo de Orange, El verdadero inglés. Una sátira, donde sale al paso de los ataques contra el soberano en su calidad de extranjero. Con esta y otras obras gana la confianza del rey y la inquina de sus enemigos. Muere Guillermo III y Defoe es condenado a la cárcel y a la picota, y estuvo tan cerca de que le cortaran las orejas que hay autores que lo dan por hecho.
Al salir de la cárcel escribe una serie de libelos de matiz político por lo que sufre nuevas persecuciones. Pero será su obra literaria la que le hace inmortal, especialmente Robinson Crusoe. Daniel Defoe muere en 1731.
4PERSONAJES
Si en la novela de aventuras, el protagonista, por encima de cualquier personaje, es el centro de la acción, en Robinson Crusoe se da esta circunstancia de forma pasmosa: durante un tiempo considerable, no habrá ningún otro personaje humano que su protagonista. Quizás sea este el factor dominante que la convierte en un claro antecedente del género. Robinson es un ser particular, único, pero a la vez, representante de una sociedad, una época y una ideología. Lo que siempre se ha destacado es su constancia, su paciencia, su trabajo incansable para sobrevivir. Mas hay quien pone pegas a lo innecesario de gran parte de ese trabajo: por qué se viste de semejante forma cuando el clima es templado, qué necesidad hay de hacer una silla y una mesa perfectas si la utilidad, la funcionalidad de los muebles no está en su estética...
Esto es discutible, pero lo que no hay duda es que Robinson busca siempre el resultado perfecto, o dicho de otra forma, la perfección. El punto de partida es su educación –lo que sabe– y la experiencia inductiva –lo que va descubriendo–. Así él se reconoce como un caballero que ha de vestir, por tanto, de determinada forma. Si fuera desnudo o con taparrabos, ¿en qué se diferenciaría de los indígenas? Quizá en la cultura actual esto no importa. Entonces era vital. Aunque su atuendo sea ridículo, le eleva a una categoría superior. Es la bacía de barbero que don Quijote usa de yelmo. He aquí una pequeña coincidencia.
Lo mismo sucede con la mesa y con la silla: tener un despacho, un comedor, en una isla desierta, significa que se es alguien. Ser o no ser. Ya no se trata tan sólo de sobrevivir. Además, en esta soledad, no se conforma con ser exclusivamente un náufrago: es un rey, dueño y señor de la isla. Pero tampoco únicamente un rey, sino su corte, su ejército, su artesano, su campesino, su ganadero... es decir, recrea un modelo de sociedad y lo pone en práctica, le sirve para sobrevivir y, además, le mantiene conectado al mundo conocido, a su mundo.
A todas estas funciones se une la de pensador, la de filósofo, la del hombre que, día a día, la observación del mundo le lleva a sacar conclusiones de índole moral o político como sucede en el rechazo de ser juez y verdugo de los caníbales. Mas como sólo le faltaba ejercer de maestro y misionero, aparece Viernes.
Este indígena bueno es el primer pilar humano en el que Robinson asienta su reino. Le va a enseñar todo lo que sabe, le adoctrinará en su propia religión, y Viernes será su servidor. Robinson coloniza la isla y, como es lo normal, la contagia de su propia esencia.
Ya hemos dicho que ningún personaje alcanza el relieve del protagonista. Aún así, el siguiente que destaca es Viernes. La mezcla de salvaje y de niño inocente le eleva, por lo menos, a la categoría de entrañable. En seguida se hace con el lector, quien le acoge sin reparos, pues más que un personaje perfectamente tallado es una acumulación de rasgos positivos: humilde, sumiso, fuerte, bello, viril, dulce, listo bondadoso, amable, serio, eficaz, divertido... buen siervo, buen hijo, buen creyente. ¿Qué más se puede pedir? Es una suerte, para Robinson, encontrar a alguien así.
En definitiva, un personaje que resulta simpático más que admirable –piropo que le corresponde al amo–, que pone puntos de ternura en la novela y que ora divierte, ora hace pensar. Viernes nos muestra a Benamckee de una de las formas más bellas que se puede mostrar el poder de Dios, tanto por la sugerencia como por la rotundidad: Todas las cosas le dicen “¡oh!”.
Los personajes restantes quedan, la mayoría de las veces, en un inmenso telón de fondo, aunque en ocasiones algunos destaquen en rápidos y precisos fogonazos, su principal –y posiblemente su única– característica: el padre es prudente; el capitán de los corsarios, confiado; el capitán del barco portugués, hospitalario y dadivoso... Esos personajes con su rasgo pertinente, son caminos que conducen a la acción. Si sus cualidades no hubieran sido esas, la novela navegaría por otros mares.
5ESTRUCTURA
La novela de Defoe no está dividida en capítulos sino en secuencias: concretamente veintitrés más un prefacio. Las secuencias pueden agruparse en tres bloques fundamentales.
El primer bloque abarca las secuencias 1 a 4, y en él se juntan varios episodios que tienen valor por sí mismos. Se narra la historia desde el nacimiento para que podamos adentrarnos en la situación que rodea a Robinson: una familia burguesa, temerosa de Dios y con una filosofía práctica de la vida. La secuencia 2 es una iniciación del joven: ni el mal tiempo, ni un naufragio impedirán que siga adelante
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