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EL NARRADOR EN TIEMPOS DE PANDEMIA


Enviado por   •  23 de Marzo de 2021  •  Apuntes  •  2.812 Palabras (12 Páginas)  •  154 Visitas

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                                             Ainilda Patricia Ávila Laguna[pic 1][pic 2]

                                                     Estudiante Maestría en Pedagogía de la Literatura

EL NARRADOR EN TIEMPOS DE PANDEMIA

“La experiencia que se transmite de boca en boca es la fuente de la que se han servido todos los narradores” (Benjamin, 1991)

Por: Ainilda Patricia Ávila Laguna

Contar historias ha sido lo que ha mantenido a la humanidad al pendiente de su pasado, viviendo en el presente y con las expectativas en el futuro, en estos tiempos tan diversos, de multi-mundos y multi-formas, el hecho de narrar o contar es un hábito que se ha querido reescribir en la memoria colectiva de la nueva sociedad que en tiempos de pandemias, epidemias, encierros y catástrofes intentan surgir con nuevas voces.

Hace algunos años se narraban historias frente a una mesa, y el mayor de la familia era en encargado de amenizar la tertulia de la noche, frente a trabajadores de fincas, muchas velas, hijos y nietos que se unían a escuchar verdades reveladoras o mentiras muy bien contadas. Con la llegada de muchas tecnologías, la luz eléctrica, los celulares, la internet, la radio, la televisión, entre muchos otros, toda esa magia que sucedía frente a una mesa se ha ido desvaneciendo, y ahora a los ancianos encardados de esta tradición, se les encierra en hogares para adultos mayores, y ellos todavía tienen mucho que contar. Y como lo afirma Benjamin “La experiencia que se transmite de boca en boca es la fuente de la que se han servido todos los narradores” (Benjamin, El Narrador, 1936). Y es por tal motivo la importancia que recogen esas narraciones de las que hablamos.

Como muy sabiamente lo afirmaba San Agustín, el tiempo es todo y a la vez no es nada, se tiene mucho tiempo por delante, mucho por contar, pero no hay a quien se le pueda contar esas historias reveladoras de fantasmas y brujas que llegan en las noches frías o cálidas a las fincas, a los pueblos, esas patasolas ya casi están a punto de jubilarse de lo olvidadas que quedaron, y para colmo de males, nunca cotizaron ni salud, ni pensión, entonces todos los espantos que hace algunos años asustaban por los caminos a borrachos, en las esquinas de los pueblos a los infieles,

por debajo de la cama a los niños, están sin poder hacer nada, se les acabó el trabajo y ahora solo les resta esperar una muerte tranquila en el anaquel de la memoria colectiva, donde reposan las buenas historias, y donde ni a la jubilación alcanzarán.

El año 2020 ha sido de cambios bruscos, grandes, incomprensibles e inmediatos, tanto que la humanidad ha quedado relegada a los encierros prolongados, a cambiar de forma de vida, a cambiar el modo de ver las cosas, pero ¿qué ha sucedido con las narraciones familiares?, de esas que habla el señor Benjamin en su escrito “En todos los casos, el que narra es un hombre que tiene consejos para el que escucha” (Benjamin, El narrador, 1991) ¿estos sucesos tan inesperados que le permitieron  a la sociedad estar recogida en casa, han servido para que las historias de fantasía que hace algunos años se escuchaban regresen?, la pregunta es un poco inoportuna, y casi fácil de responder, y es que no ha logrado regresar esa narración oral, esa tradición que permitía departir y a los más pequeños de la casa mantener asustados por lo que pudiera suceder por su mal comportamiento. Debemos recordar que narrar es describir con palabras exactas e inexactas (es decir un poco de fantasía), esos sucesos que en la humanidad (población para este caso) han marcado un momento imprevisto.

Es fundamental tener presente que la narración ha dado vida a la novela, y es así como loa firma Benjamin “El más temprano indicio del proceso cuya culminación es el ocaso de la narración, es el surgimiento de la novela a comienzo de la época moderna.” (Benjamin, El narrador, 1936), entonces gracias a las narraciones que se han transmitido, cobro vida una nueva forma de narrar. Todo ha dado paso inesperado a la novela, ya sea una fantasía completamente salida de las entrañas del escritor, o esas novelas autobiográficas que en estos tiempos han servido de tradición oral, que a manera de cuentos de miedo siembran en el lector los sucesos tenebrosos de una sociedad enferma de poder y sin sentido de amor por el prójimo o por si mismo, con un hambre incontrolable de poder y una siniestra necesidad de resolver las situaciones con más violencia de la que se iniciaron.

Esas novelas que ahora, se sirven de la tradición oral para compartir sus más escondidos secretos y misterios en sus escritos, en donde el autor pone de antemano su vida al escarnio

público, en donde la fantasía se transforma en una dura y triste realidad, en donde los personajes dejan de ser esos esperados espantos o brujas, para convertirse tristemente en una realidad diaria de un país que cada vez pierde más memoria y gana mucho más olvido.

La autobiografía de Abad pone al descubierto una sociedad tan enferma que no ha logrado superar la barrera del dolor, pero que continua en un remolino de aconteceres, que sin lugar a duda continúa siendo lo mismo, masacres y asesinatos.

Cada colombiano tendría una historia por contar, y según su nivel social, podría ser de un espanto absoluto, de un dolor profundo, o a lo mejor escribiría un libro sobre como volverse rico en poco tiempo, eso sí, mostrando todas las artimañas que utiliza el ser

humano para poder llegar a un fin, sin sufrir mucho, como se acostumbra en Colombia, el país del sagrado corazón…

Triste que en este país se escuchen más las historias de traquetos y asesinos, que las de personas que con su altruismo han logrado compensar en algo a una sociedad que ha sufrido desde siempre unas guerras de las que no ha querido ser parte, pero por obra y gracia se volvieron arte y parte.

“Narrar historias siempre ha sido el arte de seguir contándolas, y este arte se pierde si ya no hay capacidad de retenerlas. Y se pierde porque ya no se teje ni se hila mientras se les presta oído” (Benjamin, El Narrador, 1991), de este material escrito a manera de memorias se han servido las novelas, para no caer en el olvido de la narración, con la diferencia que esas narraciones ahora solo vienen en una gran compendio de hojas que le permiten al lector llegar a un fin, reflexionar y sacar sus propias conclusiones.

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