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VARGAS LLOSA Y LA ORATORIA PERUANA


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2013  •  Informes  •  373 Palabras (2 Páginas)  •  1.895 Visitas

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VARGAS LLOSA Y LA ORATORIA PERUANA:

Si bien es cierto, la clasificación de la oratoria se debe a múltiples criterios, es importante tener presente aquel que tiene como punto de referencia “la actitud de comunicación del orador” por ello, es conveniente en esta parte de nuestro manual, transcribir las apreciaciones del gran novelista peruano -Dr. Mario Vargas Llosa- en torno al tipo peculiar de oratoria practicada en nuestro país y que él tuviera a bien consignar en su libro “El pez en el agua”. A continuación sus apreciaciones.

“… Hablar en plazas públicas era algo que no había hecho nunca, antes de la Plaza San Martín. Y es algo para lo cual haber dado clases y conferencias no sirve o, más bien, perjudica. En el Perú la oratoria se ha quedado en la etapa romántica. El político sube al estrado a seducir, adormecer, arrullar. Su música importa más que sus ideas, sus gestos más que los conceptos. La forma hace y deshace el contenido de sus palabras. El buen orador puede no decir absolutamente nada, pero debe decirlo bien. Que suene y luzca, es lo que importa.

La lógica, el orden racional, la coherencia, la conciencia crítica de lo que está diciendo son un estorbo para lograr aquel efecto, que se consigue sobre todo con las imágenes y metáforas impresionistas, latiguillos, figuras y desplantes. El buen orador político latinoamericano esta más cerca de un torero o de un cantante de rock que el de un conferencista o un profesor: su comunicación con el público pasa por el instinto, la emoción, el sentimiento, antes que por la inteligencia.

Michel Leiris comparó el arte de escribir con una tauromaquia, bella alegoría para expresar el riesgo que debería estar dispuesto a correr el poeta o el prosista a la hora de enfrentarse a la página en blanco. Pero la imagen conviene todavía mejor al político que, desde lo alto de unas tablas, un balcón o el atrio de una iglesia, encara a una multitud enfervorizada. Lo que tiene al frente es algo tan rotundo como un toro de lidia, temible y al mismo tiempo tan ingenuo y manejable que puede ser llevado y traído por él si sabe mover con destreza el trapo rojo de la entonación y el ademán.

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