Sociantropologia
yamampueda21 de Julio de 2013
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LA POBREZA EN VENEZUELA ES UN PROBLEMA DE ESTRUCTURA SOCIAL ¿POR QUÉ?
La pobreza, antes que nada, es un concepto esencialmente relativo. Nadie es pobre o rico en sí mismo sino en relación a otras personas, ya sean éstas miembros del mismo grupo dentro del cual se efectúa la comparación o pertenezcan a ámbitos sociales por completo diferentes. Pobreza es carencia, falta, ausencia de algo y, en tal carácter, una noción negativa que nos refiere de inmediato a su antónimo, la riqueza. Cuando hablamos de la pobreza como problema social, por otra parte, nos estamos refiriendo no a la ausencia de ciertas cualidades intelectuales o morales en las personas que denominamos como pobres sino a una carencia de recursos materiales, de bienes y servicios concretos que consideramos como importantes, necesarios o indispensables para la vida. Dicho en términos más directos, y aunque esto parezca un juego de palabras, el problema social de la pobreza es, por definición, un problema económico. Así lo asumen, implícita o explícitamente, todos aquellos investigadores sociales que intentan cuantificarla, aunque se olvide muchas veces su carácter relativo y se pase por alto, especialmente cuando de dar soluciones se trata, su íntima relación con la generación de riqueza.
Así mismo, se considera que la pobreza si es un problema de estructura social, debido a que los datos es información o mejor dicho la realidad nos hace observar que la proporción de personas en situación de pobreza ha aumentado consistentemente desde los últimos años las magnitudes varían grandemente, pero la tendencia es clara, el porcentaje de personas (u hogares) en pobreza
extrema también ha crecido, y lo ha hecho aparentemente a un ritmo mayor que el de la pobreza total. Si analizamos más detenidamente los datos, y en este sentido es lamentable. Determinar un conjunto de elementos que se evalúan como indispensables para gozar de una calidad de vida mínima entre los que se incluyen la misma “canasta básica” alimentaria, el acceso a servicios de educación y salud, el saneamiento ambiental, la seguridad social, entre otros y luego calcular, mediante algún tipo de índice ponderado, cuántas personas poseen una calidad de vida inferior a la definida como mínima, considerándolas entonces en situación de pobreza.
Estos problemas técnicos conducen a que los índices de pobreza se asemejen más a las medidas macroeconómicas globales que a auténticos indicadores de las condiciones de vida de una población. Pero a esta limitación hay que agregar otra, fundamental, que se desprende de la propia metodología con que se realiza la medición: “La línea de pobreza” siempre es arbitraria, pues se deriva de una apreciación más o menos subjetiva del investigador, y trazarla conduce a generar la falsa idea de que la pobreza es algo absoluto, objetivo, igual que el número de hijos que tiene un grupo familiar o la edad de una persona.
La aparente objetividad del índice de pobreza, opera para precipitar conclusiones poco fundamentadas las personas la utilizan como si estuvieran empleando una medición que expresa fielmente la realidad social cuando sabemos que eso varía desde el punto de vista. Como en el caso de los políticos y periodistas.
Una conclusión es que la línea de pobreza resulta un indicador mucho menos fructífero para evaluar problemas sociales, ya que algunos índices macroeconómicos, aparentemente más fríos pero más útiles en realidad para comprender la evolución de las condiciones de vida de una población. Dado que la pobreza no es una magnitud absoluta, es decir, la carencia de una cantidad determinada de recursos, el problema debiera evaluarse en propiedad mediante otros indicadores de naturaleza más directamente económica, como el ingreso per cápita y los índices que permiten determinar la forma en que éste se distribuye dentro del conjunto social, pues estos
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