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La Mirada


Enviado por   •  13 de Junio de 2012  •  848 Palabras (4 Páginas)  •  376 Visitas

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Dice el Sabio que a menudo se conoce por los ojos lo que uno lleva en el fondo del alma, su bondad o su mala disposición (Eclo 19, 29); y si bien no es enteramente seguro, sí suele ser una señal bastante corriente. Por esto, uno de los primeros cuidados que hay que tener en cuanto a lo exterior, es el de componer los ojos y regular el modo de mirar.

La persona que quiere hacer profesión de humildad y modestia y tener un exterior formal y sereno, tiene que conseguir que sus ojos sean dulces, pacíficos y comedidos.

Aquellos a quienes la naturaleza les ha negado esta ventaja y no gozan, por tanto, de dicho atractivo, deben esforzarse por corregir tal carencia mediante cierta compostura risueña y modesta, cuidando que sus ojos no resulten más desagradables [aún] por su negligencia.

Los hay con ojos terribles, que revelan un hombre encolerizado o violento; otros los tienen excesivamente abiertos y miran con osadía: es señal de espíritus insolentes, que no respetan a nadie.

A veces algunos tienen ojos extraviados, que nunca se detienen y miran sin parar a un lado y a otro: es típico de espíritus ligeros. Otros, en alguna ocasión, tienen los ojos tan fijos en un objeto que parece que quieren devorarlo con la mirada; y, no obstante, sucede a menudo que tales individuos no prestan la mínima atención al objeto que tienen delante: de ordinario son personas que están pensando intensamente en algún negocio que les interesa mucho más; o bien divagan sin detener su mente en cosa concreta.

Los ojos y la mirada. Miradas que hablan. Sinceridad.Hay otros que miran al suelo fijamente, y a veces incluso alternativamente, a los lados como quien busca algo que acaba de perder: son espíritus inquietos y desconcertados, que no saben qué hacer para salir de su desazón.

Estas diversas maneras de fijar los ojos y de mirar son enteramente opuestas a la cortesía y a la distinción, y no se las puede corregir sino manteniendo el cuerpo y la cabeza derechos, con los ojos modestamente bajos, y procurando conservar un exterior natural y simpático.

Si es impropio llevar la vista muy elevada, también lo es, para los que viven en el mundo, llevarla muy baja: eso tiene más pinta de religioso que de seglar. Si bien los eclesiásticos y los que pretenden serlo deben dejarse ver con mirada modesta y exterior muy circunspecto, ya que conviene a los consagrados, y a los que desean entrar en este estado, acostumbrarse a la mortificación de los sentidos y mostrar por su modestia que, estando consagrados a Dios o deseando serlo, tienen el espíritu ocupado en él y en lo que le concierne.

Se puede adoptar respecto a los ojos la norma de tenerlos medianamente abiertos, a la altura del cuerpo, de modo que se pueda percibir distinta y fácilmente a todas las personas con las que se está. No se debe fijar la vista sobre nadie, particularmente

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