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Capitalismo


Enviado por   •  15 de Mayo de 2014  •  1.449 Palabras (6 Páginas)  •  163 Visitas

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El capitalismo del siglo XXI

Hace 30 años, 20 años, 10 años, mi mente estaba concentrada en cómo la magia del software podía cambiar el mundo. Vi que los avances tecnológicos podían resolver problemas clave. Y lo están haciendo para millones de personas. Pero los avances cambian vidas principalmente donde la gente puede comprarlos y hay demanda económica, y la demanda no es igual a la necesidad económica.

Hay millones de personas que necesitan los grandes inventos de la era del computador y tienen muchas otras necesidades básicas, pero no tienen la manera de expresar esas necesidades en formas que interesen al mercado y por esto estas quedan insatisfechas. Para tener la oportunidad de cambiar sus vidas hace falta otro nivel de innovación. No solo la tecnológica, sino la del sistema.

El mundo está mejorando bastante. En formas significativas y de largo alcance, es un mejor lugar para vivir. Consideremos el estatus de las mujeres y las minorías en casi todas las sociedades comparado con el pasado; el hecho de que la expectativa de vida casi se ha duplicado en los últimos cien años; la cantidad de gente que vota, expresa sus opiniones y disfruta de libertad económica, en comparación con cualquier tiempo pasado.

Soy un optimista, pero un optimista impaciente. El mundo está mejorando pero no a la velocidad suficiente ni para todos. Los grandes avances a menudo han agravado las desigualdades. Los que menos necesitan reciben las grandes mejoras y los más necesitados son los que menos las obtienen: en especial los mil millones que viven con menos de un dólar al día. No solo pierden los beneficios de la economía global sino que sufren los efectos negativos del crecimiento económico del cual están marginados. El cambio climático causará el mayor efecto a los que menos han hecho para generarlo.

¿Por qué ocurre esto? Los incentivos del mercado lo explican. En un sistema capitalista, a medida que aumenta la riqueza de la gente crece el incentivo financiero para atenderla. Cuando su riqueza disminuye, decrece ese incentivo hasta llegar a cero. Tenemos que hallar la manera de que los aspectos del capitalismo que sirven a los más ricos también sirvan a los más pobres. El genio del capitalismo está en su capacidad de hacer que el interés egoísta sirva al interés general. Este sistema, impulsado por el interés egoísta, es el motor de las innovaciones que han mejorado nuestras vidas. Pero para que estas beneficien a todos tenemos que refinar el sistema.

En la naturaleza humana hay dos grandes fuerzas: el interés egoísta y el impulso de ayudar a otros. El capitalismo canaliza el interés egoísta en una forma útil y sostenible, pero solo para los que pueden pagar. La ayuda filantrópica o de los gobiernos canaliza nuestro impulso de ayudar a otros.

Si queremos una rápida mejora de los pobres necesitamos un sistema que aproveche a los inventores y a las empresas mucho mejor que hoy. Ese sistema tendría la doble misión de producir ganancias y mejorar las vidas de los que no se benefician de las fuerzas del mercado. Pero las ganancias no siempre son posibles cuando las empresas tratan de servir a los más pobres. Se requiere otro incentivo, que es el reconocimiento. Este eleva la reputación de las empresas, atrae a los clientes y, sobre todo, atrae buena gente a la organización.

El desafío es diseñar un sistema en el que los incentivos de mercado, incluyendo las ganancias y el reconocimiento, promuevan esos principios para hacer más por los pobres. Me gusta llamar esta idea ‘capitalismo creativo’: un enfoque en el que gobiernos, empresas y entidades sin ánimo de lucro trabajen juntos para ampliar el alcance de las fuerzas del mercado de modo que más gente gane, o gane reconocimiento, haciendo lo que se necesita para reducir las desi-gualdades.

Algunos pueden cuestionar esta clase de cambio social basado en el mercado diciendo que si combinamos el sentimiento con el interés egoísta no ampliaremos el alcance del mercado, sino lo reduciremos. Sin embargo, Adam Smith, padre del capitalismo que creía firmemente en el valor del interés egoísta para la sociedad, comenzó su libro con estas líneas: “Por más egoísta que pueda suponerse un hombre, evidentemente hay algunos principios en su naturaleza que lo interesan en las fortunas de otros y que le hacen necesaria la felicidad de ellos, aunque no derive nada de esto, excepto el placer de verla”.

El capitalismo creativo se interesa

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