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El Desempleo En Mexico

adnerbb15 de Octubre de 2014

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Según datos del Ministerio de Educación, el 80% de los graduados demora tres meses en conseguir empleo. Sin embargo, esta cifra no compete a todas las profesiones. Entre las más demandadas ? que implican un menor tiempo se inserción - se encuentra el sector minero energético, donde los recién contratados reciben cerca de 4,3 millones de pesos. Además, tienen un promedio de vinculación laboral del 97,1%. Fuente: Universia.

La profesión mas demandada hoy en día en nuestro país corresponde al sector minero energético, donde los recién contratados reciben cerca de 4,3 millones de pesos

Según datos del Ministerio de Educación, el 80% de los graduados demora tres meses en conseguir empleo. Sin embargo, esta cifra no compete a todas las profesiones. Entre las más demandadas – que implican un menor tiempo se inserción - se encuentra el sector minero energético, donde los recién contratados reciben cerca de 4,3 millones de pesos. Además, tienen un promedio de vinculación laboral del 97,1%.

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En el sector tecnológico, la carrera mejor paga es tecnología en mantenimiento de aviones, con una remuneración promedio de 2.364.271 de pesos y una vinculación laboral del 89,4%.

En lo que refiere a las carreras técnico-profesionales, la de electromecánica es la mejor paga, con un sueldo de 1.931.373 de pesos, y un porcentaje de vinculación laboral del 100%.

Por áreas de educación, el salario promedio de los recién graduados es el siguiente:

• Agronomía, Veterinaria y afines: 1.358.555 pesos

• Bellas Artes: 1.299.406 pesos

• Ciencias de la Educación: 1.802.689 pesos

• Ciencias de la Salud: 2.255.953

• Ciencias Sociales y Humanas: 2.218.049 pesos

• Economía, Administración, Contaduría y afines: 1.969.633 pesos

• Ingeniería, Arquitectura, Urbanismo y afines: 1.873.750 pesos

Igualmente, con respecto al dato del tiempo en que se demora un egresado para conseguir trabajo, hay una brecha entre hombres y mujeres del 13%, y esto también se refleja en el salario, ya que los hombres recién graduados ganan alrededor de 1.732.922 pesos, mientras que las mujeres 1.507.520 de pesos.

Según la ministra de educación, María Fernanda Campo, "en 2012, el 78,7% de los egresados se encontraba vinculado laboralmente al sector formal de la economía y el 3,1% continuó estudiando un programa de educación superior”.

Fuente: RCN Radio

Autor: Universia Colombia

http://noticias.universia.net.co/

ntroducción

La educación superior mexicana ha estado envuelta, durante dos décadas, por un ambiente bipolar: en el polo maníaco u optimista, la educación superior es considerada como el eje central para el desarrollo económico y social del país, como la instancia indicada para resolver problemas de competitividad y empleo, o casi cualquier tema emergente (Task Force on Higher Education and Society, 2000; CEPAL-UNESCO, 1992). Bajo esta óptica, se estableció como una meta gubernamental aumentar la cobertura hasta el 30% en 2011, amén de iniciativas para incorporar nuevos grupos de jóvenes. Este polo del debate enfatiza la importancia de aumentar el subsidio público, abrir más instituciones y carreras, introducir becas para estudiantes y mejorar la calidad de las instituciones públicas. Se suele observar que la universidad, a pesar de las recurrentes crisis económicas, sigue brindando importantes beneficios para aquel que logra terminar estudios terciarios (Flores y Muñoz, 2009).

Sin embargo, en el polo depresivo, encontramos declaraciones de distintos actores que plantean que las universidades aparentan ser más bien “fábricas de desempleo”. A modo de ejemplo, en 2009, el subsecretario de Educación Superior observó que: “el 45 por ciento de los más de 7.8 millones de profesionistas nacionales no realizan actividades relacionadas con su carrera y se han tenido que conformar con trabajos de taxistas, comerciantes o empleos marginales” (La Jornada, 2009).

La tasa de desempleo entre recién egresados, según declaraciones oficiales, se situaría en alrededor del 11%, tres veces más que la tasa de desempleo oficial entre la población económicamente activa (PEA) en general (Flores y Muñoz, 2009). Por si eso fuera poco, el mercado laboral para varias carreras estaría saturado, particularmente para opciones tradicionales como Administración, Contaduría, Medicina o Derecho (Cabrera et al., 2008).

Esta óptica también produjo diversas políticas para atender los problemas aparentes: se crearon nuevas instituciones, como las universidades tecnológicas y las politécnicas; hubo exhortaciones a las universidades públicas de limitar el ingreso a las carreras saturadas y de crear nuevas opciones, mejor orientadas hacia el mercado laboral. Al mismo tiempo, se desreguló la autorización de instituciones privadas. Al interior de las instituciones se fortaleció la infraestructura, se implementó el Programa del Mejoramiento de Profesores con el objetivo de contar con más profesores de tiempo completo con posgrado, y se revisaron los planes de estudio.

A raíz de estas acciones se produjeron cambios notables. En cuanto al crecimiento, la matrícula creció de un millón en 1990 hasta casi 2.5 millones de estudiantes en 2008, pasando de una tasa de cobertura del 16% del grupo de edad (20-24 años) en 1990 hasta un 25% en 2010 (Rodríguez, 2010). Además de crecer, el sistema se diversificó de distintas maneras. La primera es institucional. Hacia finales de los ochenta, el sistema contaba con 719 instituciones, de las cuales 401 eran públicas y 318 privadas. A finales de 2005 ya existían 1 892 instituciones, de las cuales 713 eran públicas y 1 179 privadas. Si además incluimos a las sucursales, el sistema mexicano de educación superior cuenta actualmente con alrededor de 2 500 instituciones registradas. Al mismo tiempo, la proporción de la matrícula atendida por el sector privado, que era del 18% en 1990, llegó al 33% en 2000 (De Vries y Álvarez, 2005), donde se estabilizó hasta 2010.

A la par, ha habido una enorme diversificación de carreras. Hasta 1990, una universidad pública solía tener una veintena de carreras y muchas universidades privadas nacieron ofreciendo de cuatro a cinco opciones. A partir de 1990, sin embargo, la oferta de muchas universidades –públicas y privadas– empezó a crecer para situarse por encima de 50 licenciaturas. Como resultado, mientras que al inicio de los noventa la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) registraba 4 038 programas de licenciatura y 1 686 de posgrado, en 2005 había 7 849 licenciaturas y 3 437 posgrados (De Vries y Álvarez, 2005).

Sin embargo, estos cambios no parecen haber resuelto la problemática relación entre la educación superior y el mercado laboral. Más bien, el crecimiento y la diversificación del sistema agregaron nuevos factores al debate (Machin y McNally, 2007). Si el sistema educativo se expandió rápidamente, ¿podemos explicar parte del problema del desempleo por una sobreoferta de egresados? En cuanto a su preparación, ¿están sobrecalificados los egresados o existe un resquicio entre lo aprendido y lo requerido por el mercado laboral? ¿Existen diferencias por áreas de conocimiento? ¿Están los estudiantes eligiendo las carreras equivocadas? ¿Sigue influyendo el género? ¿Hasta dónde impacta el pasado familiar? ¿Hasta qué punto influye el tipo de institución en que el egresado se formó?

Para responder a estas interrogantes, revisaremos en este artículo cuál ha sido la suerte de los egresados de nueve universidades mexicanas. En la primera parte analizaremos datos generales sobre el empleo; en la segunda, revisaremos los distintos factores que podrían influir sobre la situación en el mercado laboral.

Metodología

Este artículo explora los interrogantes antes expuestos a partir de un proyecto de investigación internacional llamado “El profesional flexible en la sociedad del conocimiento” o PROFLEX. Este proyecto retoma la experiencia del seguimiento de egresados en la Unión Europea, llamado REFLEX, (“The flexible professional in the knowledge society new demands on higher education in Europe”).

Desde 2006, PROFLEX, bajo la coordinación de la Universidad Politécnica de Valencia, ha incorporado a más de 50 instituciones latinoamericanas y se han aplicado más de 10 mil cuestionarios. En el caso mexicano, participaron nueve universidades, tres privadas y seis públicas: por un lado, la Universidad del Valle de México, la Universidad La Salle y el Centro de Enseñanza Técnica y Superior (CETYS)-Universidad, y por el otro, las universidades públicas estatales de Guadalajara, San Luís Potosí, Nuevo León, Puebla y Veracruz, y el Instituto Tecnológico de Sonora.

Las universidades mexicanas participantes en el proyecto representan una parte importante de la matrícula nacional: se trata de universidades públicas y privadas de mediano a gran tamaño, casi todas con más de 50 mil estudiantes de licenciatura.

En el caso mexicano, se aplicaron 4 260 cuestionarios a los egresados de licenciatura (ISCED 5A). Para fines comparativos internacionales, se entrevistaron

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