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Testamento de Pito Pérez


Enviado por   •  20 de Marzo de 2013  •  516 Palabras (3 Páginas)  •  617 Visitas

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Testamento de Pito Pérez

José Rubén Romero escribió un libro, que desde mi particular punto de vista, es un símil a la obra de Joquín Fernández de Lizardi “El Periquillo Sarniento“, sin embargo ello no le resta belleza a la obra, pues se sitúa la historia en mi tierra Michoacán. En ésta el personaje central es un borracho de pueblo cuyo nombre era Jesús Pérez Gaona alias ”Pito Pérez” caracterizado por tener un tinte de filosofo, creció ejerciendo cualquier oficio y siempre aprendiendo de la vida, reprochando las injusticias y amando a su fiel novia caneca, y al morir deja el siguiente Testamento, para dar fe de su paso por este mundo.

Testamento de Pito Pérez

Lego a la Humanidad todo el caudal de mi amargura.

Para los ricos, sedientos de oro, dejo la mierda de mi vida.

Para los pobres, por cobardes, mi desprecio, porque no se alzan y lo toman todo en un arranque de suprema justicia.

¡Miserables esclavos de una iglesia que les predica resignación y de un gobierno que les pide sumisión, sin darles nada en cambio!

No creí en nadie. No respete a nadie. ¿Por que? Porque nadie creyó en mi, porque nadie me respeto. Solamente los tontos o los enamorados se entregan sin condición.

¡Libertad, Igualdad, Fraternidad! ¡Que farsa mas ridícula! A la Libertad la asesinan todos los que ejercen algún mando; la Igualdad la destruyen con el dinero, y la Fraternidad muere a manos de nuestro despiadado egoísmo.

Esclavos miserables, si todavía alientan alguna esperanza, no se paren a escuchar la voz de los apóstoles: su ideal es subir y permanecer en lo alto, aun aplastando tu cabeza. “Si Jesús no quiso renunciar a ser Dios, ¿que puedes esperar de los hombres?…

¡Humanidad, te conozco; he sido una de tus victimas! “De niño, me robaste la escuela para que mis hermanos tuvieran profesión; de joven, me quitaste el amor, y en la edad madura, la fe y la confianza en mi mismo. ¡Hasta de mi nombre me despojaste para convertirlo en un apodo estrafalario y mezquino: Hilo Lacre!

Dije mis palabras, y otros las hicieron correr por suyas; hice algún bien, y otros recibieron el premio.

No pocas veces sufrí castigo por delitos ajenos.

Tuve amigos que me buscaron en sus días de hambre, y me desconocieron en sus horas de abundancia.

Cercaronme las gentes, como a un payaso, para que las hiciera reír con el relato de mis aventuras, ¡pero nunca enjugaron una sola de mis lagrimas!

Humanidad, yo te robe unas monedas; hice burla de ti, y mis vicios te escarnecieron. No me arrepiento,

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