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WHISKY, LLUVIA, OJOS FRÍOS


Enviado por   •  4 de Abril de 2013  •  1.413 Palabras (6 Páginas)  •  432 Visitas

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WHISKY, LLUVIA, OJOS FRÍOS Y THOMAS HOBBES

Nature (...) is by the art of man, as in many other things,

so in this also imitated, that it can make an artificial animal.

(...)Art goes yet further, imitating that rational and most

excellent work of Nature, man

.

- Thomas Hobbes, Leviathan -

Llovía. Ya sé que a nadie le interesará un carajo una historia que empiece hablando de la lluvia; es una táctica manoseada que, sencillamente, no engancha; de principiantes. Invita al interés del lector a esfumarse desde la primera palabra. Es entonces cuando ustedes se ponen a pensar en sus cosas, en sus amigos o sus familias (o en la mía, por contar falacias) en lugar de prestar atención a lo que digo. En fin, no tiene sentido. Esperáis que suelte algo espectacular y yo me pongo a hablaros de la lluvia. Y llover, puede llover en cualquier momento, sea banal o sublime; llueve en Borges, llueve en Joyce y llueve en el Conde de Montecristo, pero no empiezan sus relatos hablando de ello, porque aburrirían; y no es precisamente aburrir lo que pretenden – aunque, esto último, en el caso de James Joyce, a veces lo dudo -.

Decir cualquier cosa sobre la lluvia en la primera frase es como gritar al lector: “¡Eh, tú!, cierra este maldito libro y búscate una lectura que desde el comienzo te avise de la muerte de alguien a cuchilladas, de que este otro asesinaría a su hijo, o de que a un tal Joseff K. van a arrestarlo sin motivo alguno”. No, la meteorología nunca fue una buena opción de primer párrafo; pero mi historia comienza así, de manera que no me queda más remedio:

Llovía, y mucho, y yo bebía. El cuello de la botella de whisky me calentaba la mano y, a tragos, la garganta. Gran Jefe Scotch o algo del estilo, creo que se llamaba, tenía dibujada la silueta de un indio en la etiqueta, y no sabía tan mal como pudiera haber deducido de su precio. Estaba sentado en los escalones de unos viejos soportales del centro. Solo. Y mientras tanto pensaba en Thomas Hobbes, si, el filósofo Hobbes, ¿conocen a Thomas Hobbes?

No recuerdo exactamente qué fue lo que me llevó a hasta él, estuve encadenando ideas aleatoriamente hasta que mi cabeza se detuvo en el concepto de sociedad política como artificio, y yo ya lo extendí libremente a la acción humana en general. Pero, ¿qué lo trajo hasta mi cabeza? Me parece que el primer eslabón en desencadenar la reflexión (después, el Gran Jefe Scoht y su indio se encargaron de hacer de guía), lo puso la imagen de un artista conceptual que, ese mismo día, por la tarde, se había sentado a mi lado en el café donde esperaba a que diesen las cinco para entrar en una entrevista de trabajo. Evidentemente, me descartaron desde antes de la primera impresión, pues en lugar de un café me tomé cuatro cervezas y, el susodicho artista (interesante durante los cinco primeros minutos, hilarante en los dos siguientes, y enervante del séptimo en adelante) me entretuvo más de la cuenta con su rollo bohemio y llegué casi un cuarto de hora tarde.

“...por ejemplo”, me soltaba de repente, se tambaleaba y volvía a enderezarse en su banqueta, “mira esa foto en blanco y negro, ¿difumina el objeto inicial y no lo refleja como tal? ¿O bien abre una puerta fenoménica al objeto mediante un filtro que lo re–presenta, en el sentido originario y etimológico de re–presentar, como un volver a presentar, nuevamente interpretado y, por tanto, nuevamente creado en tanto que concepto?”, “y yo que sé, huevón”, el tipo estaba realmente ebrio y se notaba a leguas que la cutre-exposición del bar era suya. Terminé por decirle, “sinceramente, me transmite mucho más la música que había en mis cascos antes de que aparecieses con la historia de la fotografía-poesía-visual-aristico-espiritufláutica que has colgado en las paredes”, a ver si pillaba la indirecta. Y no solo la pilló sino que, además, se la tomo como una ofensa intencionada, cuando mi intención solo era quitármelo de encima, no ofenderle; pero parece ser que casi siempre hay daños colaterales inevitables cuando uno está frente a un ególatra. Al menos pude seguir escuchando

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