Drogadiccion
STD_9729 de Marzo de 2015
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Introducción
El consumo de drogas se remota a miles de años atrás, tanto en las grandes civilizaciones como en pequeños grupos tribales, que buscaban no solo una fuente de efectos placenteros y cufóricos, sino también como parte de experiencias rituales, místicas y religiosas.
La farmacodependencia o dependencia de drogas, de acuerdo a la OMS, es definida como "Estado psíquico, y a veces físico, causado por la interacción entre un organismo vivo y el fármaco, caracterizado por modificaciones del comportamiento y por otras reacciones que comprenden siempre un impulso incontrolable por tomar el fármaco, en forma continua o periódica, a fin de experimentar sus efectos psíquicos y, a su vez, para evitar el malestar producido por su supresión."
No es un hecho nuevo el consumo de drogas, pero en nuestros días es novedosa la extensión del fenómeno, la calidad de los nuevos usuarios-la gente joven, los adolescentes- y los intentos de justificación de esta conducta.
Por tratarse de un hecho humano, el consumo de drogas tiene junto a sus aspectos médicos, psicológicos, sociales, jurídicos, etc., una dimensión moral. Esta dimensión moral es la que estudiaremos a continuación.
El consumo de drogas: una valoración moral
Antes de comenzar es oportuno hacer presente que el examen oral de un hecho significa penetrar en un orden de cosas distinto del orden en que se mueven las ciencias comúnmente llamadas positivas o experimentales: la química, la medicina, la psicología, la sociología, etc. A estas ciencias les interesan las causas y los efectos inmediatos de las cosas o de los hechos; el moralista, en cambio, se sitúa más abajo, podríamos decir, en el dominio del ser; y específicamente, del ser del hombre. Porque la ciencia moral busca la norma, el deber-ser, no arbitrario o antojadizo, sino necesario, que está vinculado al ser mismo de las cosas y del hombre.
Uno de los primeros y más graves problemas con el que se topa el moralista es el de determinar el criterio de moralidad. Arduo problema, larga y apasionadamente discutido. Sin entrar, como es lógico, en el tema y para efecto de nuestro estudio, precisemos que:
-En cualquier caso, el bien de un ser debe estar vinculado a la permanencia y desarrollo de su mismo ser, no a su destrucción o negación;
-El bien moral no hace excepción a este principio general;
-En consecuencia, la idea que uno tenga acerca de lo que el hombre es -y deba llegar a ser- va a determinar sus criterios morales;
-Somos conscientes de la dificultad que entraña formular una concepción del hombre, precisamente por ser el hombre un ser libre, de algún modo creador de sí mismo-entiéndase bien, que no se deja encasillar;
-Sin embargo también el hombre tiene necesidad de ser fiel a sí mismo, a su ser, a su naturaleza, a su origen y a su destino. Destino que él no inventa sino que recibe implícito en lo que es su ser y su capacidad de llegar a ser;
-Fieles a la concepción occidental-cristiana pensamos en el hombre como un ser corpóreo-espiritual, racional, libre y, en definitiva, personal, hecho a imagen y semejanza del Creador y con un destino trascendente.
Siendo las cosas así, la moral tomará sus criterios de bien y mal tanto de aquello que el hombre es como de aquello que está llamado a ser, sin que haya entre ambas cosas, como es lógico, contradicción alguna.
El consumo de drogas
Para hacer la valoración moral del consumo de drogas es necesario, previamente, determinar en qué consiste.
Se debe reconocer que la expresión "consumo de drogas" es un término amplio que comprende varios hechos semejantes, aún conexos, aunque diferentes entre sí. Distingamos, por eso:
-El consumo por razones médicas
-El consumo ocasional. Por curiosidad, imitación, moda, etc.
-El consumo habitual. Aquél que se da cuando se consume la droga con frecuencia, se va aumentando la dosis, pero se puede dejar sin graves trastornos.
-La toxicomanía. La adicción a una droga.
-El caso específico de la marihuana.
-El tráfico de drogas.
-La dimensión social del consumo.
Entre los hechos señalados me parece que el consumo habitual de drogas es el que plantea el problema moral en su forma más pura: se consume la droga consciente y voluntariamente; se hace precisamente por los efectos que produce en el orden sensitivo, intelectivo, vivencial; y se da la ocasión próxima de adquirir la dependencia de ella. Por eso, éste es el caso que conviene estudiar en primer lugar. Todo lo que sobre él se diga será la raíz de la que se nutran las soluciones a los demás problemas.
Para los efectos de su estudio moral, el consumo habitual de drogas se podría tipificar así:
Es el acto voluntario de ingerir con cierta frecuencia alguna sustancia que tiene la capacidad de alterar por algún tiempo los procesos naturales de la inteligencia, de la voluntad libre, de la afectividad y de la percepción, realizando con el fin de obtener las sensaciones y vivencias novedosas y placenteras que le son propias. Ingestión que se sabe que puede producir acostumbramiento o dependencia física y psíquica.
Corresponde a las ciencias positivas determinar en cada caso la cantidad y la calidad de la alteración de los procesos interiores que se producen. Lo que parece incontrovertible es que hay una alteración íntima que deja a la persona en una situación anormal.
En cuanto a la finalidad perseguida, se puede distinguir entre los que busca sólo el goce específico y los que buscan las sensaciones más profundan que lo acompañan: libertad, comunión con los demás, ausencia, seguridad, etc.
Respecto a la dependencia o acostumbramiento, se suele decir que es aquel estado en el cual el adicto no puede suspender el consumo sin incurrir en graves trastornos físicos y psíquicos; y en el que, por otra parte, buscar los medios para seguir consumiendo la droga se convierte en un asunto importante de su existencia.
Valoración moral
Para clarificar el problema es necesario formular la siguiente pregunta: ¿Es bueno para un hombre, el padecer voluntariamente la alteración o la pérdida de su capacidad de percibir, conocer, juzgar y decidir libremente en vista de un placer específico que se obtiene con la droga o inmediatamente a través de ella? Y también esta otra: ¿Es moralmente bueno ponerse en ocasión de adquirir una dependencia tal o una droga que no sólo no se pueda vivir sin ella, sino que de algún modo se viva para ella?
Las dos preguntas obtienen fácilmente una respuesta negativa. La mayor parte de la gente se siente inclinada a afirmar: "No es bueno consumir drogas".
Examinemos nosotros, por un momento, la calidad moral de los efectos señalados.
Digamos, en primer lugar, que lo que se ha llamado "alterar por algún tiempo los procesos naturales de la inteligencia, de la voluntad libre, de la efectividad", etc., es más serio de lo que parece. Porque estas expresiones encierran, en realidad, la alteración o la pérdida de las dos capacidades esenciales del hombre como ser espiritual y personal: la autoconciencia y la autodeterminación libre. Es decir, el que se droga renuncia -por un poco de tiempo, y esto no le resta significación- al núcleo mismo de su ser personal, se puede decir, a ser persona; ya que en aquel lugar donde cada uno es más estrictamente uno mismo, desde donde cada uno realiza sus aportaciones originales, donde se toman las decisiones y se asumen las responsabilidades, allí ya no hay un sujeto consciente, libre y responsable, ya no está la persona, sino que opera una fuerza mecánica, ciega y tiránica: la droga. La droga, que muestra un mundo distinto - por no decir falso, engañoso, resbaladizo, fugaz - y que hace sentir, desear y vivir un mundo extraño, curiosamente semejante - sospechosamente similar - al de más de una patología de la personalidad. En estos casos sucede que nadie puede verdaderamente responder de las acciones y decisiones porque la triste realidad es que no pertenecen a nadie.
Ayuda a comprender la gravedad de lo que se ha dicho el pensar que la singularidad y grandeza del hombre está precisamente en ser capaz de conocerse y auto determinarse con libertad: es el único ser que puede decir yo, frente a todo el mundo, incluso frente al mismo Dios. Es otra persona.
Podemos concluir, por eso, que si el resultado del consumo de drogas es dejar de ser personas es decididamente inhumano; nadie tiene tal dominio sobre sí mismo que pueda, a voluntad, dejar de ser lo que es, renunciar a lo que ha recibido por naturaleza. Hacerlo constituye un mal moral, y un mal moral grave.
La segunda de las preguntas formuladas merece consideraciones análogas; porque entraña también un modo -aunque más limitado- de despersonalización.
El hombre por su condición de ser espiritual y personal es la cima de la creación. A nadie tiene sobre sí, salvo a Dios. Someterse a una cosa - como se somete el adicto a su droga - desdice radicalmente de la dignidad humana. Ninguno que lo haga hace un bien, ni a sí mismo ni a sus semejantes.
Los hombres de nuestro tiempo somos especialmente sensibles a todo lo que se relacione con la dignidad y la libertad humana. Ser esclavo es inhumano Ser esclavo de una cosa, si cabe, peor.
Para clarificar el problema es necesario formular la siguiente pregunta: ¿Es bueno para un hombre, el padecer voluntariamente la alteración o la pérdida de su capacidad de percibir, conocer, juzgar y decidir libremente en vista de un placer específico que se obtiene con la droga o inmediatamente a través de ella? Y también esta otra: ¿Es moralmente bueno
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