Unión Europea
diegoltimi23 de Junio de 2014
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EL PROCESO DE FORMACIÓN DE LA UNIÓN EUROPEA
Los orígenes de la Unión Europea pueden remontarse a la formación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) en 1951.
Posteriormente, en 1957 se creó la Comunidad Económica Europea (CEE. Formada inicialmente por seis países-Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos, la CEE fue ampliando él número de sus integrantes. En 1973 se incorporaron Dinamarca, Irlanda y el Reino Unido; en 1981,Grecia en 1986 se adhirieron España y Portugal y finalmente, en 1995, lo hicieron Finlandia, Suecia y Austria.
En 1987 la CEE creó un mercado común y fue acordada la libre circulación de personas, mercancía y servicios entre los países miembros. En 1992, con la firma del Tratado de Maastricht, se organizó la Unión Europea(UE), cuyos objetivos son la unión europea y política.
Los países miembros acuerdan la aplicación de políticas económicas internas, políticas externas y de seguridad comunes a todos. Los ciudadanos de los diferentes países pasan a ser ciudadanos de la UE.
La UE estableció normas comunes en materia de derechos sociales de los trabajadores, de protección de la naturaleza, de cooperación entre empresas, de actividades comerciales y de política agraria. Con respecto a la organización política, la UE se organiza sobre la base de instituciones como el Consejo de Ministros, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo.
Los ministros de agricultura, trabajo y economía de cada uno de los estados miembros forman el Consejo de Ministros. La Comisión Europea se constituye con representante de cada país. Por su lado, El Parlamento Europeo está conformado por miembros elegidos directamente por sufragio universal.
No obstante, la organización de la UE se toma como modelo en las propuestas de integración realizadas en otras partes del mundo. Se ha convertido en un bloque económico tan poderoso que compite con las principales potencias mundiales, como los Estados Unidos y Japón.
EL MODELO ECONOMICO DE LA UNION EUROPEA: LA ECONOMIA SOCIAL DE MERCADO
El 13 de diciembre del año 2007, cuando en el marco del Monasterio de los jerónimos en Lisboa, los dirigentes de la Unión Europea suscribieron el “Tratado de Lisboa”, se puso fin a uno de los períodos más difíciles por los que ha atravesado el esfuerzo unionista desde sus inicios allá por 1959.
Con la firma de ese tratado se puso término a una etapa de incertidumbre (“crisis institucional europea”), iniciada con el resultado negativo obtenido en Francia en mayo del 2005, respecto a la aprobación de la Constitución Europea, a partir de ese entonces la Unión parecía entrampada en escenario que tornaba difícil la consolidación de los esfuerzos hasta allí realizados en pos del objetivo final: la unión política de los estados europeos. Pero sucedía algo más grave aún, la médula de la unión, sus acuerdos de integración económica y los principios que han venido sosteniendo progresiva y firmemente la construcción de las políticas europeas armónicas corrían grave riesgo al no haberse podido consagrar, de manera formal el modelo económico contenido en la Constitución europea. Un modelo que se había ido forjando a lo largo de los años, a través de sucesivos ajustes en el proceso de la integración económica que tenían como objetivo compatibilizar y armonizar las políticas económicas de la Unión. Concretamente, existía el riesgo, de que la economía social de mercado como concepto directriz de la política económica comunitaria aceptado e incorporado por los Estados de la Unión, de manera explícita, en un instrumento normativo comunitario fuese relegado y sustituido por fórmulas directamente emparentadas con el estilo de la economía de mercado angloamericana, que desde la caída del muro de Berlín pretende constituirse en el modelo económico único que, de manera hegemónica, ordene y encauce el proceso de globalización económica mundial.
Con el Tratado de Lisboa, los mandatarios de los países firmantes (27) expresaron claramente su voluntad de llevar a Europa al siglo XXI, consolidando los logros que en lo político y económico ha ido alcanzando el proceso integrador, logros que en la esfera económica habían estado vinculados directamente a la construcción de un orden económico que relacionara un crecimiento productivo con equidad en la distribución, capaz de conjugar la justicia y la competencia con la solidaridad. En ese sentido con el Tratado de Lisboa 2007, gestado bajo la presidencia alemana (primer semestre del año 2007), la economía social de mercado como concepto singular de orden económico, capaz de permitir la configuración de una organización económica y social que expresaba esas características y que a la vez constituía una alternativa superior a la propuesta liberal de ordenamiento, salió fortalecida, con su institucionalización formal como “el modelo económico de la Unión Europea”, tal como ha sido consagrado en este tratado.
Evolución económica de la UE
La posguerra en Europa, fue el escenario en el que dos grandes corrientes avanzaron, retrocedieron y a veces colisionaron en el proceso de reconstruir los estado europeos con equidad y con crecimiento económico, aquello que el canciller alemán Erhard denominó “bienestar para todos”: por un lado, la solidaridad y la igualdad social, y por el otro la disciplina fiscal y la eficiencia económica. En occidente, y particularmente en Europa, las raíces históricas de estas corrientes son profundas. La solidaridad emergió de un deseo ampliamente generalizado de paz y cohesión social inspiradas en los valores cristianos que se encuentran en los cimientos de la sociedad europea, así como, en el sustento fáctico que le proporcionaban las políticas de asistencia social de fines del siglo XIX, las lecciones del caos sociopolítico de la primera mitad del siglo XX que culminó en la segunda guerra mundial, y la relativa homogeneidad cultural de las poblaciones europeas. La disciplina, como el reverso de una misma moneda, paradójicamente, hunde sus raíces en los mismos factores.
El caso mas ilustrativo en la interacción dinámica de estos principios como configuradores del orden económico y social, es el de Alemania (la cuna de la economía social de mercado), cuyo firme deseo de estabilidad monetaria y económica y de protección social se remonta a la devastadora hiperinflación que a principios de los años veinte destruyó la economía y la sociedad en ese país. Esta corriente doble llevó a muchos países a crear sistemas de seguridad social amplios con un régimen de reparto, que atendían el gasto social dentro de un marco disciplinado y autofinanciado. Este sistema redistributivo, aunado a las positivas tradiciones corporativistas de Europa, y a diversas expresiones de “alianza social”, afianzaron la estructura en todos los estratos de la sociedad europea
La solidaridad y la disciplina han sustentado la integración europea durante la posguerra, y la solidaridad fue ha sido la columna fundamental. Tras dos guerras mundiales desastrosas, esos elementos fueron los que impulsaron la eliminación de las barreras y la mejora de los niveles de vida a través de la convergencia real de los Estados.
La creación de la Unión Europea se remonta a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (1952), seguida del Tratado de Roma (1957), que establecióla Comunidad Europea (una unión aduanera con aranceles externos y política agrícola comunes), y del Acta Única Europea (1986), que comprometió a todos los miembros a crear un solo mercado de bienes, servicios, capital y mano de obra.
Con el tiempo, el impulso integrador quedó equilibrado por una disciplina mas estricta, evidenciado quizá mas por las estructuras institucionales ideadas para dar estabilidad financiera y de precios a toda la Unión, lo que se conoce como convergencia nominal. En un principio la disciplina monetaria provino del sistema cambiario de Bretton Woods, pero cuando este se derrumbó a principios de los años setenta, hubo que buscar frenéticamente otra ancla nominal y así nació el Sistema Monetario Europeo (SME) a fines de esa década. Su mecanismo de tipo de cambio limitaba las fluctuaciones cambiarias entre los países participantes, y Alemania se impuso como el ancla nominal indiscutible. Sin embargo las constantes divergencias nominales y la presión cambiaria que producían dentro de su mecanismo de tipos de cambio pusieron de manifiesto la necesidad de mayor convergencia en las políticas macroeconómicas. El momento decisivo fue cuando la liberalización de la circulación de capitales y la unificación alemana hicieron que el mecanismo de tipo de cambio entrara en crisis en 1992, lo cual apresuró la ratificación del Tratado de Maastrich (1993) yla Planificación de la Unión Económica y Monetaria (UEM). A partir de ese momento, que marca el inicio de la profundización del esquema integrador en lo económico, además de los criterios cambiarios, los posibles nuevos miembros debían cumplir con otros criterios de convergencia nominal, vinculados básicamente a los temas de inflación, déficit fiscal y deuda pública. Las normas fiscales del Tratado quedaron plasmadas en reglamentos conocidos como el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). A comienzos de 1999, como evidencia del surgimiento del nuevo orden económico comunitario ( la economía social de mercado), once miembros de la Unión Económica y Monetaria fijaron decididamente sus tipos de cambio y adoptaron el euro como moneda única, y el flamante Banco Central Europeo (BCE) asumió la dirección de una
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