Una historia de la vida de un dolescente cualquiera.

Estaba sentado, comiendo una manzana esperando a mis compañeros afuera de mi escuela para después ir a comer algo en alguno de esos lugares que están más sucios que el pañal de un bebé después de comer papaya, pero que tiene una comida tan rica, que no importa la apariencia del lugar.

Entonces estaba sentado, observando a la gente pasar, viendo como habían personas felices, quizás otras enojadas o tristes, pero me concentraba principalmente en las que llevaban una sonrisa de oreja a oreja, de esas que tiene todo trabajador en cada quincena, y los envidiaba, porque ellos tenían algo de lo cual estar felices u orgullosos, mientras que yo… solo tenía una vida tan promedio y tan dentro de los límites de la vida de cualquier otra persona; prácticamente mi vida se reducía a: ir a la escuela, comer, ver películas, dormir y observar cómo funcionaba el mundo.

Estaba tan metido en mi mundo, que no me había dado cuenta de que uno de mis amigos estaba observándome con una media sonrisa dibujada en su boca. Era mi buen amigo Patricio, él es hasta ahora una de las personas que más me conocen, él es mi mejor amigo y tiene bastantes problemas… a decir verdad solo psicológicos, ya que se puede observar que tiene problemas alimenticios y además es gay y está enamorado locamente de otro de nuestros amigos, Rodrigo, que está dentro del grupo al que a mí me gusta llamar “Los Popus”, que prácticamente son todos los niños que consideran los más buena onda de toda la escuela, tenían cierto pegue con las niñas más bonitas de la escuela y todos pensaban que eran un ejemplo a seguir. Pero para mí, todos ellos eran un grupo de imbéciles que solo pensaban en tres cosas, pelear, sexo y football, la vida de ellos se reducía prácticamente en esas tres cosas, la mayoría eran unos idiotas en la escuela, se la pasaban insultando a los maestros que los regañaban y a todo aquel que les cayera mal. Pero a mí se me hacía muy estúpido que se la pasaran quejando de que los regañaran, ya que la mayoría de las veces que los regañaban, los maestros tenían razones para regañarlos.

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