Arte Contemporáneo: Temporalidad, Territorialización y Circulación
M.RVApuntes2 de Julio de 2021
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Arte Contemporáneo: Temporalidad, Territorialización y Circulación
Algunas posiciones respecto del arte contemporáneo
En un intento de abordar lo que llamó la «era contemporánea», Giorgio Agamben caracterizó la contemporaneidad como «una relación singular con el propio tiempo, que adhiere a éste y, a la vez, toma distancia». El autor intentaba dar cuenta de lo que significa ser contemporáneo a partir de definir un vínculo de los sujetos con el tiempo y de posar la mirada sobre las sombras de una época, de no dejarse deslumbrar por sus luces para ver sus escondites.
Para Agamben, contemporáneo es aquel que puede, a pesar de estar observando esas sombras, percibir la luz que lo persigue pero nunca lo alcanza.
En cuanto a las artes, se podría pensar en lo dicho por Agamben para hablar de aquello que propone este tipo de vínculos temporales, es decir, aquel arte en el cual el presente es todo lo que hay, pero a su vez ese presente está asociado inexorablemente al pasado y al futuro. En estas diferentes relaciones temporales, lo contemporáneo puede ser pensado en el campo de las artes desde un devenir: lo contemporáneo es aquello que está sucediendo, lo que es simultáneo al momento. Tal vez sería posible afirmar que el arte contemporáneo estimula, al estar en continuo presente, la multiplicidad, al permitir diferentes presentes. En este sentido la relación que establece con el tiempo es múltiple y expansiva.
Este tipo de vínculo temporal se puede analizar en relación a la finalización del proyecto teleológico de la Modernidad, cuyo relato suponía una cierta verdad y un destino: en el arte contemporáneo, además de la inexistencia de grandes relatos, se observa un futuro incierto, un presente contingente que no afirma más que algo es de una manera, sino que algo se puede ver de cierta manera. Así, la multiplicación de presentes pareciera ser una característica del arte contemporáneo, así como su privilegiada relación con el ahora y aquello que deviene, que sucede. Este tipo de acercamiento al arte contemporáneo se trabajará más detenidamente en el desarrollo posterior de este artículo
Sin embargo, el arte contemporáneo es reconocido por algunos autores como tal desde, al menos, los sesenta. Probablemente sea más acertado, en este sentido, hablar de operaciones del arte contemporáneo, pues permite analizar los comportamientos de las artes desde sus modos de hacer, desde sus formas de producción. Si se toma en cuenta esta posición, Julieta Aranda propone que la categoría del arte contemporáneo es algo que, si bien en desarrollo, ya ha tomado formas tales que merezcan una historización, aunque por algún motivo se escapa de ello.
Es esta misma heterogeneidad la que explica lo que en principio pareciera ser una desjerarquización de los estilos artísticos en la contemporaneidad: la versión totalizante ha sido reemplazada por diversas versiones particularizantes, lo que antes era señal de la presencia del arte hoy está en jaque. Al respecto de esto, sin embargo, se debe aclarar que tanto las instituciones artísticas como los artistas en sí siguen siendo marca de artisticidad.
Si se vuelve sobre las definiciones de arte contemporáneo, pareciera ser que todo arte actual es contemporáneo y, en este sentido, lo contemporáneo funcionaría como un gran paraguas bajo el cual se englobaría toda producción artística del momento. Esta misma invisibilidad hace que el campo artístico se vea como inagotable y capaz de fagocitar cualquier fenómeno social hacia el interior de sus fronteras. Pero en realidad se trata más bien de un sistema cuyas reglas parecen estar en constante mutación, y eso abona a su carácter provisorio pues dificulta, entre otras cosas, una lectura estilística, material o disciplinar dominante.
Por otro lado, lo contemporáneo en sí es visto por algunos autores como Boris Groys como constituido por la duda e indecisión, de reconsideración de los proyectos modernos. En palabras del autor: «El presente ha dejado de ser un punto de transición del pasado al futuro, convirtiéndose en un lugar de permanente re-escritura tanto del pasado como del futuro» .
Si se retoma la perspectiva del tiempo, Terry Smith define el arte contemporáneo a razón de su multiplicidad: «con tempus comenzó a utilizarse, y continúa en uso, debido a su capacidad de hacer referencia a una multiplicidad de relaciones entre el ser y el tiempo» . Esto significa, por un lado, que las diferentes expresiones artísticas toman el tiempo como tema y producen entonces obras que obligan a una experiencia temporal y, por otro lado, que la recepción origina relaciones diferentes con el tiempo: una instalación ofrece un vínculo de temporalidad distinta que una proyección o una performance.
Niveles de territorialidad: local, regional, global
Esta afirmación se relaciona con el alcance desigual de una herramienta como internet, así como una tendencia a la occidentalización de las producciones, pues justamente la distribución irregular de la tecnología resulta, para el autor, en una formación reticular no igualitaria, que parte desde los centros para instalarse luego en la periferia. Otro punto de vista es el esbozado por Cuauhtémoc Medina (2009: 2), quien identifica dentro de la desigualdad de distribución del poder cultural un avance del sur en la imaginación global. Sin embargo este avance está para el autor incompleto o sesgado, porque si bien existe un desarrollo de infraestructuras de arte contemporáneo en ciudades y regiones periféricas o emergentes, la necesidad de participación de un mercado global hace que las referencias y metáforas regionales o locales se deban insertar dentro de una lógica de circulación y diseminación artística global dominante, en clave de contemporaneidad (Medina, 2010: 73). Esta preponderancia de lo contemporáneo sobre la procedencia de las producciones artísticas hace que no se pueda seguir entendiendo el arte del sur como desfasado o atrasado respecto del arte del norte, y la institucionalización a la cual se refiere Medina se relaciona más bien con las formas de circulación y producción del arte (aunque no se deba entender por ello que el arte contemporáneo es constitutivamente homogéneo). Esta presencia del arte contemporáneo a su vez local, regional y global permite pensar en las maneras en las cuales los espacios expositivos y las instituciones artísticas producen relatos que integran estos tres niveles. Es interesante reflexionar sobre esto en relación a las producciones y los espacios argentinos, en los cuales se podría observar las formas de interacción de los fenómenos artísticos locales con aquellos de la región sudamericana o latinoamericana, y su inserción dentro del circuito global.
Dos espacios porteños
Antes de mencionar y relevar dos instituciones de Buenos Aires, es importante realizar una cartografía de los espacios de arte contemporáneo en la ciudad que permita dar cuenta del contexto en el cual desarrollan sus propuestas las instituciones con las cuales se ejemplificará luego, a saber, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y el Centro Cultural de España en Buenos Aires. En este sentido, en 1996 abrió en La Boca la Fundación PROA, un espacio dedicado al arte internacional y financiado por la corporación Tenaris que alberga exhibiciones de gran escala y generalmente itinerantes, y también posee un espacio de arte contemporáneo específicamente. En el año 2001, en pleno estallido de la crisis socioeconómica más grave de la historia argentina, se inauguró el Museo de Arte Latino Americano en Buenos Aires , con obras provenientes de la colección de Eduardo Constantini y ayuda para la adquisición de obra complementaria procedente de fundaciones e inversores privados. Además de las salas dedicadas a la colección de arte latinoamericano se realizan exhibiciones temporarias de artistas nacionales e internacionales, con un programa muy enfocado en el arte contemporáneo.
En La Boca, por ejemplo, se creó en 2012 el denominado «Distrito de las Artes» , con galerías como POPA, Isla Flotante, Barro, Walden y La Verdi, todas dedicadas con exclusividad al arte contemporáneo y que exhiben obras de artistas tanto emergentes como consagrados, principalmente locales pero también de otras regiones. En estas galerías se expone tanto arte moderno como contemporáneo, aunque al igual que en el otro circuito también se presentan artistas emergentes y consagrados, locales e internacionales. Por último, un tercer y novedoso circuito de arte contemporáneo se localiza en Villa Crespo, que logró nuclear propuestas de galerías como Ruth Benzacar, Slyzmud, Arte x Arte, Experiencia Hiedra, Nora Fisch y Hache. Se trata de espacios de arte contemporáneo, en algunos casos con vinculación a programas curatoriales y con presencia de residencias artísticas.
El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires fue creado en 1956 y su primer director fue el crítico de artes, Rafael Squirru. En la década de 1960 inauguró la Primera Exposición Internacional de Arte Moderno y su imagen se consolidó mundialmente como un referente del arte moderno tanto local como internacional. En 1986 el Museo comenzó a funcionar en su edificio actual, que solía ser la fábrica de la tabaquera Nobleza Picardo, en el barrio de San Telmo, y su programa se basó en sostenerse como referente global del arte moderno y contemporáneo argentino e internacional.
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