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SALOMÓN PAREDES Y SU ALMA GEMELA


Enviado por   •  15 de Junio de 2014  •  651 Palabras (3 Páginas)  •  320 Visitas

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SALOMÓN PAREDES Y SU ALMA GEMELA

Vives solo en un departamento pequeño, trabajas y tienes muy pocos amigos, tu libertad como tus posibilidades son infinitas, nadie te dice que hacer y que no. Eres dueño de ti. Tienes éxito en tus proyectos, pero sientes que algo te falta.

Un día, como de tantos, vas caminando por la calle tranquilamente cuando de repente sientes que la mirada de alguien te persigue, quieres no voltear pero tu curiosidad es más grande que tu voluntad; regresas y ves un rostro dulce y radiante que te sonríe y unos ojos que brillan de alegría al verte, te ruborizas e intentas proseguir, sin embargo quieres verla otra vez, volteas y ya no está.

Todo el día piensas en el rostro, la sonrisa, la mirada seductora y la silueta escultural, quedas deslumbrado por su belleza. Ya avanzada la noche, recostado en tu cama después de ver el noticiero de “López Dóriga” y de haber elevado tus plegarias al cielo, intentas conciliar tu sueño empero no lo consigues porque regresa a tu memoria la escena vista por única vez en tu vida mientras caminabas tranquilamente por la acera a medio día.

Te preguntas ¿Quién podría haber sido? ¿Qué habrá querido? Suenan las campanas de la iglesia anunciando la media noche y entre despierto y dormido escuchas una voz dulce que te susurra al oído: “la persona que viste hoy y que ha ocupado tus pensamientos durante doce horas he sido yo, Arantza Mendoza, te miraba porque en mi vida pasada fuiste mi alma gemela. Acababa de dejar mi cuerpo en el hospital de cancerología cuando me viste parada contemplándote desde el semáforo de la calzada de Tlalpan y San Fernando; creía que tardaría en encontrarte pero cuando se puso el alto te vi pasar, me sentí muy feliz”

El miedo te paraliza, una espuma blanca sale de tu boca, intentas gritar pero no puedes como en las pesadillas, te arrepientes de todos tus pecados, invocas al Espíritu Santo, rezas el “Magnificat”, te tranquilizas y nuevamente escuchas el susurro que te dice al oído: “he venido por ti, amor mío”. La miras y la recuerdas perfectamente. Un amor inmenso revive en ti. Vuelven a tu memoria recuerdos muy momentos felices: tu paseo por Nuevayork, la luna de miel en parís, tus aventuras con los musulmanes montados en camello por los desiertos africanos, tu promesa de que nunca la dejarías frente al taj majal.

Mientras sonríes de felicidad, te dice nuevamente: “he venido por ti amor mío, antes de que el tiempo me lance a otro cuerpo y nos separemos por otros cien años, quiero estar contigo y solamente tú me puedes llevar a ese lugar donde las almas viven sin dejar de ser ellas mismas” .

Feliz por la noticia, dejas tu cuerpo y partes con ella a ese lugar reservado solamente para las almas buenas donde no tienes que ocupar un cuerpo que no es tuyo, sino que disfrutas de la felicidad eterna contemplando al eterno bien al lado del

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