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Unica Mirando Al Mar


Enviado por   •  24 de Febrero de 2015  •  1.700 Palabras (7 Páginas)  •  477 Visitas

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-Llevo por lo menos dos horas aquí sentada cuidando que no se lo almuercen lasmoscas ni los zopilotes, señor. Al hombre aún se le hacía difícil entender las palabras; estaba quemado por el sol yconfundía los humores fétidos del basurero con un ruido dentro de su cabeza. ÚnicaOconitrillo le ayudó a levantarse y lo condujo hasta su tugurio, donde le ayudó tambiéna despojarse de un poco de ropa de más que andaba encima y a bajarse poco a pocola fiebre para que sobreviviera en aquel Más Allá donde la muerte, por lo generalprematura, acumula todo lo que la ciudad desecha.Varias horas después, el hombre se sentía físicamente mejor. Única lo había cuidadocasi todo el día, descuidando así sus labores de biorrecicladora; pero el hombre aúnno hablaba, y no habló en los dos días siguientes, en los que se limitó a sentarse a lapuerta del tugurio a contemplar los movimientos del basurero. Al tercer día Única se desesperó:-O me dice usted por lo menos cómo se llama, o yo no me hago más cargo de usted...Logró atraer la mirada del hombre y no pudo evitar un sobrecogimiento al verlo a losojos.El hombre recordó su nombre y lo retuvo en su mente sólo un momento. Ese nombreahora era el nombre de otro; sobre él había perdido ese nombre todas sus funcionesclasificatorias capaces de distinguirlo de los demás costarricenses. Su número decédula también bailó una danza de payasos con el número de su calle y el color de sucasa, antes de hundirse para siempre en el basurero de su nostalgia.El hombre ya no tenía nombre y la mujer le estaba exigiendo uno. A cambio de tantas atenciones brindadas por la mujer buzo, el viejo trabajó duramenteunos momentos en la fabricación de un nombre nuevo que se ajustara a lo que estabacomenzando a ser. De lo más oscuro de su mente y en analogía evidente con elbasurero, el hombre elaboró un nombre extraño y grotesco para alguien que en otrotiempo se había reconocido en su rúbrica, y en sus apellidos había reconocido por lomenos durante sesenta y seis años su ascendencia familiar, pero que a ÚnicaOconitrillo, por el contrario, no pareció irritar en lo más mínimo. El viejo se incorporó,respiró el omnipresente aliento fétido del basurero y dijo:-Señora, me puede usted llamar Momboñombo Moñagallo, y si le intriga saber quédiablos estaba haciendo yo ahí tirado el jueves pasado, también se lo voy a decir.Señora, yo estaba ahí tirado entre la basura porque el jueves pasado, a eso de lassiete de la mañana, a la hora que pasa el camión recolector, tomé la determinación debotarme a la basura. Me levanté de madrugada, acomodé todo en su lugar, ojeé por última vez las viejas fotografías de mi familia, le abrí la puerta de la jaula al canario,cerré mi casa, y ¡listo!, me boté al basurero. Me monté por mis propios pies al camiónde la basura, y debía estar ya tan resuelto a ello que los señores recolectores ni mesintieron extraño; me trajeron hasta aquí y supongo que la hediondez del sitio sumadaa mi estómago en ayunas dieron conmigo en el estado lamentable del que usted tangentilmente me recogió.Única Oconitrillo lo miraba largamente con un gesto bobalicón, sosteniéndose la mitadde la cara en la palma de la mano y al rato un '¡adió!' se le salió solo de la boca. Únicacomenzó a hablar sola:

-¡Eso es lo que yo siempre he dicho, siempre; vea, por ejemplo, este hombre estábueno bueno, ¡ah!, pero no, el desperdicio es tal que se tira a la basura cuandotodavía se le puede sacar el jugo un buen rato más!...Y siguió moliendo palabras entre sus dientes postizos hasta que MomboñomboMoñagallo la interrumpió para preguntarle si tendría por ahí una taza de café que lepudiera ofrecer.Única le contestó lo que contestaba siempre:-Sí hay, pero está sin hacer.El Bacán había seguido de cerca la recuperación del hombre; realmente se alegrócuando supo su nombre y que hablaba; se alegró sobre todo porque el Oso Carmucoya venía con los Santos Oleos a la casa de Única.Momboñombo Moñagallo vio en la entrada del tugurio a un hombre vestido de sotanapúrpura, con la Biblia bajo el brazo y unos frasquitos de vidrio en la mano. Única lotranquilizó; despidió al Oso Carmuco y le explicó a su huésped de quién se trataba. ElOso Carmuco era un buzo más de los de abordo, pero un día se encontró entre losdesperdicios una sotana púrpura en más o menos buen estado. Guardó la prenda ensu tugurio hasta el día que se encontró a El Bacán leyendo una Biblia que tambiénhabía ido a parar ahí, y lo interpretó como una señal. Se vistió con la sotana, tomó laBiblia y se ordenó sacerdote. Ahora Momboñombo era el del gesto bobalicón en su cara. Vio cómo se alejaba elOso Carmuco hacia el mar de las gaviotas negras y pensó en la ironía de que hastaDios botara en aquel sitio lo que ya no le servía.-Este es El Bacán, mi chiquito, le dijo Única. Momboñombo miró al joven y le calculóalrededor de veinte años. Era alto, flaco, de tez blanca ennegrecida por el sol y losvapores del basurero, de ojos verde oscuro, barba negra y una mirada a la vez

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