La Escuela Inclusiva
03062020 de Mayo de 2015
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En los albores del sigo XXI y tras la promulgación de la Ley Orgánica de
Educación (LOE), el sistema educativo se propone impulsar el respeto a la tolerancia, el
desarrollo de actitudes colaborativas, la responsabilidad moral y la solidaridad como
manifestación de un espíritu no discriminatorio hacia la diversidad, posibilitando que
alumnos con diferentes capacidades, lenguas, culturas o motivaciones puedan compartir
experiencias en su escolarización que propicien su integración social y laboral.
Esta ley ha introducido el concepto “inclusividad”, pretendiendo reforzar la idea
de que ante cada alumno es necesario decidir caso a caso las ayudas específicas que
precisa en el contexto específico en el que está ubicado, para que pueda acceder al
currículo establecido, contemplando unos objetivos generales comunes y la aplicación
del principio de adecuación o concreción curricular como sistema de adaptación de
dicho currículo a las situaciones personales y/o contextuales concretas.
No son por tanto los alumnos con dificultades los que tienen que “conformarse”
a lo que les puede ofrecer una enseñanza general planificada para desarrollar las
necesidades educativas habituales de la mayoría del alumnado, sino que es la enseñanza
la que debe adecuarse de modo y manera que permita a cada alumno progresar en
función de sus capacidades y con arreglo a sus necesidades, sean especiales o no
(Arnaiz, 1995).
Este hecho plantea la necesidad de buscar estrategias organizativas y didácticas
diversas que permitan dar respuesta a “puntos de partida distintos ante los contenidos
de los alumnos, necesidades e intereses diferentes” (Gimeno y Pérez, 1992:215).
Desarrollar en nuestros centros una educación que atienda a la diversidad es una
tarea compleja que choca con los planteamientos homogéneos y selectivos que han
imperado en la realidad escolar en la mayor parte de este siglo, exigiendo del
profesorado un alto nivel de preparación y de conocimientos, así como de estrategias
colaborativas y crítico-reflexivas que impulsen la implicación de las familias y de toda
la comunidad educativa en aras de conseguir una educación de calidad.
Sin embargo nos encontramos que, si bien el discurso teórico sobre la
integración se ha ido enriqueciendo con el tiempo, la falta de actitud positiva o
concienciación entre el profesorado (y el conjunto de la comunidad social) hacia estos
principios básicos -quizá por ser contradictorios con las tendencias egoístas,
neoliberales y postmodernistas que marcan el sistema-, han llegado a provocar en
ocasiones prácticas segregadoras y “desatención” que producen sentimientos de
inferioridad y baja autoestima en los alumnos con dificultades de aprendizaje o
pertenencia a un grupo étnico minoritario.
Por esta causa, el movimiento de inclusión recientemente aparecido (Stainback,
1999) y que pretende iniciarse en nuestro país a nivel reglamentario con la LOE insiste
en la idea de centros educativos definidos como comunidades que no excluyen a nadie,
organizándose de manera que todos los alumnos que llegan al centro se sientan
I.S.B.N. 84-690-2369-1 V CONGRESO INTERNACIONAL "EDUCACIÓN Y SOCIEDAD"
valorados y apoyados, recibiendo la respuesta educativa más acorde a sus necesidades.
Se valora la diversidad, se fomenta la autoestima, el respeto mutuo y el sentido de
pertenencia a un grupo y a la comunidad, reclamando la realización de un proyecto
educativo y curricular de centro atento a las diferencias individuales, y de unas
programaciones que lleven a la realidad del aula
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