Sandra con tan sólo 17 años tuvo que empezar a estudiar y trabajar

Sandra no tenía una vida fácil, pues desde pequeña tuvo que experimentar el rechazo de su madre, y a diario se preguntaba qué tan malo podría ser esperar un hijo, para que su madre llegase a abandonarla.

Durante su niñez vivió bajo el cuidado de su abuela en una pequeña finca ubicada en Duitama, Boyacá. Cuando Sandra comenzó a entrar en la etapa de la adolescencia, decidió viajar hacia Bogotá, para vivir con una tía, quién con gusto la recibió, solo que con una condición, trabajar para ella en su pequeño supermercado.

Sandra con tan sólo 17 años tuvo que empezar a estudiar y trabajar. Para ella esto no era un sacrificio, representaba más que todo un desafío, ya que su abuela desde pequeña le enseñó que siempre hay que luchar por salir adelante, y que mejor ejemplo que ella misma que pudo sacar adelante a 9 hijos y dos nietos sola, pues su esposo falleció a temprana edad.

Una tarde, esta chica llegaba de estudiar para reemplazar a su tía en el supermercado, cuando en eso llega un chico que robó por completo su atención. El sentimiento fue mutuo. Se habían visto una que otra vez en el barrio, pero no le brindaron mayor importancia. Ese día él llegó a gastarse lo de la mesada en las maquinitas que su tía en el local, como lo hacía gran parte de los estudiantes a la hora de salida de la escuela.

Transcurrieron unas cuantas semanas en las cuales Sandra, a causa de los nervios, no era capaz de decir una sola palabra cada tarde que llegaba su chico enamorado. Ella moría de ganas por saber aunque sea su nombre.

Un viernes en la tarde se armó de valor, y logró hablarle. Como fruto de su conversación, obtuvo su nombre. Edgar el nombre de su chico enamorado.

Con el tiempo, se volvieron muy buenos amigos, tan buenos que conocían cada detalle sus vidas, hasta el punto en que decidieron comenzar a compartir una vida juntos. Y tan solo al poco tiempo dieron inicio a su vida sexual.

Llevaban aproximadamente tres años de noviazgo cuando Sandra llegó a casa de Edgar a darle la gran noticia de que serían padres. Ellos tenían mucho miedo ya que eran un poco jóvenes para formar un hogar y no se sentían preparados. Desde el momento en que se enteraron de que esperaban un bebé, anhelaban que fuera una linda bebé. Pues bien sus deseos se cumplieron. Durante el tiempo de gestación, tuvieron varias discusiones acerca de cómo se llamaría su pequeña. Sandra siempre deseó que su hija se llamara Lina, puesto que en su infancia tuvo por maestra a una mujer con ese nombre, quién fue la persona que la apoyó en todo el proceso psicológico acerca del abandono de su madre. Edgar no estuvo de acuerdo con ese nombre, así que buscó un nombre que fuera muy parecido a Lina pero más llamativo, llegando así a escoger Catalina. Gladys, la tía con la que vivía Sandra, fue la encargada de escoger el primer nombre de la pequeña. Su elección no tardó en darse a conocer, Laura sería el primer nombre. Gladys eligió ese nombre en honor a la Madre Laura, ya que siempre fue muy religiosa.

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