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latoya61 de Agosto de 2012
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Perón asumiendo el poder
La liberación de París, en agosto de 1944, dio pie a una notable manifestación claramente antigubernamental y desde entonces un vigoroso movimiento social ganó la calle y revitalizó los partidos políticos. El gobierno mismo estaba en retirada: en marzo de 1945, y ante la inminencia del fin del conflicto, aceptó el reclamo de EEUU y declaró la guerra al Eje, condición para ser admitidos en las Naciones Unidas, que empezaban a constituirse. Al mismo tiempo, y por iguales razones, liberalizó su política interna. Los partidos opositores reclamaron la retirada lisa y llana de los gobernantes y la entrega del poder a la Corte Suprema, último vestigio de la legalidad republicana, y sellaron su acuerdo para las elecciones que veían próximas: la Unión Democrática expresaría el repudio de la civilidad a los militares y la total adhesión a los principios de los vendedores en la guerra. El frente político, que incluía a comunistas, socialistas y demoprogresistas, y contaba con el apoyo implícito de los grupos conservadores, estaba animado por los radicales, aunque un importante sector del partido, encabezado por el cordobés Amadeo Sabattini, rechazó la estrategia “unionista” y reclamó una postura intransigente y “nacional”, que apostaba a algunos interlocutores en el Ejercito, adversos a Perón. Esa posición no prosperó, y la Unión Democrática fue definiendo su frente y sus alianzas: en junio de 1945 un Manifiesto de la Industria y el Comercio repudiaba la legislación del gobierno. En septiembre del mismo año, una multitudinaria Marcha de la Constitución y de la Libertad terminó de sellar la alianza política, pero también social, que excluía a la mayoría de los sectores obreros, otrora animadores del Frente Popular.
El 8 de octubre el coronel se ve obligado a renunciar a su cargo. Mas tarde el 17 de octubre del 1945 en la Plaza de Mayo una multitud se concentró reclamando la libertad de Perón y su restitución a los cargos que tenia. Los partidarios de Perón en el Ejercito volvieron a imponerse, el coronel habló a la multitud en la plaza y volvió al centro del poder, ahora como candidato oficial a al presidencia.
Lo decisivo de la jornada de octubre no residió tanto en el número de los congregados -quizás inferior al de la Marcha de la Constitución y de la Libertad de septiembre- cuanto por su composición, definidamente obrera. Su emergencia coronaba un proceso hasta entonces callado de crecimiento, organización y politización de la clase obrera. La industrialización había avanzado durante la guerra, tanto para exportar a los países vecinos cuanto para sustituir las importaciones, escasas por las dificultades del comercio y también por el boicot norteamericano. Lo cierto es que la ocupación industrial había crecido, y que la masa de trabajadores industriales había empezado a engrosar con inmigrantes rurales, expulsados por la crisis agrícola. No fue un crecimiento visible, pues a menudo se desarrolló en la periferia de las grandes ciudades, como Rosario, La Plata o Buenos Aires, pero sobre todo porque no se trataba de un actor social cuya presencia fuera esperada, ni siquiera para un observador tan sagaz como Ezequiel Martínez Estada, que lo ignoró en s versión de 1940 de La cabeza de Goliat. Pero allí estaban, cada vez mas compactos en torno de unos sindicatos de fuera acrecida, cada vez mas entusiasmados con la política de Perón, y finalmente cada vez más inquietos por su renuncia. En el marco de sus organizaciones, y encabezados por sus dirigentes, quienes todavía no habían despejado todas sus dudas respecto del coronel, marcharon el 17 d a la Playa de Mayo, el centro simbólico del poder, materializando un reclamo que en primer lugar era político pero que tenía profundas consecuencias sociales. Decidieron la crisis a favor de Perón, inauguraron una nueva forma de participación,
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