Chérnobil la actualidad de una tragedia

Chernóbil: la actualidad de una tragedia.

Un día como hoy hace casi tres décadas, los habitantes de Chernóbil lidiaban con las terribles consecuencias que provocó una de las catástrofes  nucleares de mayor gravedad que se ha visto en el mundo. Tuvo un saldo de 600.000 y 800.000 individuos entre ellos trabajadores especializados, militares, bomberos, voluntarios fallecidos en distintas etapas del accidente; sin contar a los civiles que murieron instantáneamente incinerados debido a la explosión. Un incendio que demoraron 14 días en extinguir, pero toda una vida en recordar. Y que en la actualidad sigue repercutiendo en las vidas de quienes lograron superarlo.

Al contrario de lo que muchos piensan, existe el peligro actual a la emisión de nubes o gases radiactivos en el planeta por los reactores nucleares permanecientes en Chernóbil. Dicho  riesgo no será erradicado hasta que estos queden sellados completamente; trabajo que el gobierno de Ucrania, junto con países contribuyentes y donantes, se ha dedicado a completar los últimos 30 años; desafortunadamente, como en todo el mundo, el dinero se va volviendo eventualmente un impedimento para la terminación del proyecto.

Lo antes mencionado es tan sólo una pequeña parte de lo que sucede ahora en torno al pueblo de Chernóbil, por ejemplo la repoblación de la fauna abriéndose paso lentamente entre las ruinas de un abandono fantasmal. En lo que a los humanos respecta, una considerable porción de terreno, por ejemplo Prípiat (la más cercana a los reactores) nunca volverá a ser habitable, ya que los contaminantes allí presentes cuentan con un tiempo de desintegración de hasta 24,000 años. Un triste destino para una ciudad construida como un modelo soviético.

En cambio hay personas para quienes la explosión de los reactores resultó ser el inicio de sus nuevas vocaciones profesionales, tales como Yuri Tatarchuk quien después del accidente se convirtió en acompañante oficial para turistas y visitantes de la ciudad de Kopachi. Lo interesante es que el gobierno se vio obligado a derribar y enterrar los edificios para reducir la radiactividad presente en esa zona: “En antigua lengua eslava el nombre del pueblo se traduce como enterrador. Es como si predijera su futuro”  Tatarchuk, 2015.

La tranquilidad tras el accidente llegó con la construcción de Slavutich, ciudad en donde ahora habitan la mayoría de los trabajadores dedicados a la construcción de los “sarcófagos” (edificaciones que mantendrán aislados los componentes tóxicos emanados por los reactores), junto con algunos de los 200,000 ciudadanos evacuados en el momento de la tragedia. Algunos permanecen dentro de las zonas descontaminadas, aunque ello implique una estadía en turnos cada 15 días. Lo cierto es que la población de Chernóbil perdió todo, menos la voluntad.

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